A continuación, un extracto de “K.O. P.P.K. Caída pública y vida secreta de Pedro Pablo Kuczynski”, el nuevo libro de Marco Sifuentes. ¿Cómo reaccionó el exmandatario tras ser acusado por Marcelo Odebrecht? ¿Cómo comenzó a gestarse su desprestigio político?
No tenía por qué haberlo mencionado. Pero lo hizo. Durante el interrogatorio Marcelo Odebrecht decidió soltar la bomba: PPK había sido ‘conselheiro econômico’ de su empresa. El procurador brasileño le estaba preguntando por Keiko, si la conocía, y, de pronto, Odebrecht solo habló del presidente:
No. Siempre tuve contacto con los presidentes. También tuve contacto con PPK, el actual presidente, en la época en que era ministro. Después cuando devino en consultor. Él hacía una especie de evaluación del escenario económico del país para nosotros y varias empresas, en algunos eventos. Con Keiko no llegué a estar presente.
“La revelación provocó un silencio súbito en la sala, mientras los abogados de Keiko Fujimori ocultaban con dificultad la sonrisa”, escribió Gorriti, el periodista que destapó el caso.
–Fue en venganza por el Decreto 003 –dice un exconsultor de Odebrecht–. Marcelo podría no haber dicho nada. No venía a cuento.
El fiscal José Domingo Pérez, repuesto de la sorpresa, cogió el asunto al vuelo y dedicó varios minutos del interrogatorio a este nuevo tema. Era una bomba nuclear.
Pero el estallido pareció durar menos de 24 horas. Al día siguiente de la revelación, el 15 de noviembre de 2017, en el Estadio Nacional, con goles de Farfán y Ramos, el Perú clasificaba a un mundial después de 36 años.
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Mientras la opinión pública se entregaba al delirio mundialista, autoridades y periodistas se toparon con un escollo que por previsible no era menos infranqueable: lo arduo que resulta descifrar un entramado empresarial trazado veinte años atrás. En especial, si la persona en el centro del laberinto lo niega todo, una y otra vez.
“Yo nunca he tenido vínculo profesional con Odebrecht. Estoy absolutamente seguro de mis actos”, tuiteó el mismo día de la revelación.
Una persona, sin embargo, había abierto trocha: Juan Pari, el presidente de la primera Comisión Lava Jato. Sus hallazgos ya habían sido utilizados por el Equipo Especial de la Fiscalía para abrir una investigación por los pagos de Odebrecht a First Capital y una de las múltiples encarnaciones de LAEFM. Cautelosos, los fiscales no acusaban a nadie por su nombre, sino a “quienes resulten responsables”.
First Capital atrajo las miradas de la prensa. Sus pagos estaban consignados en el Informe Pari y, pronto, cada aspecto de la relación entre PPK y Sepúlveda fue aireado por la prensa. El presidente siempre había negado cualquier vínculo con la empresa de su socio:
–Nunca he recibido un centavo de First Capital –había dicho en una entrevista de 2011–, no sé dónde es su oficina y nunca he estado allí.
Pronto resultó absurdo que no supiera dónde quedaba First Capital, la empresa de su protegido: exactamente en la misma oficina –el 2665 de South Bayshore Drive, en Coconut Grove– donde él mantenía sus otros negocios. Todo empeoró cuando Nancy Lange apareció como socia en una de las LAEFM.
–Yo tengo miedo de lo que he firmado –le confesó Nancy a su equipo.
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Para Mercedes Aráoz, lo de Odebrecht se sintió como si el piso se abriera bajo sus pies. Hasta ese día, parecía que su premierato había inaugurado una tercera luna de miel para PPK, que incluso logró remontar su nivel de aprobación hasta el 30%.
–Hubo dos reuniones más con Silva Checa –dirá Aráoz–. Hablábamos de gobernabilidad, de la agenda legislativa.
Contra todo pronóstico, la idea de armar un gabinete de conciliación más que de confrontación parecía haber funcionado. No es que hubiesen faltado los problemas, pero ahora venían desde dentro. No había mucha química con los ministros que había heredado del gabinete Zavala.
–Fue una desgracia que se vaya Fernando –se lamenta un ministro.
–En los Consejos de Meche, si alguien se entusiasmaba con un tema, nos quedábamos dando vueltas –dice otro ministro–. Era muy emotiva. Fernando era más al grano, más directo. Y más conciliador con todo el mundo.
En particular, Bruno Giuffra parecía aún empeñado en suplantar a Zavala no solo en su rol de hijo putativo de PPK, sino también en la PCM.
–Por si acaso, Fernando quería que yo sea primer ministro –decía Giuffra–. Yo he hecho mi maestría con el hijo de Yoshiyama en Babson College, Boston.
La relación con el presidente no era mala pero estaba muy lejos de la complicidad construida con Zavala. Por momentos, PPK se hartaba de Aráoz. Varios ministros consultados destacan el cambio radical del presidente en los gabinetes con la nueva primera ministra, a la que llamaba, con condescendencia, ‘Mechita’. Ella se plantaba, firme, en cada choque.
–¿Tú tienes hijos? Era la misma dinámica de los hijos con el papá –dice un asesor–. Fernando era el hijo varón, tu chochera. Si no está de acuerdo contigo, tu hijo negocia, nunca te discute en público. La hija es mucho más intolerante con el padre.
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Te cargosean. “Papá, ¡cómo se te ocurre!”, ¿no? Meche le hacía berrinches y alguna vez él la mandó a rodar feo delante de todos.
Como suele sucederle a toda mujer en situación de poder, quienes observen su estilo de liderazgo recordarán y destacarán sus rasgos más emotivos. Era “chinche chinche chinche”, según un alto funcionario. «Temperamental”, según un ministro. “Llora llora”, según otro.
–Cuando quería controlarse –dice un asesor– tomaba tanto aire que se llevaba todo el oxígeno del cuarto.
Prejuiciosa o no, esa impresión de Aráoz en el gabinete era reforzada por un presidente que, a veces con indolencia, minaba el liderazgo de su primera ministra. Lo peor, hasta humillante, para Aráoz, es que Zavala no se había ido. Ahora era asesor del presidente. PPK no podía desprenderse de él.
–Fernando es un problema –se quejaba Aráoz con confidentes–. No se termina de ir.
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La nueva Comisión Lava Jato del Congreso, presidida por la fujimorista Rosa Bartra, había invitado a PPK meses atrás a brindar testimonio sobre los indicios que ya aparecían. El presidente había optado por contestar vía carta: “Puedo afirmar que no he tenido relación profesional ni comercial con las constructoras brasileñas ni con sus consorciadas peruanas”.
La declaración de Odebrecht se tumbó esa coartada. Les había mentido por escrito. Lo citaron de nuevo, pero al presidente le daba flojera la perspectiva de enfrentarse, cara a cara, con los fujimoristas.
–Es un circo –dijo PPK, cansado–. La vez pasada que acepté reunirme con una comisión, los invité a Palacio, vinieron todos y fue una recatafila de insultos espantosos. Yo no voy a someter a la Presidencia de la República a eso.
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Becerril ya hablaba directamente de entablar una acusación constitucional contra el presidente.
–La Comisión Bartra siempre fue el as bajo la manga de Keiko –dice alguien del entorno–. En especial desde que se convencieron de que era una lucha a muerte.
Tanto Keiko como García habían decidido que la Fiscalía estaba digitada de alguna manera por el gobierno. No concebían otro escenario. José Domingo Pérez seguía citando a familiares aportantes del fujimorismo. Otro fiscal le había abierto una investigación al partido aprista como “organización criminal”.
Los aliados aumentaron la apuesta. A fines de noviembre, el Congreso fue detrás de cuatro magistrados del Tribunal Constitucional y admitió una denuncia contra el fiscal de la Nación. También modificaron el Decreto 003 para asegurarse de incluir a las consorciadas, es decir, a Graña.
Hasta que alguien le hizo notar algo a la Comisión Bartra. El proceso de colaboración eficaz de los funcionarios de Odebrecht no incluía directamente a PPK. Por tanto, la información sobre él no estaba sujeta a ninguna obligación de confidencialidad entre las partes. Es decir, el Congreso no tenía ningún impedimento para exigirle a la constructora que les responda si PPK –o alguna de sus empresas– se había vinculado, alguna vez, de la forma que sea, con la corrupta transnacional.
El 27 de noviembre, solo un par de semanas después de que Marcelo Odebrecht decidiera mencionar a PPK durante su interrogatorio, la Comisión Bartra solicitó la información. La constructora estaba más que contenta de cumplir con el pedido.
Ahora solo era cuestión de esperar.
Las dos semanas siguientes fueron el delirio.
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José Graña Miró Quesada, el mayor constructor del Perú, el accionista individual más grande de “El Comercio” fue enmarrocado y enviado a la cárcel. Un puñado de otros directivos de las consorciadas también terminaron en prisión preventiva. Al fujimorismo no le duró mucho la celebración. Un par de días después, José Domingo Pérez ordenó allanar dos locales de Fuerza Popular. En uno de ellos se apareció Bartra –que, en teoría, investigaba el mismo caso– a grabar con su celular la acción fiscal; una amenaza velada.
A estas alturas el tiempo era un lujo del que ya no disponían. Para el fujimorismo se trataba de una cuestión de supervivencia. Era ahora o nunca.
Y el 12 de diciembre de 2017 fue ahora.
* * *
Durante el premierato de Zavala se había creado una especie de comité político del gobierno que, por momentos, funcionaba como grupo de terapia. Luna, Basombrío y Del Solar, preocupados por la falta de reflejos políticos del Ejecutivo, insistieron en la creación del grupo. Era un petit comité cuya idea era “institucionalizar la conversación”. Es decir, transformar el análisis en hechos concretos.
–Hubo casos grandes –recuerda uno de los asistentes– como el pedido de confianza, que fueron consecuencia de estas conversaciones.
Nieto asistía sin mucho convencimiento de cuánto se podía conseguir. Algunos de los otros lo miraban con recelo, sobre todo cuando la prensa lo captó junto a Letona y Miki Torres en un partido de la selección.
Con el ascenso de Aráoz, ese grupo –que giraba en torno a Zavala– se diluyó. Así, las declaraciones de Marcelo Odebrecht habían encontrado a PPK sin un núcleo. De nuevo, eran varios minientornos los que volvían a pesar en las decisiones presidenciales.
Uno de esos entornos había sugerido que PPK envíe los tuits descartando cualquier vínculo con Odebrecht. Otro, que además ofrezca el mensaje a la Nación que dio al día siguiente (que terminó con un inusual “y esta noche, que viva el fútbol peruano”, por el repechaje contra Nueva Zelanda). Un tercero, que ponga en orden sus papeles.
Un par de semanas después, PPK le confesó a uno de esos grupos que había sido asesor de H2Olmos, otro consorcio de Odebrecht, pero que esto había ocurrido en 2008, cuando ya no era ministro. El grupo no estuvo cómodo con la tardía revelación, después de que él hubiera negado hasta el más mínimo vínculo. Pero quizá podría verse el vaso medio lleno: esto explicaba la declaración de Marcelo Odebrecht. Le aconsejaron que lo revelara al público, algo que hizo PPK en RPP.
Lo que no le dijo PPK a nadie es que, en esos mismos días, estaba intentando clausurar Westfield. De hecho, esta empresa ni siquiera era parte de la conversación. Aparecía en la prensa como una más de su engorrosa telaraña corporativa. Pero Westfield no era una más.
Por esos días, Denise B. Hernández, la asistenta norteamericana de PPK, recibió un correo. Desde hace dos décadas, Hernández monitorea todos los negocios de su jefe en la oficina de South Bayshore Drive en Miami. También trabajaba como contralora de LAEFM y administradora de First Capital. Pero el correo que recibió era sobre Westfield.
Ese e-mail, del 7 de diciembre, demuestra que PPK quiso deshacerse de Westfield antes de que el público general supiera de su existencia. Está firmado por Jodi Hamilton, de CSC Global, una empresa de agentes residentes de Delaware, un pequeño estado norteamericano que funciona, en la práctica, como un paraíso fiscal. La agente le informa a Hernández, en inglés, cómo liquidar Westfield Capital Limited en las Islas Vírgenes Británicas:
El procedimiento de liquidación de una compañía solvente toma 4-6 semanas. Por lo tanto, no es probable que la liquidación esté completa antes del fin de año. ¿Hay algún motivo significativo por la que tenga que hacerse para esa fecha? Hay opciones que podemos mirar si hay una razón legítima para el apuro.
El apuro estaba justificado. Antes de una semana, ya todo se habría derrumbado.