El alcalde de Lima, Jorge Muñoz, responde cómo la crisis del coronavirus ha cambiado su trabajo como alcalde y su visión como ciudadano y como padre.
Por Rodrigo Salazar Zimmermann
¿Cómo ha cambiado la cuarentena su vida de alcalde?
Esta es una situación que nos agarró prácticamente de sorpresa, a pesar de que esto se venía dando en Asia y Europa. Lo veíamos como algo muy remoto y que quizá no iba a llegar acá y, cuando llegó, llegó con mucha fuerza. De un día para otro cambiaron las rutinas, las acciones. Lo que hay que buscar es que dentro de esta vorágine no cambie mucho la relación con las personas y tener al interior de la casa un comportamiento lo más tranquilo posible, porque una cuarentena siempre genera mucha tensión. [Como alcalde], ahora se trabaja muchísimo más y a toda hora. No hay fines de semana, ni sábados ni domingos.
¿Cómo liberarse del estrés, la preocupación e, incluso el temor, antes de regresar cada día a su propio hogar?
Este es un asunto de entregarse cada día a todas las cosas que se pueden hacer para poder seguir realizando la labor cotidiana de la municipalidad y ayudar a combatir este coronavirus desde una perspectiva de que esto se tiene que contener, y, si no se puede, al menos mitigar. Para evitar el estrés hay algunas fórmulas. Practico con mi bicicleta estática; la uso todos los días. Algunos días también hago algo de yoga.
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Algo que debería hacer más en esta época es leer. A pesar del poco tiempo que a uno le queda, le he robado algunas horas a la lectura, y eso ayuda un poco a salir del estrés.
¿Ha pensado especialmente en sus padres en estos días? ¿Qué evoca el recuerdo de su padre?
Siempre pienso en ellos. Siempre pido a Dios que con el ejemplo que ellos me dieron pueda yo seguir siendo la persona que soy. Por supuesto que la rectitud de mi padre y la forma ética de comportarse siempre están presentes y son parte de mi vida.
¿Qué conversaciones ha tenido con sus hijos con respecto a lo que está sucediendo?
Hemos conversado mucho, sobre todo porque los que ya somos mayores hemos vivido y tenido experiencias de ida y de vuelta distintas, mientras que los chicos recién están comenzando a vivir. Se les genera una mayor incertidumbre; la idea es apoyarlos en todo sentido y darles una sensación de futuro, de que esto es algo que va a pasar, porque históricamente, cuando han llegado las pandemias, después de un tiempo de lucha siempre terminan pasando. Siempre al final del túnel hay luz.
¿Qué lecciones, como servidor público y como ciudadano, le va dejando esta pandemia?
Ante grandes adversidades también hay grandes soluciones, como el caso de los mercados, sin duda. Nosotros estamos poniéndole un foco muy fuerte a acciones territoriales, como mercados, transporte, espacios púbicos, manejo de zonas como cementerios. Una de las cosas que se presenta como gran adversidad está relacionada con los mercados y con poder modernizarlos, hacerlos más limpios, seguros, ordenados. Sobre todo ahora se presenta una gran oportunidad para mover La Parada hacia algún espacio como Tierra Prometida o algún otro lugar.
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Es decir, ordenar esa zona de La Victoria que es un problema muy serio.
En esta pandemia se presentan retos para atender a personas desvalidas, sin casa e indigentes. Eso nos ha llevado a hacer La Casa de Todos, que ha sido exitosa, en la plaza de Acho. Adicionalmente, nos lleva a visualizar la próxima Casa de Todos pero ya perenne, permanente, no solamente un albergue o refugio temporal.
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También nos ha llevado a enfrentar retos de violencia familiar y de protección a la mujer. Hemos ya construido una primera casa y vamos a desarrollar una segunda casa de protección a la mujer. La primera fue en San Juan de Lurigancho y la segunda será en Ate.