“De cualquier manera, trabajos in situ” es el nombre de la muestra que ha traído por primera vez al Perú al artista y que podrá ser visitada de manera gratuita hasta el 1 de agosto en el Museo de Arte Italiano. Se trata de una oportunidad única para apreciar la obra de uno de los grandes maestros del arte contemporáneo.
Por Raúl Cachay
A los 81 años, Daniel Buren mantiene el espíritu transgresor y el nervio inconformista que, décadas atrás, lo convirtió en involuntario protagonista de innumerables polémicas y controversias, no solo con las autoridades y las fuerzas del orden (Buren es, en más de un sentido, un genuino precursor del arte urbano de iconos como Jean-Michel Basquiat, Keith Haring o el propio Banksy), sino también con sus propios colegas y los partidos de ultraderecha en Europa.
Pese a la naturaleza ‘punk’ de sus pergaminos, Daniel Buren es un hombre abrumadoramente amable y afectuoso. A su paso por Lima, a propósito de la inauguración de su primera exposición en el país, el artista que fue convocado por el estado francés para ‘intervenir’ el emblemático Palais Royal parisino -lo que generó un engorroso enfrentamiento entre el gobierno de Francois Miterrand y la oposición que incluso alcanzó los debates previos a las elecciones legislativas de 1986-, puso aquí en práctica su obsesión con preparar piezas e instalaciones para locaciones específicas, lo que ha transformado por completo las salas y espacios del Museo de Arte Italiano del centro de la ciudad.
“Casi todo el trabajo que he traído a Lima es ‘transportable’, algo muy raro en mi producción artística. Y la mayoría de estas piezas está siendo exhibida por primera vez en esta muestra. El montaje ha sido ‘in situ’, y ha sido pensado específicamente para el Museo. También añadimos algunas piezas que ya han sido mostradas ante el público previamente. Las piezas hechas con fibra óptica, por ejemplo, fueron exhibidas por primera vez siete u ochos meses atrás, por lo que son también bastante recientes. Estos trabajos son una especie de ‘prototipo’ de una nueva técnica que estoy empezando a explorar. Finalmente, hay dos cuadros que se remontan al año de 1964, cerca de mis inicios en el arte”, explica Buren, sobre las características de “De cualquier manera, trabajos in situ”, la exposición que se mantendrá abierta al público hasta el 1 de agosto -con ingreso libre- y que ha sido posible gracias a las gestiones de Galleria Continua y Tulsi Karpio, que el año pasado trajeron al mismo Museo de Arte Italiano la espectacular muestra del icono del ‘arte povera’ italiano Pistoletto.
¿En qué momento decidió abandonar el trabajo en el estudio y empezó a realizar sus primeras intervenciones urbanas?
Buscando un espacio que no fuera el de los estudios, las galerías y los museos, solo quedaban libres las calles de París para que yo pudiera utilizarlas como una suerte de lienzo. Si hablamos del último medio siglo, soy una especie de antecesor del arte callejero. Los primeros grafitis en las calles de Nueva York recién aparecieron a inicios de la década del setenta, y luego se fueron diseminando por todo el mundo. Mis primeras intervenciones urbanas ocurrieron algunos años antes de que cualquier otro artista hiciera algo semejante en las calles. Pero la idea de pegar carteles en las paredes con distintos mensajes y anuncios es algo que forma parte de la idiosincrasia parisina desde la Revolución Francesa. Las paredes de París siempre han sido utilizadas. Mi modelo, si es que lo tuve, fue la acción, muy común en Francia, de usar afiches en las calles, ya sea para anunciar una huelga o buscar un cambio en el gobierno.
Aunque lo suyo consista, básicamente, en composiciones abstractas de colores y formas geométricas, su trabajo nunca ha dejado de ser político…
Cualquier producción artística que se hace pública, incluso aquella del peor artista plástico que se te pueda ocurrir, tiene un carácter político. Y no se trata de decir que eres de izquierda o de derecha, o lo que fuera. Esta actividad, apenas te atreves a hacerla pública en una galería, se torna decididamente política. Que tú decidas que mi trabajo es bueno o malo por ser totalmente progresista o reaccionario, eso ya es otra historia.
Contra todos
A inicios de la década de los setenta, su producción artística callejera ya lo había hecho relativamente conocido en el medio artístico francés, pero en la otra orilla del Atlántico, Daniel Buren era todavía un desconocido. Por eso, cuando fue invitado por el museo Guggenheim de Nueva York a participar en una colectiva junto con otros artistas estadounidenses y europeos, muchos de ellos ya ampliamente reconocidos por la crítica anglosajona, Buren sintió que había llegado su gran oportunidad de hacerse de un nombre propio lejos de las fronteras de su país. Nunca imaginó que terminaría protagonizando la primera gran controversia internacional de su carrera artística cuando, ofendidos porque colocó una pieza en el hall central del museo, un grupo de artistas ‘boicoteó’ su participación en la muestra y forzó al museo a retirar su obra sin consultárselo.
“Yo siempre fui consciente de que debía tener cuidado de no hacer ninguna provocación ‘a priori’. ‘Provocar’ es muy fácil. Cualquiera puede hacerlo. Personalmente, no es algo que me guste hacer o que busque de manera consciente. Pero, por supuesto, siempre hago lo que yo creo que es lo que tengo que hacer, dependiendo de cada situación. Yo fui invitado por el Guggenheim para mostrar esa pieza que hice específicamente para el museo a inicios de 1971. Y antes de instalarla envié el boceto con todos los detalles de la obra, que el museo aceptó con total entusiasmo. Eso significa que las autoridades sabían perfectamente qué es lo que llevaría a Nueva York, pese a que yo nunca suelo decir o anunciar con anticipación qué es lo que voy a hacer en un determinado lugar”, recuerda Buren.
“Un día después de la pre-inauguración para invitados y artistas, entré al Guggenheim y mi trabajo había desaparecido. Fue una sorpresa realmente horrible para mí. Utilicé un espacio que hasta entonces nunca había sido ocupado por una pieza de arte contemporáneo. Solo había sido empleado una vez para colocar temporalmente una escultura de Alexander Calder. Pero nadie había ‘jugado’ con la arquitectura del lugar, como yo lo hice. Creo que se unieron muchos factores en mi contra: era un artista aún desconocido, provenía de Europa y, pese a que se trató de una colectiva ‘internacional’, casi todos los artistas que participaron eran estadounidenses. Yo no hice esa pieza con el objetivo de provocar a nadie, pero fue destruida. La provocación, en todo caso, vino del museo y de los artistas estadounidenses que lo forzaron a tomar la decisión de retirarla sin mi consentimiento”.
El arte como consigna
Varios lustros después, cuando ya era un artista consagrado con obras públicas en diferentes ciudades del globo, Buren fue convocado por el estado francés para la intervención del Palais Royal parisino, probablemente su trabajo ‘in situ’ más emblemático y celebrado. Pero, tratándose de una obra que terminaría modificando uno de los edificios más visitados del centro de la capital francesa, el proyecto no tardó en desatar la ira de las fuerzas políticas conservadoras, que estuvieron muy cerca de dejarlo trunco.
“Mi obra en el Palais Royal se convirtió en uno de los temas de campaña y una de las grandes ‘preocupaciones’ de las elecciones legislativas. Creo que nunca antes se había producido una polémica tan grande en torno a una obra de arte desde el siglo XIX, con la famosa controversia generada por el trabajo de Édouard Manet y los pintores modernistas. La derecha usó las críticas a mi obra para atacar a los socialistas, para decir que estaban ‘destruyendo’ el patrimonio parisino. Pero, al estar ubicada en una zona tan céntrica de París, rodeada de edificios gubernamentales, lo cierto es que muchos funcionarios se oponían a la obra porque esta les quitó un espacio que habían improvisado como estacionamiento. Estaban furiosos por perder el lugar donde solían dejar sus carros. A mí, eso me parecía fantástico. Pero un juicio logró paralizar la obra por un asunto burocrático y, cuando creíamos que ya no podríamos seguir adelante y que la instalación sería destruida, recurrimos a una antigua ley francesa que determina que, si una obra de arte en un espacio público es iniciada, esta debe ser terminada forzosamente por el artista a cargo. Y así conseguimos terminarla”, explica.
Futuro incierto
La polémica del Palais Royal ocurrió a mediados de los años ochenta, pero la extrema derecha no ha dejado de acumular poder desde entonces en Francia. Las recientes protestas de los llamados ‘chalecos amarillos’, soliviantadas por Marine Le Pen y el Frente Nacional, que estuvieron a punto de hacer colapsar al país, son una preocupante prueba de ello. Frente a este escenario, ¿qué espera Daniel Buren del futuro inmediato de su país?: “Quizás no sea la persona más adecuada para responder esa pregunta porque soy sumamente pesimista con respecto al futuro no solo de mi país, sino de todo el planeta. Pero es verdad que la situación política en Francia y en casi toda Europa es muy preocupante. Desde el principio, desafortunadamente, yo ‘olí’ que detrás de las protestas de los chalecos amarillos, cuyos reclamos por cierto son válidos, estaba involucrada la extrema derecha. Obviamente, no tengo pruebas, pero ¿qué otro sector político puede estar detrás de todas esas consignas xenófobas y antisemitas?”.
Buren prefiere terminar la entrevista con la mirada puesta hacia el futuro. Su próximo proyecto, uno de los más ambiciosos de su carrera, es también un homenaje a la Comunidad Europea, una organización que hoy se enfrenta a las peores encrucijadas de su historia, con el Brexit y el ascenso del neofascismo en países como Italia y Hungría.
“Mi siguiente gran proyecto, que ya empecé, se hará en una de las islas más pequeñas del Mediterráneo”, se entusiasma Buren. “Se trata de Ventotene, en Italia, que tiene como particularidad que muy poca gente vive en ella, sobre todo en invierno. De hecho, hace poco tuvieron que cerrar la escuela porque ya no quedaban más niños en la isla. A un lado de Ventotene, queda otra isla aún más pequeña que funcionó como prisión para los opositores políticos de Mussolini. Un grupo de estos prisioneros, en medio de la guerra, escribió un manifiesto que estableció las bases de lo que, tiempo después, se convertiría en la Comunidad Europea. Se puede decir que allí empezó la CU. Tuve la idea de hacer una intervención a gran escala con el color de las fachadas de todas las casas del lugar, pero para poder conseguirlo era necesario que todos los habitantes estuvieran de acuerdo. Yo pensé que eso era imposible, inicialmente, pero al poco tiempo me presentaron un documento con las firmas de todo el pueblo. ¡Prometo enviar fotografías cuando la terminemos!”.