El efecto es sorprendente. Basta con traspasar el umbral para sentirlo. De pronto, el visitante ha viajado en el espacio, y quizás también en el tiempo. ¿Es una villa en el sur de Italia? ¿Una suerte de riad en Marruecos? ¿O quizás, por proximidad, una chacra peruana? En medio de la maraña de calles del balneario de Pulpos, a pocos kilómetros de Lima, se encuentra este oasis: una casa diseñada por Eva Pest, quien ha impregnado en ella su sensibilidad.

En la fachada se combinan el hormigón rojizo y la madera. Las columnas del porche fueron rescatadas de una obra en demolición.

En la fachada se combinan el hormigón rojizo y la madera. Las columnas del porche fueron rescatadas de una obra en demolición.

No se trata de una típica casa de playa. El terreno no tiene vista directa al mar, salvo desde el techo del segundo piso, y la construcción principal se levanta un metro veinte sobre el suelo. El espacio se organiza alrededor del jardín, donde está la piscina con el deck: la casa, el techo rústico de donde penden dos hamacas, el cuarto del guardián, el piso de ladrillo rococho que crea recorridos. Para el futuro, se ha planteado sembrar un huerto y reciclar el agua de los caños para riego, con el fin de que sea autosuficiente. La casa tiene dos volúmenes diferenciados, con oberturas en ambos lados para crear un espacio continuo y ventilado. El principal, de hormigón con un acabado rojizo afín a un paisaje desértico, se prolonga bajo un porche. El otro se distancia por su forma y porque su fachada está recubierta de listones de madera sujetos por rieles. “El volumen del dormitorio es irregular”, explica Pest. “Está inclinado por dos motivos: porque esto le da privacidad al dormitorio, con la celosía, y porque quería sentir ese volumen diferente. Por eso está más retirado, como un anexo”.

En el porche, con el techo de caña de estilo peruano y un diseño inspirado en la arquitectura de la isla de Stromboli, al sur de Italia, se muestra la mezcla de culturas en todo su esplendor. La mesa baja, de geometría octogonal, remite al mediterráneo árabe. Las columnas, por su parte, pertenecen a una casa limeña que estaba en demolición. “Me encanta reciclar”, afirma Pest. “Creo que en el Perú, en las casas antiguas que se están ‘botando’ ahora, hay unos elementos espectaculares, detalles arquitectónicos que se están perdiendo”.

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Vista del porche, con el muro de ladrillo rococho, y de la cocina. Los tablones de la mesa también han sido rescatados.

Espacios de meditación

La casa está llena de esos detalles. Desde los listones de madera de la fachada hasta algunos de los muebles, pasando por las puertas y ventanas, han sido rescatados de demoliciones. Le imprimen intensidad a los espacios, sencillos en su concepción. La cocina, el comedor y la sala están integrados en un solo ambiente, con un piso de losetas que se prolonga hasta la terraza. Por un momento se pensó en dejar los muros desnudos, sin ningún tipo de arte. Al final se optó por poner encima del sofá algunos de los cuadros que Alberto Casari pintó inspirado en su viaje a la India.

El dormitorio principal, en la planta baja, remite a los viajes y a la meditación. Es un espacio desnudo, sin apenas adornos, con una alfombra destinada a la práctica del yoga. El exterior penetra en el interior a través de una ventana baja, y el haz de luz se filtra a través de los listones de madera. Encima hay un tablero de hormigón. Es una mesa de noche, un espacio de trabajo, una mesita de apoyo, un librero, todo en uno. El piso es canto rodado vaciado en cemento blanco. En el segundo piso, tras subir unas escaleras que comienzan siendo de madera y terminan en hormigón, hay otra habitación, un dormitorio para invitados que por sus dimensiones y altura puede funcionar como taller para un artista.

El dormitorio principal, con el piso de canto rodado.

El dormitorio principal, con el piso de canto rodado.

“Trabajo muy instintivamente si hay espacio y disponibilidad de tiempo”, dice Pest. “Diseñé la casa con muebles. Creo que es lo que hay que hacer siempre. En este caso, los muebles son pocos, pero son suficientes. La mayoría son antiguos o reciclados, piezas que he ido encontrando. Quería recuperar este sabor mediterráneo, un poco oriental, como esas casas marroquíes maravillosas que están dedicadas al ocio, al relajo y al placer. Todo se fue acomodando de manera natural. No me gusta el match, que una cosa calce con otra”.

La piscina al atardecer.

La piscina al atardecer.

Es una casa viva, en permanente transformación. Todo es flexible y puede desempeñar varias funciones. El porche ofrece una banca para sentarse si lo que se desea es sacar la mesa del comedor al exterior. El sofá de la sala de estar se convierte en dos camas. El cuarto del guardián es también una habitación de huéspedes. Sin embargo, por encima de todo, la casa que ha diseñado Eva Pest es un espacio de paz y descanso. Fresca y abierta, para recibir al visitante. Sutil y sugerente, para iniciar un viaje interior.

Texto: Laura Alzubide          Fotos: Gonzalo Cáceres Dancuart