Conversamos con el mejor jugador peruano en el Mundial de Rusia antes de que partiera rumbo al fútbol árabe.
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No solo nos encontramos con él, sino con su novia española y sus adorables mellizos. A continuación, un íntimo retrato de aquel que nos hizo gritar un gol en el torneo futbolístico más importante del planeta después de treinta y seis años de silencio.
Por Isabel Miró Quesada Fotos de Álvaro Gracia
Es el hombre del momento. Me lo encontré de casualidad paseando por Madrid y una amiga y yo lo abordamos dando de alaridos: “¡Carrillo! ¡Carrillo!”, desde el otro lado de la calle. Habían pasado pocos días desde que metió el primer gol de Perú en un Mundial luego de treinta y seis años. Llevaba una camiseta Gucci, zapatillas de deporte y sus míticos rulos decolorados. Un buen reloj (le encantan), unos buenos aretes… ¿Será, tal vez, uno de los peruanos con más estilo?
Luego aprendí que es muy medido en sus gastos. Que no compra autos de lujo (se moviliza en Uber), ni vive en una mansión, ni tiene empleados (solo una niñera para sus dos hijos), y que la frugalidad le viene de familia: hace unos años le compró a su madre un departamento en San Isidro, pero ella prefiere seguir en su casa de Surco Viejo, al que considera su barrio. Pero vamos por partes.
El encuentro
Ese día me tomé un selfie con André Carrillo y mi cuenta de Instagram explotó. Era obvio. André fue el mejor futbolista de la selección nacional en el Mundial, según la prensa especializada, y se ha convertido en el nuevo ídolo de chicos y grandes. André no solo jugó un gran Mundial, sino que fue el único peruano elegido como “Man of the Match” durante el torneo (al finalizar el partido de Perú contra Australia, que acabó 2-0 a favor nuestro).
Cuando lo conocí, en julio, estaba por irse con su familia a Ibiza, a descansar y, también, a pensar sobre las ofertas que le habían hecho llegar clubes de todas partes del mundo. Dos de los más interesantes que estaban tras él eran un club de la primera división inglesa y uno saudí, el Al Hilal. Este último le extendía un cheque gordísimo. No era una decisión fácil.
Cualquier jugador que ha gozado la emoción de ser parte de las ligas mayores quiere lucirse en los torneos más importantes del mundo, y si bien Arabia Saudita, ahora al mando de un vanguardista príncipe Mohámed, está invirtiendo mucho en el fútbol, y seguro mejorará muchísimo su nivel, la primera división inglesa es… bueno, no hace falta explicarlo. Pero antes que jugador de fútbol, André es padre y, al final del día, cuando hay que pensar en frío, el bienestar de sus hijos es lo que mueve la aguja.
Samira y Cédric
Tienen nueve meses (ocho cuando se hizo la sesión de fotos en Madrid). Samira y Cédric son una belleza. Unos mellizos adorables con el mejor carácter que un bebé puede tener.
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Cédric contempla el mundo fascinado, nada lo hace llorar, y Samira no para de reírse. Ambos tienen los ojos enormes y los cachetes chaposos.
André llega al hotel Wellington empujando el cochecito de sus hijos. Está listo para la entrevista. Lo acompañan su pareja desde hace tres años y madre de los niños, Suhaila Jad, y la madre de Suhaila. Es el cuadro de una familia perfecta. Suhaila es pequeñita, delicada, flaca (todo lo contrario a su carácter, descubriría minutos después), morena, guapa. Se nota que siempre va bien arreglada. Su madre tiene un estilo clásico. Ambas son españolas. Pasamos al salón donde se les ha de preparar para las fotos, pero André me pide un momento: “Los niños tienen que comer”, me dice.
Entonces toma un plátano y empieza a chancarlo él mismo. Ya me habían comentado que no le rehúye a actividades como cambiar los pañales a sus niños, o prepararles el biberón. Con ese buen humor que lo caracteriza asume cada momento con ellos como una gran alegría. No para de cargarlos, de hacerles muecas para que se rían, y de llenarlos de besos.
“Cuando tienes hijos solo quieres verlos contentos, no quieres que se ensucien, ni verlos irritados, escaldados… Y yo creo que por más que los hombres digan que no lo hacen, cuando tienes a tus bebés el amor te lleva a hacer todo”, me explica, mientras intenta que Cédric coma la papilla recién hecha. “¿Es verdad que quieres tener cinco hijos?”, le pregunto. “Al principio, sí, antes de tenerlos; ahora nos lo estamos pensando”, dice con humor, “pero tres, sí… mínimo”, añade.
Él también tiene unos padres muy comprometidos, me cuenta. Su madre, Ana María Díaz, fue ama de casa, y su padre, Álex Carrillo, policía. Aunque ya no están juntos, mantiene una estrecha relación con los dos. “Mi papá es mi pata”, dice, “yo le cuento todas mis cosas, me mato de risa con él. Siempre lo invito de vacaciones. Y mi madre viene una vez al año a visitarme a Europa, en los siete años que llevo acá. Y ahora, con los nietos, seguro querrá venir más”. Su madre, me cuentan, es quien siempre lo empujó a jugar.
“Me crié en Breña. No me acuerdo a qué edad nos mudamos a Surco Viejo. Mis padres pagaron para que desde chiquito entrenara en la academia. Pero cuando tenía trece años se quedaron sin capacidad de seguir pagando y dejé de jugar por mucho tiempo. Solo quedaba lograr entrar a un club, y conseguí entrar al Bentín, dónde estuve dos años. Luego fui a Alianza. Estuve dos años en menores y dos de profesional”.
Las grandes ligas
Estando en Alianza Lima conoció a Elio Casareto, su manager hasta el día de hoy. “Lo conocí a los quince años”, precisa. Elio también está presente en la entrevista. Representa a once de los jugadores de la selección peruana actual. Apostó por el fútbol a principios del milenio y, ni qué decirlo, lo creyeron loco.
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André me cuenta que el momento más importante de su vida fue cuando salió del Perú rumbo al Sporting de Portugal. “La experiencia en Portugal fue increíble. La liga portuguesa es supercompetitiva. Además, del Benfica y del Sporting salen los mejores jugadores jóvenes”. Explica que el roce que ha tenido con jugadores de la más alta capacidad es lo que lo preparó para el Mundial, y ese gol… “Marcar el primer gol peruano en el Mundial me dio una adrenalina inigualable”, dice André. Habla tranquilo, pausado. “Obviamente me hubiera gustado marcarlo peleando por la clasificación, y no cuando ya estábamos fuera”, agrega.
Sin embargo, cuenta que, al interior de la selección, se vivió siempre un ambiente muy positivo durante todo el torneo. “Lo llevamos muy bien, porque la gente peruana solo nos daba buenas vibras, mensajes de apoyo. Fue increíble la cantidad de gente que viajó. Desde los amistosos nos sentíamos locales. Los estadios estaban totalmente repletos de peruanos. Incluso en el partido contra Australia, cuando ya estábamos eliminados”.
Todos recordamos el gol de Carrillo, y el gesto con el que se lo dedicó a sus hijos y a Suhaila, “las personas con las que paso mi vida y que amo”.
Encuentra la nota completa en la edición 648 de COSAS.
El amor
Conoció a Suhaila en una discoteca, en Lisboa, cuando jugaba ahí. (Portugal fue el primer país extranjero en el que jugó Carrillo; hasta la fecha, pertenece a un equipo de allá, el Benfica. A Arabia Saudita se ha ido a jugar en calidad de préstamo). “Ella estaba con unas amigas, y primero se generó un grupo grande de patas; éramos como seis.
Hacíamos planes como ir al cine o a los juegos eléctricos. Por mi profesión, no puedo tomar o hacer muchas cosas”, comenta. Suhaila era famosa en España por haber participado en varios reality shows. De hecho, creo que es correcto afirmar que, al menos durante esos años y en España, ella era la famosa de la relación. Un año y medio más tarde decidieron tener hijos. Por el momento no han pensado en casarse, aunque “está en los planes a futuro. Tal vez cuando los bebés sean más grandes, para que también disfruten del matrimonio”, explica André.
El off the record
El día en que se jugó la final del Mundial yo recibía mi cumpleaños, así que invité tanto a André como a Elio, a mi amiga Stephanie Cayo y a su mamá, Ana Sanguinetti, a una terraza de Madrid. Era una verdadera reunión de peruanos famosos en el extranjero; salvo por mí.
Esa tarde pude apreciar a André tal y como es, y he llegado a la conclusión de que parte de su éxito tiene que ver con su personalidad. Es un encanto. Gracioso, ingenioso, inteligente, mesurado, sencillo, pícaro, con personalidad a chorros… El mejor amigo que todos queremos tener. Tiene un gran respeto por Gareca, y está convencido de que Perú en el Mundial es una realidad que ha llegado para quedarse. Como él.