El uso y la combinación del color tiene que ver con historia, convención social y psicología. La asesora de imagen Mimi Burstein decodifica la teoría del color, y nos explica qué pasa cuando usamos tonos que nos van bien y qué tanto podemos expresar hablando con el lenguaje del color.
Por Mimi Burstein
Yo me enamoré de los colores mientras buscaba enamorarme de mí, y es que cada persona va creando las maneras de incluir (o excluir) el color en su vida.
Cuando descubrí que hay una inmensidad de tonos por cada color y que lo neutral es encontrar la opción que mejor se mezcla con tus propios tonos, todo cambió. Empecé a buscar el color que realza y acompaña, no el que opaca y toma el protagonismo. Fue entonces que me hallé guapa ante mis propios ojos.
Los colores, según Kassia St Clair (autora de “Las vidas secretas del color”) “debería de entenderse como una creación cultural subjetiva, ya que fijar una definición universal de todas las tonalidades conocidas es tan posible como establecer las coordenadas espaciales de un sueño”.
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Esta frase ilustra como las tendencias cromáticas y la interpretación que les atribuimos a los colores, cuentan parte de nuestra historia como sociedad.
Breve repaso a todo color
En la edad media mezclar colores era un asunto tabú, que se creía iba en contra del orden natural. Es recién en el siglo XVII que el rojo, el amarillo y el azul tomaron el concepto de primarios. La rueda cromática de Newton en 1704 eliminó al blanco y al negro como colores y ordenó las relaciones entre complementarios. Goethe en su tratado “Teoría del color” de 1810, sentó las bases de la psicología de color. Ahí rescata la experiencia humana como componente de la percepción, en la que influye el cerebro y los mecanismos del sentido de la vista.
El 4.5% de la población mundial no distingue del todo los colores, son daltónicos. Es genético y afecta a uno de cada doce hombres y a una de cada doscientas mujeres. Entonces no todos vemos lo mismo.
Los primeros pintores preparaban sus pigmentos a mano. Luego aparecieron fabricantes de colores profesionales que además conseguían pigmentos raros venidos de la otra punta del mundo. En 1841, con la invención de los tubos metálicos de pintura, los artistas se libraron de morteros y mezclas inestables, y por primera vez pudieron salir a pintar al exterior. Fue el acceso a colores brillantes lo que dio pie a la llamada corriente impresionista.
Artistas como como Van Gogh y Edvard Munch incorporaron colores complementarios –mezclas que lograron un resultado potente como morado y naranja– que usaron para dar estructura y dramatismo a sus cuadros, con efectos notables en sus obras.
Los protestantes expresaron su severidad y humildad a través de una paleta dominada por el negro y el blanco. Los colores vivos como el naranja, el amarillo y el azul se retiraron de las iglesias y de los guardarropas. Henry Ford se negó por años a usar otro color que no sea negro en sus automóviles.
El debate del color
No podemos negar que el color ha ido adoptando significados culturales en las sociedades, y con ello, ciertas restricciones en su uso. En la antigüedad, colores apagados y terrosos se restringían para los campesinos mientras que los colores de alta saturación, como el escarlata, eran sólo para algunos privilegiados. Encontramos leyes de este tipo en Roma y Grecia, así como en Japón y China, donde el amarillo imperial solo podía ser usado por los gobernantes y sus familias.
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Este tipo de leyes pretendían reforzar las barreras sociales a través de un sistema visual.
Pero las polémicas del color son más actuales que nunca, y en muchos niveles. En mayo del 2010 la Casa Blanca de Estados Unidos recibió al presidente de la India con una cena. Michelle Obama, primera dama en ese entonces, escogió un vestido del diseñador Naeem Khan, nacido en Bombay –sutil gesto de diplomacia–; la controversia surgió debido al color de la prenda en tonos cremas y dorados, que el diseñador definió como “nude” o “color piel”. ¿El color de piel de quién?, se preguntó en voz alta la prensa y el público. No precisamente el de Michelle. Cuando decimos “nude” para referirnos a una piel caucásica, resulta problemático, ya que evidentemente los tonos de piel (los “nude”, son muchos). Pese a eso, su uso en la moda y el styling es persistente.
Hablar un lenguaje cromático
El rojo es un color que pide ser mirado, trasmite pasión y fortaleza. Viste de confianza a quien lo elige y trae consigo una revolución.
El rosa es un tono menos intenso de rojo, un color delicado que suele ser asociado con el amor, la intuición, el respeto y el cuidado.
El naranja trasmite vitalidad, impulso y calidez, parece invitarnos a a su orilla. No es casual que sea el color del hábito que visten los monjes budistas en Asia.
El amarillo representa la luz y trasmite innovación y positivismo. Al ser tan brillante genera una alta energía por lo que no se sugiere en reuniones donde hay conflictos por resolver.
El verde es el color de la naturaleza y trasmite crecimiento y equilibrio. Se dice que tiene un efecto sanador por eso los cirujanos lo usan en su vestimenta. A su vez, está comprobado que rodearnos de vegetación levanta el ánimo.
El azul al ser el color del cielo y del océano, trasmite calma. En el ámbito de los negocios, vestir de este color sugiere integridad y responsabilidad.
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En el mundo del marketing es utilizado con frecuencia para logotipos.
El morado es un color profundo que al ser difícil de obtener fue por mucho tiempo el designado para los miembros de la realeza. Trasmite cierto misticismo, creatividad, distinción y sabiduría. Los detalles en este color son recomendables si estás buscando visibilidad.
El negro, que en el antiguo Egipto representaba fertilidad y crecimiento, hoy es usado para trasmitir fuerza, sofisticación y poder. Además, resulta atemporal. Sin embargo, proyecta poca accesibilidad y no es el ideal si quieres diferenciarte o hablar en público.
El blanco: automáticamente proyecta bienestar. Trasmite pureza, inocencia e impecabilidad. Agranda toda superficie dónde esté por lo que en paredes de espacios pequeños y de poca luz funciona bien.
Estas son sensaciones generales. Ahora bien, para cada color hay muchos tonos con temperaturas diferentes. En la teoría del color distinguimos a las personas por las estaciones del año. A la persona “otoño” le irán bien los tonos cálidos; a la persona que es “verano” le servirán los tonos fríos pasteles. Dentro de cada estación hay subestaciones. La piel, el pelo, los ojos, todo influye para determinar a qué estación perteneces. Al aplicar la teoría del color te das cuenta de ciertos mitos. Por ejemplo: el negro no es ese básico que le va bien a todo el mundo. Lo sé, es una verdad incómoda. Pero eso será motivo de otra columna.
Al elegir los colores que nos acompañan debemos tener en cuenta que lenguaje, cultura y color sientan precedentes que no podemos ignorar, y sensaciones que no podemos evitar. Usémoslas a nuestro favor al hablar con fluidez el lenguaje del color.