A partir del reciente informe “Dónde quiero estudiar (DQE 2020)”, presentado este mes por la Consultora Arellano, conversamos con el reconocido especialista peruano sobre el significativo cambio que han experimentado las tendencias en estudios de posgrado en los últimos tiempos. La pandemia del coronavirus plantea un nuevo escenario y las universidades y los institutos superiores deben adaptarse a las nuevas demandas de los públicos emergentes. La virtualidad no lo es todo, pero sí es un componente clave.
Por Angie Yoshida
El coronavirus paralizó por completo al país. Y la educación ha sido uno de los sectores más afectados en sus diferentes niveles: primaria, secundaria y superior. No obstante, respecto a este último, el informe “Dónde quiero estudiar (DQE 2020)” arroja algunas cifras alentadoras. El mercado de posgrado –dividido en cursos, diplomados y maestrías– muestra un importante crecimiento en segmentos concretos como el de las mujeres (3%) y los trabajadores independientes (11%), en comparación al año pasado. La mayoría tiene por meta mejorar su prestigio personal y así elevar su empleabilidad.
“La pandemia que vivimos, claramente, ha tenido repercusión en la economía, pero la historia nos enseña que en situaciones como esta la gente ve la educación como una herramienta para superar la crisis”, afirma Rolando Arellano, presidente del directorio de Consultora Arellano. “En el último informe ‘Dónde quiero estudiar (DQE 2020)’ llama la atención que el interés por los posgrados no ha disminuido; por el contrario, continúa en aumento. Actualmente, los estudios de Administración son los más demandados, y hay que destacar que ya no son solo las maestrías las más solicitadas. Los cursos de especialización y los diplomados, que son más cortos pero que también tienen mucha profundidad, han dado un gran salto este año. Las instituciones tienen que saber que existen otros niveles formativos importantes que deben empezar a considerar dentro de su oferta educativa”.
En ese sentido, el informe “DQE 2020” también revela cambios sustanciales en el público y sus necesidades. Hay un incremento en la cantidad de mujeres y personas de 35 años a más interesadas en estudios de posgrado.
Así es. El caso de las mujeres es algo que venimos analizando desde hace buen tiempo y se ve un crecimiento anual. A nivel universitario en general, hay más mujeres que hombres estudiando y, concretamente, a nivel de posgrado hasta hace poco existía un pequeño desbalance a favor de los hombres. Ahora vemos que esa diferencia se acorta, sobre todo en las ramas de Administración, donde se asumen roles gerenciales. Esto tiene explicación en la reducción de la brecha salarial, sumado a otros factores, como el hecho de que las mujeres se gradúen más rápido y que ahora estén asumiendo roles de mucho más poder en las empresas y en la sociedad. Todo esto nos demuestra que el fututo ni siquiera estará marcado por la igualdad, sino que en el mediano plazo veremos cierta superioridad de las mujeres en las posiciones ejecutivas.
Otro punto a destacar es el de las personas de mayor edad. Esto sí es una novedad este año. Por lo general, era el segmento menos interesado en continuar estudios de posgrado; más bien eran los jóvenes quienes salían de la universidad e inmediatamente empalmaban con una maestría. Ahora vemos en los mayores la necesidad de actualizarse, una tendencia que se relaciona también con el rápido avance de la tecnología.
Y es que las empresas hoy requieren nuevos perfiles profesionales basados en la innovación y el conocimiento de las nuevas tecnologías.
La tecnología es lo que más varía hoy. La experiencia, que antes era mucho más valorada, ahora en algunos casos puede ser un lastre, ya que tienes experiencia en temas que ya no tienen vigencia o que, simplemente, no son los que te dan los mejores rendimientos. Es así que los cursos y diplomados representan casi un renacer para un profesional.
Las preferencias apuntan a la educación virtual. No obstante, persiste una menor valoración en comparación con la modalidad presencial.
Lo que vemos a raíz de la pandemia es que la gente está acercándose más a los cursos a distancia y están constatando que no son tan malos como creían, que sí se puede aprender. Hay que señalar también que los más jóvenes no asistían al posgrado solo para estudiar, sino también para crear redes de contacto, hacer amigos y, eventualmente, buscar pareja. Esa socialización no se da en las plataformas virtuales de la misma forma, y por eso es el público de mayor edad el que muestra más interés por este tipo de cursos. Algo que resulta contraintuitivo, porque uno estima que el público joven es más tecnológico; sin embargo, son los mayores a quienes el componente social les resulta menos relevante, y por esta razón están menos dispuestos a pagar más por dicha modalidad.
El informe muestra que la internacionalización es un factor clave a la hora de elegir un posgrado. ¿El idioma es un obstáculo para los peruanos?
Por un tema de prestigio, todos quieren internacionalizarse, pero solo un grupo reducido de peruanos domina perfectamente el inglés, lo que reduce las posibilidades de acceder a cursos en ese idioma. Lo interesante aquí es que esto ha generado un incremento sustancial en la demanda de cursos de posgrado en escuelas españolas. Es una tendencia que no solo se observa en el Perú, sino también en toda América Latina.
Por otro lado, se observa un creciente interés de parte de los trabajadores independientes en estos cursos.
Esto es muy importante, porque muestra un cambio fundamental en el concepto de emprendimiento peruano, nos habla de empresas que van a crecer de manera mucho más estructurada y formal. Los alumnos de posgrado pertenecen a una segunda y hasta tercera generación de empresarios que se formaron a la fuerza, con errores y aciertos en el camino.
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Ellos ya vieron a sus padres, ya tienen una idea de cómo hacer negocio, pero ya no quieren hacerlo de la misma manera. Esa empresa pequeña, informal, tradicional, que vieron probablemente en sus hogares, se va a transformar en una empresa mucho más organizada. El nombre mismo lo dice todo: antes escuchábamos “yo hago mi emprendimiento”, ahora es “hago mi startup”. Esa es una revolución, no solo para la educación, sino también para el país en general.
La educación del futuro
A partir del informe “DQE 2020”, y dado el contexto que vivimos, ¿qué se puede predecir en materia de educación de cara al Bicentenario?
Lo primero que debemos notar es que nuestras autoridades hasta ahora han considerado a la educación como un sector de importancia secundaria. No pasa nada si los restaurantes vuelven a abrir sus puertas o si las fábricas y los centros comerciales vuelven a operar, pero la educación hay que dejarla ahí, que siga impartiéndose de manera remota. Yo creo que ese es un gran error, que espero que el gobierno pueda corregir pronto, ya que la educación tanto primaria, secundaria como superior no solo implica transmitir conocimientos, sino también interactuar, es decir, aprender una serie de aspectos para funcionar en sociedad. Eso no se está dando. Es algo que las autoridades deben reflexionar y nosotros, como sociedad, debemos exigir.
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La educación presencial debe volver lo más pronto posible, cumpliendo con todas las reglas de seguridad e higiene.
En segundo lugar, es un hecho que a futuro la educación va a dar un vuelco en el sentido de que el componente virtual va a ser mayor y, probablemente, se impondrá en algunos cursos. Si bien los niños ya no estarán cinco días a la semana y ocho horas al día en las aulas, podrían ir solo cuatro días por una cantidad menor de horas y complementar sus estudios con las clases virtuales en casa. Considero que eso es necesario y que se puede dar. En cuanto a la educación superior, veo algo positivo y destacable.
En los cursos de posgrado que se dictan de manera tradicional normalmente se ven alumnos de otros países y también de provincias, esto por un costo inmenso. La virtualización está rompiendo las barreras geográficas y está haciendo que más personas puedan estudiar sin importar dónde estén. Eso se debe aprovechar, y creo que es el momento en el que los centros de estudios deben reformular sus contenidos y adaptarse a la nueva realidad.
¿Cree que la brecha digital significará un problema en este proceso?
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El Perú tiene un problema respecto al acceso y la calidad de internet, un problema incluso mayor al de otros países de la región, pero no creo que eso sea una limitante que dure mucho tiempo. La pandemia nos ha hecho notar la necesidad imperante de mejorar este sistema, por lo que las soluciones se darán muy rápido. Mucho más problemático va a ser el punto de la tecnología blanda, es decir, que los profesores se adapten al dictado virtual de clases y que las universidades adapten sus cursos y programas a esas modalidades que mezclan lo presencial y virtual. Ellos deben ver que el producto que van a ofrecer responda a las nuevas tendencias que hemos visto, quién es su público ahora y qué necesidades de aprendizaje tienen.
Por otro lado, está el factor precio. ¿Deberían cobrar lo mismo? Algunos dicen que no, ya que la gente no se moviliza y no gasta en transporte. Otros dicen que se debería cobrar menos porque piensan que dictar un curso virtual es mucho más fácil para el docente, y no es así. Es más costoso en tiempo y esfuerzo que el dictado presencial.
A propósito de los costos, ¿cómo ve el tema del financiamiento de los cursos de posgrado? ¿Cuánto ha influido la crisis sanitaria?
Debido a la pandemia, mucha gente se ha quedado sin ingresos a corto plazo, pero la mayoría de economistas coincide en que la situación se va a revertir. Por ello, el problema no es si tengo plata en este momento, sino cómo estudiar ahora y pagarlo después. No se trata del costo final del producto o de que quiera algo más barato, lo que la gente demanda son facilidades para pagar sus cursos de posgrado cuando se recupere económicamente. En esto, nuevamente, habría que pedir a nuestras autoridades, que han tratado de prestar ayuda a las pequeñas empresas y a las familias vulnerables a través de bonos, que planteen algo similar a un crédito de estudios, una suerte de Reactiva Educación, donde el gobierno otorgue préstamos a los estudiantes para que puedan invertir en su formación. El país necesita gente preparada para la nueva normalidad.