Estamos en un campo de batalla. Los disparos llegan de todas partes y cuando impactan en la cancha estallan como torpedos, uno tras otro, ensordecedores. Son las pelotas de franjas amarillas y azules con las que entrenan las casi veinte chicas de la selección infantil nacional. Tienen trece años, piernas largas y fuertes, rostros de niña, parecen bebés gigantes, asustadas, atentas, en guardia, prestas a recibir los mates que les lanza su entrenadora, Natalia Málaga Dibós.
Un grupo de jugadoras se ha organizado para pasarle las pelotas a Natalia, guardándolas y sacándolas de una bolsa de tela, como una coreografía maquinal, un juego enloquecido donde la pelota pareciera quemar. Natalia recibe una pelota tras otra para lanzar mates temerarios a una esquina, a la otra, y las chicas corren para interceptarlos, buscando el impacto. De pronto todo se detiene, y solo se escucha el rebotar de un par de pelotas.
–¿Quién es la tonta? ¿Ella o tú? –dice Natalia, dirigiéndose a una chica que respira agitada y arquea la mirada. Su voz retumba en esta suerte de hangar ubicado en el club El Olivar, en Jesús María.
–Yo… Ella… –responde la jugadora, trémula.
–Yo, ella –la imita Natalia, moviendo la cabeza de un lado al otro, estirando las palabras, como si le pesaran.
–¿Por qué no corres?
–…
–¡¿Por qué no corres?!
Man Bok Park, el legendario entrenador coreano de la selección femenina de vóley del Perú, que llevó a Natalia –y a otras famosas jugadoras como Gabriela Pérez del Solar, Cenaida Uribe y Cecila Tait– a ser subcampeona del Mundial Juvenil de México, en 1981, a conseguir la medalla de plata en las Olimpiadas de Seúl, en 1988, y a conseguir campeonatos sudamericanos, observa la escena, como un dandy, vistiendo un terno azul oscuro, impecable.
–¡Cangrejo! –dice el exentrenador de 74 años, con un tono jocoso en la voz, refiriéndose a que la jugadora reprendida debería correr como lo hacen los cangrejos.
–Sí, “cangrejo”… –dice Natalia, mirándolo por un segundo. Luego reanuda los lanzamientos.
A las 5:45 de la tarde, Natalia deja la cancha y un entrenador, un “profesor” de más de cincuenta años, toma su lugar. Ella se acerca a la esquina donde estoy sentado, me regala una sonrisa amable y yo me paro como por instinto. El cabello, amarrado, lo tiene más rubio, y su piel está bronceada, como si hubiese pasado una temporada en las playas del norte, donde suele ir a descansar cuando el tiempo se lo permite.
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Viste unas bermudas azules, zapatillas Nike planas con una franja fucsia y un polo que dice Frecuencia Latina.
–¿Vamos? Me acompañas, ¿no? –dice, y puedo ver sus ojos azules, penetrantes, delineados de azul.
–Sí, vamos –le respondo.
Tiene que estar a las seis de la tarde en Villa, en el estudio de grabación del programa “Reto de campeones”, conducido por Renzo Schuller y Gian Piero Díaz, donde los protagonistas de la nueva farándula, atletas mediáticos, compiten en equipos, midiéndose en pruebas crossfit. Luego Natalia me dirá, mientras maneja su camioneta, que si participa en el programa es para poner orden, para que el exhibicionismo no se coma lo competitivo, para hacerle el pare a la vida social expuesta ante las cámaras, al coqueteo, “a lo bataclano”.
En la TV
–Lo mío no es show, detesto eso, lo mío es en serio… –dice Natalia mientras esquiva los autos–. Si sale una gracia en algún momento, ¡salió, pues! Yo no finjo.
–Pero no has sido ajena al espectáculo, de hecho, antes has sido jurado en el programa televisivo “El Perú tiene talento”…
–Es que mi imagen jala…
–Los chicos que participan en los reality de competencia son todos musculosos, parece que se inyectaran algo…
–Sí, esos músculos son pinchados… –dice Natalia, frunciendo la boca–. Tienen musculatura, ¡pero físicamente no dan! ¡Tienen poca capacidad pulmonar!
–¿Los hombres así te parecen atractivos?
–No se les ve mal, pero hay algunos que exageran…
–¿Son de tu estilo?
–Sí me gustan –dice Natalia, riendo–. Me gustan los musculosos, je, je. ¡Es que yo soy deportiva! Pero los chicos en el programa son lindos, callados, tranquilos, nada que ver como cuando están frente a las cámaras… A las chicas se les ve regias, pero yo no expondría mi cuerpo así… Es como si buscaran que hablen mal de ellas, que digan que son unas tal por cuales, y eso es feo, ¿no? Igual ellas son distintas cuando no están frente a las cámaras…
En 2012, Natalia ganó el Campeonato Sudamericano con la selección juvenil nacional. Fue catalogada como “La mujer peruana más influyente”, y en el mundial del año siguiente llevó a sus jugadoras al cuarto lugar, por lo cual recibió el premio de Personaje Deportivo del Año del Perú. Así que tiene muchos fans en las redes sociales. También le escribe gente para insultarla, para decirle malcriada, porque dice lisuras… Pero Natalia saca a relucir ese carácter combativo y frontal también ante las injusticias, ante el abuso. Si se entera, por ejemplo, de que están hablando mal de ella, va donde la persona que lo está haciendo y la enfrenta. A veces le dicen: “Eres una histérica”.
–Sí, a veces lo soy, lo admito –dice Natalia, como si no le importara–. A veces me paso, pero pido disculpas, incluso en la misma cancha. Les grito delante de todas y me disculpo también delante de todas. ¿Por qué voy a tener la soberbia de no hacerlo?
–Te imagino muy divertida con tus amigas…
–Sí, claro. Con mis amigas bailo, bromeo, vacilo, jodo… Leyla Chihuán, por ejemplo, es mi pata, excompañera de equipo; también me veo un montón con Gaby (Pérez del Solar), y la China Rosa (García). Pero fuera del vóley también tengo amigas.
–Como Eva Ayllón, por ejemplo…
–A Eva siempre la vi cantando… –su rostro se ilumina–. Siempre fui fanática de ella, siempre me gustó su música. La admiro mucho, admiro su manera de trabajar, cómo canta… Ella impone mucho su carácter, pero es buenísima, tanto que a veces la gente abusa…
–Se me hace que tú eres parecida…
–Yo soy bacán, superbuena, tengo sentimientos como todo el mundo, pero ¿hasta qué punto, no? Hasta que te maltratan y se quieren aprovechar de ti…
–¿No tienes pretendientes?
–No, no tengo tiempo.
–Pero es normal extrañar el contacto físico, ¿no?
–Depende de cada uno… Si has tenido una vida muy continua en ese sentido, obviamente, si estás solo te va a hacer falta, lo vas a necesitar…
–Y tú has sido muy disciplinada en la vida…
–La verdad es que sí.
–¿Nunca fumaste hierba?
–Siempre pruebas, ¿no? Una vez, con unas amigas de la playa… ¿Quién no ha experimentado?
–¿Qué harías si encuentras a Nati (su hija de 19 años) fumando hierba?
–No creo que se atreva…
–¿Tiene novio?
–No, no… Al menos no me ha presentado a nadie diciendo que es su enamorado. Sale con su grupo de amigos y amigas, pero yo siempre controlo el tema de la ropa… –De pronto abre mucho los ojos, sin soltar el volante, siempre mirando adelante–. Yo estudié en un colegio solo de mujeres (el Mater Purissima) y ¿amigos yo? Pucha, rarazo, pues… Veía a mis amigas que no se dedicaban al deporte como yo y ellas sí salían con amigos. Pero yo no podía tener ese estilo de vida. Y ahora tengo una imagen y me tengo que comportar.
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No puedo salir a la calle como cualquier persona normal; además, ya no estoy en la edad de estar haciendo escándalos. Pero si quiero ir a una discoteca a bailar y tomarme un trago, ¡lo voy a hacer! Pero basta que salga a un sitio para que me empiecen a crear historias. La gente es estúpida y se inventa estupideces; si voy sola, es porque estoy en plan de “levante”; si voy con alguien, es que estoy saliendo con ese; si voy a una discoteca con dos amigas piensan que somos pareja, ¡te tildan de cualquier huevada! Gracias a Dios soy una persona muy segura de mí misma.
Texto: Gabriel Gargurevich Pazos
Fotos: Javier Falcón
Dirección de arte: Agoney González
Estilismo: Sara Vilchez
Producción: Vanessa Robles, Andrea Zorrilla
Peinado y maquillaje: Milagros Pachas
Video: Javier Zea, Jimena Gallarday
Agradecimientos: Guess, Calvin Klein, Fátima Arrieta, Jazmín Chebar
Encuentra la entrevista completa en COSAS 593.