Hijo de Mia Farrow y Woody Allen, y heredero de una de las dinastías más importantes del cine estadounidense, este joven periodista creció bien consciente de los peligros y privilegios que la fama y el poder pueden acarrear. Sus reportajes en “The New Yorker” contribuyeron a la caída de Harvey Weinstein, la creación del movimiento #MeToo y le valieron un Pulitzer. Y ese es solo el comienzo.

Por Manuel Santelices

ronan farrow

En setiembre, Ronan Farrow publicará un libro sobre relaciones internacionales.

Lo primero que hay que saber de Ronan Farrow es que es un genio. No, perdón, lo primero que hay que saber de Ronan Farrow es que es el hijo biológico de Mia Farrow y Woody Allen y que, además, es un genio. Y ese es solo el comienzo de su historia. Partamos por su pedigrí como príncipe de una dinastía formada por el lado materno no solo por su madre, Mia, sino también por su abuelo, el famoso director John Farrow, y su abuela, la legendaria actriz Maureen O’Sullivan. Por el lado paterno basta mencionar a Woody para darse una idea de la fama y talento que Ronan recibió como regalo desde el momento en que dio su primer suspiro en este mundo.

Pero a pesar de un comienzo tan auspicioso, las cosas se complicaron rápidamente de ahí para adelante. En 1993, cuando tenía apenas seis años, fue testigo de la repentina y muy escandalosa separación de sus padres; un juicio por su custodia y la de dos hermanos mayores, Dylan –su hermana biológica– y Moses, uno de sus diez hermanos adoptados; el muy comentado romance de su padre con su media hermana, Soon-Yi Previn, y finalmente de las acusaciones de Mia respecto a que Woody había abusado sexualmente de Dylan cuando esta tenía apenas seis años.

Ronan Farrow

Ronan, a la derecha, junto a su madre y sus hermanos en Nueva York (1995).

Este huracán de recriminaciones, portadas sensacionalistas y dolorosos quiebres tuvo sin duda un efecto en Ronan que, luego de que Mia obtuviera la custodia absoluta de sus hijos con Woody, creció bajo la sombra protectora y en ocasiones cuestionada de su famosa madre.

Por lo mismo, desde un comienzo estuvo de su parte y de la de Dylan respecto a los crímenes jamás comprobados de Allen, una situación que, como queda claro ahora, ha tenido enormes consecuencias en su vida personal y profesional.

Ronan Farrow

Cuando todo era armonía: con sus padres Woody Allen y Mia Farrow.

Cuando “The Hollywood Reporter” le preguntó en enero de este año cuándo había visto a su padre por última vez, Ronan, ahora de treinta años, dijo que le era imposible responder, que no lo recordaba. Luego agregó que durante su niñez y adolescencia habían tenido contacto esporádico, conversaciones y mensajes por aquí o por allá, pero que luego el director había prácticamente desaparecido de su vida.

New friends on the plaza.

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Tampoco ha ayudado a su cercanía el hecho de que Mia, en una entrevista con “Vanity Fair” hace un par de años, sugiriera que su verdadero padre era su exmarido, Frank Sinatra, no Woody, un asunto que Ronan se niega a tocar en entrevistas de prensa. Su ADN es cosa de él, alega.

That “been at the office til 4am closing the story” glow.

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De adulto, ha criticado públicamente a Woody en múltiples ocasiones, uniendo el supuesto abuso que el director cometió a la ola de acusaciones que ha despertado el movimiento #MeToo, que en gran parte se creó por su trabajo como periodista de investigación de “The New Yorker” en una serie de artículos sobre Harvey Weinstein que lo llevó a ganar el premio Pulitzer este año.

Resting beach face.

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Una mente brillante

Según ha dicho Ronan, tener más de una decena de hermanos provenientes de países en crisis, muchos de ellos con discapacidades, hizo que se sintiera desde un principio sensible al dolor ajeno. Autodefinido como ‘super nerdy’, fue un alumno brillante desde la primaria, saltándose cursos completos, permanentemente aburrido en las aulas, y asistiendo desde los once años a clases en Bard, uno de los colleges más prestigiosos de la costa este de Estados Unidos. Después de graduarse, y con apenas dieciséis años, fue contratado como interno en la oficina del banquero y diplomático Richard Hoolbrooke y de ahí pasó a colaborar como asesor de las campañas presidenciales de John Kerry y, posteriormente, Hillary Clinton. A los dieciocho años se matriculó en la Escuela de Leyes de Yale y se convirtió en abogado profesional a los veintiuno, un período que pasó en gran parte postrado en una silla de ruedas o caminando en muletas luego de ser contagiado por un virus en su fémur durante un viaje a Sudán.

Ronan Farrow

Ronan y Mia, durante la ceremonia de los premios Emmy, en 2002.

En 2014, la cadena MSNBC le dio con gran fanfarria su propio show, el que resultó ser un estruendoso fracaso. Sus apariciones en NBC tampoco tuvieron gran éxito entre la audiencia, pero de algún modo cimentaron el brillante giro que tendría su carrera después. Fue ahí donde el periodista sugirió hacer una serie de reportajes sobre acoso sexual en Hollywood, una idea que fue originalmente aceptada y que lo llevó a iniciar una intensa investigación sobre el tema. En un momento, presentó a sus editores la posibilidad de una serie de entrevistas a testigos y evidencias sobre abusos cometidos por Harvey Weinstein, por entonces considerado uno de los hombres más poderosos –probablemente el más poderoso de todos– en Hollywood. Los editores cancelaron el proyecto poco después por razones que todavía no están realmente claras. Quizás, como el propio periodista, sufrieron presiones y amenazas.

Coopering.

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Como sea, Farrow llevó su investigación a “The New Yorker”, donde fue mucho mejor recibido y donde, luego de la publicación del primero de sus reportajes, se convirtió en uno de los principales responsables de la estrepitosa caída de Weinstein y del efecto dominó que ella ha tenido en la cultura de abusos y acosos en Hollywood. El periodista, que mantiene desde hace largo tiempo una relación con el escritor y guionista Jon Lovett –que, entre otras cosas, escribió discursos para Barack Obama y Hillary Clinton–, se niega a convertirse en un símbolo del movimiento #MeToo. Según ha dicho, ese lugar pertenece a las víctimas que con gran valentía han contado su historia. Por otra parte, no quiere ser definido por solo una parte de su trabajo, por muy importante que haya sido. En otras oportunidades, Farrow ha informado sobre la situación de mujeres abusadas en campos de refugiados, historias que han dejado también una profunda huella en él. Así las cosas, el joven reportero ocupa ahora un lugar privilegiado en el periodismo actual de Estados Unidos.