En la siguiente entrevista, Cillóniz nos comparte sus recuerdos y reflexiones como un empresario agrícola cuya reciente incursión en la política regional (ha sido gobernador de Ica entre 2015 y 2018) ha dejado la puerta abierta a dar el salto a las lides de la política nacional. Según sus palabras, parece que no va a “arrugar”.
Por César Becerra / Foto de Javier Zea
Hace cincuenta años, la dictadura de Juan Velasco Alvarado (1968-1975) iniciaba el proceso de cambios más profundos sobre la propiedad de la tierra en la historia peruana contemporánea: la expropiación de más de diez millones de hectáreas agrícolas que fueron adjudicadas a cooperativas y comunidades campesinas afectó la propiedad privada de cientos de empresarios del sector.
Por aquel entonces, Fernando Cillóniz era un muchacho de 18 años que estudiaba Ingeniería Económica en la UNI, y miembro de una familia que se vio directamente perjudicada por la política velasquista.
¿Cómo era su vida hace cincuenta años, antes de que empezara la dictadura de Juan Velasco Alvarado?
A los 18 años era un futbolista; acababa de salir del colegio. Ingresé a la UNI en 1969.
¿Cómo era la UNI por aquellos años?
Era una universidad muy politizada. Por ejemplo, he sido testigo de cuando expulsaban del campus a ministros invitados a dar charlas; todos militares… Los estudiantes los botaban a punta de gritos y pedradas. Era una universidad muy revolucionaria, pero nunca dejó la exigencia en términos de rigurosidad matemática.
¿Y en términos familiares? Usted proviene de dos familias vinculadas a la minería y a la agricultura…
Por el lado paterno, a la agricultura; y a la minería por el lado materno. Buenaventura en aquel entonces era una operación pequeña, y la hacienda San José, en Chincha, era como toda la vida. Sin embargo, entre 1969 y 1970, pretendieron expropiar San José.
¿Cómo reaccionó su familia ante el inicio de la reforma agraria?
Se venían las expropiaciones de las haciendas. Por la familia Cillóniz, teníamos la hacienda San José, y, por el lado materno, la hacienda Huamaní, que fue expropiada íntegramente. San José, no. Ambas fueron erigidas a inicios del siglo XX. Las expropiaciones estuvieron cargadas de rencores y prepotencias.
¿Cómo era una expropiación?
Aparecían nuevos funcionarios públicos, la mayoría militares o ‘ayayeros’ de los militares, que adquirían un poder inusitado, porque eran quienes venían y expropiaban. Como toda ley, había causales para justificar una expropiación. Una de ellas era la “conducción indirecta”. Ellos (el gobierno) creían que para merecer la propiedad agrícola había que vivir sobre dicha propiedad. Pero ese era el caso de mi mamá. Mi papá acababa de morir (falleció en 1968). Y mi mamá, viuda, y Augusto, mi hermano mayor, tomaron la gestión de la hacienda y vivían literalmente en San José. Pero ¿cómo demuestra uno que vive ahí? No convences a un funcionario abusivo, arbitrario… Y, efectivamente, San José iba a ser expropiada, como fueron expropiadas casi todas las haciendas del país. Sin embargo, es muy conocida la historia de cuando ya iba a ser expropiada en tercera y definitiva instancia. Era el cumpleaños del general Velasco, y mi mamá estaba incidentalmente en la Plaza de Armas, en todos los ajetreos legales para revertir la expropiación, y vio una cola de campesinos y campesinas que salían de Palacio de Gobierno; una fila que daba la vuelta a la Plaza. Por pura curiosidad, preguntó a un agente municipal por el motivo de la cola. Él le respondió que era el cumpleaños del general Velasco. Entonces, mi madre pidió permiso para pasar a saludar al general y le dijeron que por supuesto. Fue, hizo la cola y, cuando llegó a saludarlo, se identificó: “Yo soy Ángela Benavides, viuda de Cillóniz, y usted está cometiendo una injusticia porque está expropiando la hacienda San José cuando yo la conduzco personalmente”. Se dice que Velasco se atarantó, como no puede ser de otra manera cuando lo único que uno recibe son saludos y saludos y viene una dama de cuarenta y tantos años a increparlo por el abuso que se iba a cometer. A los pocos días, mi mamá recibió una llamada de un representante de Velasco para analizar el caso de la expropiación de San José y se comenzó una negociación. Era evidente que estaban abusando de sus derechos y llegaron a una transacción. La verdad fue que la chantajearon: “Cedan una parte de la hacienda y les dejamos la casa hacienda y cien hectáreas”, le dijeron. Lo consultó con sus hermanos y le recomendaron salvar la casa y una fracción de la hacienda. Pero fue expropiada del resto, seguramente 250 a 300 hectáreas adicionales, por las cuales no se pagó ni un sol.
A partir de allí, ¿cómo cambió la productividad de las propiedades?
Pasa exactamente lo que sucede con las expropiaciones: hay una inercia. Los campos superproductivos siguieron produciendo por un tiempo más. Las plantas no decayeron de la noche a la mañana; fueron dos o tres años de bonanza y, por supuesto, los cooperativistas literalmente descubrieron el oro, pero no duró más. Luego la caída fue estrepitosa. Primero, por la productividad del campo, que se vino al suelo; y segundo, por el despilfarro de la bonanza económica que sintieron en los primeros años. Desde el punto de vista económico, la reforma agraria fracasó.
Si usted hubiese tenido que administrar una cooperativa, ¿qué habría hecho distinto?
Hubiera contratado a gerentes calificados, que es lo típico en estas adjudicaciones, cuando los beneficiarios no tienen la capacidad gerencial. Cada uno se distribuye los cargos y gente no calificada asume la gerencia. Había unas maestranzas muy sofisticadas, unos talleres de mecánica y de carpintería. Eran muy competitivos y muy modernos para la época, y todo eso se arruinó.
Entonces, ¿el modelo de cooperativismo per se no es malo?
Es muy bueno. Nosotros conocemos modelos cooperativistas estupendos en otras partes del mundo. Hoy por hoy, en los Estados Unidos, en Holanda, en Israel, inclusive en Chile, hay cooperativas muy exitosas; sin ir muy lejos, en nuestro país, pero funcionan de maravillas simplemente cuando la gente sabe reconocer sus talentos y debilidades y contrata de manera cooperativa a gerentes técnicos muy calificados. Pero aquí no pasó eso, aquí se politizó toda la gestión del agro y, por supuesto, gestionaron las empresas personas no calificadas. Yo he llegado a la conclusión de que la reforma agraria produjo el empobrecimiento que gestó el terrorismo de los años ochenta. Hay peruanos que dicen que la reforma agraria tenía por objetivo evitar el terrorismo, que el terrorismo se hubiera gestado antes, en los setenta. Yo no creo en eso. El terrorismo se gestó en los ochenta, diez años después de la reforma agraria, dado el empobrecimiento del campo, que fue lo que generó el inicio de la subversión, porque había mucha pobreza; sobre todo, en la sierra. Por esa y por otras razones más, la reforma agraria fue un desastre.
¿Cómo aceptó incursionar en política y llegar a ser Gobernador Regional de Ica?
A la política me llevaron. Yo no busqué ser político. Mi familia me tendió una trampa. Mi familia conocía a Keiko Fujimori –yo personalmente no la conocía, ni ella a mi. Faltando una semana para el cierre de candidatos para la campaña electoral del 2014, Keiko me llamó y me ofreció ser candidato por su partido. Yo le advertí que no tenía ninguna pretensión de ser político y que no sabia ser político. Ella insistió. Y yo acepté para no arrugar. Razoné: yo no tengo experiencia, voy a candidatear, en octubre eran las elecciones –esto era fines de junio-, pierdo cuatro meses y vuelvo a mi vida normal. Y no arrugué. No quería cargar toda mi vida con la mochila de la negativa a asumir el reto de la política.
El problema es que gané. Salió lo que no creía que iba a pasar. Tengo formación de ingeniero, maestría en administración y finanzas y bueno tengo una educación moral que me parece me califica para asumir un cargo y la verdad que descubrí mucha gente estupenda al interior del estado con quien pude gobernar. Yo no goberné con mis amigos, con militantes ni con cercanos. Yo fui a SERVIR, a quienes no conocía y yo se la debo a SERVIR. Ellos atendieron nuestros requerimientos y nos mandaron quince o más gerentes públicos para nuestros hospitales que eran un caos total. Había corrupción en salud, en transportes, en educación y en todo. Fueron estos gerentes públicos quienes pusieron orden y disciplina.
¿Cuál es su balance respecto a su relación con el fujimorismo?
Yo gané gracias al fujimorismo porque Keiko fue quien me hizo ganar con su respaldo. Ella fue súper popular el 2014. Yo nunca he visto tanta afinidad de la gente con ella y tanto cariño popular. Ella vino a Ica cinco veces a respaldar mi campaña y me hizo ganar. Ella se dirigió a la población iqueña y les instó a que votaran por mi. Por eso reconozco que ella me hizo ganar….Mi compromiso con ella fue que yo iba a luchar contra la corrupción y ella me respaldó. Sin embargo, al día siguiente de mi triunfo electoral ya empecé a recibir las llamadas indecentes, por decirlo menos, de los congresistas de Fuerza Popular. Hay que ayudar a este de aquí, a estos militantes que nos han apoyado, etcétera. Y de eso no se trata la gestión de gobierno…Ahí empezaron los problemas. Sin embargo, Keiko me siguió respaldando hasta cuando ella perdió. Cuando ella perdió, ella cortó la comunicación conmigo.