A pesar de las críticas, Magaly Medina no dejó de conducir el programa televisivo desde su casa, luego de haber contraído el coronavirus. Pero tuvo que parar pues empezó a sentirse mal. Y en esa pausa, antes de su total recuperación y vuelta a los estudios de grabación, le realizamos la siguiente entrevista, donde revela opiniones y aspectos de su personalidad, desconocidos hasta hoy.

Por Gabriel Gargurevich Pazos

Ordena los closets una y otra vez, ya no sabe qué hacer en su casa, es tan hiperactiva que hasta le cuesta concentrarse en lecturas de los libros que tiene pendientes. Cuando se enteró de que tenía COVID‑19 no dejó de emitir su programa desde su casa, ante los cuestionamientos de los medios y las redes sociales. “Hago este programa porque me divierte hacerlo”, declaró a la prensa en ese entonces.

“Desde que inicié esta carrera, mucha gente me decía que no salga en la televisión, que no haga el programa y a mí siempre me ha valido tres pepinos; mi instinto siempre me lleva para adelante, nunca he mirado hacia atrás; así he dirigido mi vida, sin pedirle permiso a usted o a usted. Además, soy una persona recia, siempre he tenido buena salud”. Ahora veo a Magaly Medina en la pantalla de mi computadora y sonriendo reitera que no tiene nada que hacer, que ya se cansó de cambiar las flores, y que la entrevista que vamos a empezar, así a la distancia, le viene a pelo.

Días atrás había dejado de grabar su programa desde su casa, no por las opiniones en contra, sino porque no se sentía bien. “Estuve bajo mucho estrés con el programa y eso ha repercutido en mi salud”, me hizo saber en un mensaje de whatsapp, donde me pedía posponer la entrevista. “Mil disculpas, de verdad, dirigir el programa desde mi cama no es lo que te recomiendan los médicos para recuperarte… Además hacer el programa parada con una cámara enfrente no es lo que se merece el público. He amanecido con un dolor de cabeza horrible, no siento los olores, y ayer tiré la toalla…”, concluyó.

Magaly Medina (8)

Y ahora, aun con el Covid en su cuerpo, siente que no sabe qué hacer en casa, “me siento como cuy en tómbola”, y ya no ve las horas para que el siguiente examen arroje negativo para volver a los estudios de televisión. Se recuperó del Covid días después de esta entrevista, la cual, como se iba a grabar también en video, gracias a Google Meet, inicié de esta manera, frente a la camarita de mi computadora:

–Hola amigos y amigas, esta es una nueva emisión para la revista COSAS. Nuestra invitada el día de hoy no necesita mayor presentación, sólo voy a decir que es una de las periodistas de espectáculo con mayor trayectoria de nuestro país, y sin duda la más polémica. Con ustedes, Magaly Medina. ¿Cómo estás Magaly?

–¡Bien! Yo siempre me sonrojo cuando la gente me elogia así tan bonito como lo has hecho tú, estoy tan acostumbrada a que me insulten… –ríe.

–No te creo, tienes muchos y buenos amigos, ¿no?

–Sí, pero hay que aprender a separar las cosas y en eso me han ayudado algunas terapias. Si me las tomo tan bien (las opiniones de sus detractores), es porque no permito que me afecte el personaje que soy en pantalla; y mientras menos se sepa que en pantalla soy un personaje, mejor, así se conserva el misterio… Yo sigo siendo “la hija de su madre”, aquella a la que es fácil maldecir, insultar, provocar. El personaje tiene mucho de mí, por supuesto, de esa mujer malilla, divertida, irónica, crítica, pesada…  Pero cuando termina el programa me despojo del disfraz de payasita…

–Dijiste que eras una persona recia, que siempre has tenido buena salud, ¿en qué otros ámbitos de tu vida eres recia?

–Me han pasado muchas cosas terribles en la vida, muchas, pero siempre he sabido sobrevivir, soy una sobreviviente… Eso me ha hecho cada día más fuerte, han emergido cosas de mí que ni sabía que tenía; creo que ya nada me puede derrumbar; siempre tengo un ánimo optimista, digo “bueno, hoy la noche está bien negra, las cosas no se ven bien, pero supongo que mañana amanecerá y saldrá el sol otra vez”.

Fueron muchos los años de tratamiento psiquiátrico para Magaly; hace 23, fue diagnosticada como depresiva crónica, y durante bastante tiempo tuvo que tomar medicamentos para controlar sus bruscos cambios de estado de ánimo. Pero los dejó por decisión propia, gracias a una terapia alternativa, siempre bajo supervisión de especialistas. “Ahora digo que soy una persona bastante funcional, sin necesidad de tomar pastillas, ni siquiera tomo pastillas para dormir”.

Mira la entrevista completa a Magaly Medina en nuestro canal de YouTube

–En el 2015, dijiste lo siguiente en un diario local: “Quieren que siga siendo una fiera y yo ya no puedo serlo”. ¿Sigue vigente esa declaración?

–Creo que no –ríe–, ¡no puedo contra la naturaleza! Las fieras no podemos dejar de ser fieras; por más que domestiques al león o al tigre en un circo, por más que les enseñes a hacer trucos o los encierres, finalmente son bestias. Pero creo que es mi naturaleza la que me permite seguir sobreviviendo; sigo siendo esa fierecilla sin domar, para algunas cosas –ríe.

Los happy hour en la casa de Magaly no pararon a pesar de la cuarentena. Llegar a las once de la noche después de grabar su programa y brindar con una botella de vino bien helada junto a su esposo Alfredo Zambrano, era casi un ritual. Luego podían ir a algún lugar para divertirse. Pero cuando se decretó el Estado de Emergencia en nuestro país, esos encuentros en casa, “nuestras citas románticas”, empezaron a hacerse más largos, con piqueos que Alfredo preparaba, y así tuvieron la oportunidad de contarse no solo los sucesos de la semana, sino conversar de temas más profundos, los rajes también estaban incluidos.

Pero el encierro empezó a hacer sus estragos; el hecho de no salir a trabajar, de verse las caras por horas, le hizo decirse a Magaly “ah, no, este hombre yo lo mato, lo ahorco o lo ahogo en la tina del baño… Todo el día juntos, mañana, tarde y noche, ¡a veces sin cambiarnos de pijama! Por mucho amor que haya, son inevitables las fricciones por cuestiones insignificantes en esas circunstancias”.

Magaly Medina (2)

–Estuviste trabajando en casa, Magaly, dirigiendo y conduciendo tu programa, ¿qué tan importante es para ti lo que el público demanda?

–Es importante lo que quiere el público que te ve, sin duda, pero nunca vas a terminar de complacer a todos… Cuántas veces me han dicho “¿por qué no haces otra cosa en la televisión, Magaly?” “¿Por qué no haces política?”, “Tendrías que entrevistar a políticos”, “¡Magaly, haz algo cultural!”. Pero el día que entrevistas a un artista, a un chelista, un pianista, un pintor, nadie te ve… Pero si tienes a Paloma de la Guaracha la gente sí te sintoniza –ríe–. Yo le hago caso al público que me ve. Al final de lo que se trata es de reírnos y olvidarnos un rato de todos nuestros problemas; no hay que hacer mayores lecturas con mi programa, se trata de diversión, de hacer un juego del chisme limeño, eso es muy nuestro, muy peruano…

–Hay que tener mucha pasión por la televisión para conducir un programa con Covid…

–Creo que no es pasión por la televisión, sino pasión por lo que hago… Yo le he puesto pasión a todas las cosas que hago en mi vida, desde siempre.

–¿Has leído a Bukowski?

–Claro, Charles Bukowski, ese borracho –ríe.

–Él definía la locura como algo que no puedes dejar de hacer. En ese sentido, ¿la televisión sería tu locura?

–No tiene que ver con la televisión. Yo sería igual, si dirigiese una revista o me metiese aun más en las redes sociales; soy de las personas que les gusta ocupar las horas del día…

–Entonces la televisión no es una suerte de adicción para ti…

–No va por ahí, porque a veces en mi programa me pongo a renegar con los textos, con las notas y digo “ay, para qué me metí en esto otra vez”, “¡ay, no, qué horrible!”… Tener que hacerla de maestra de escuela todos los días… A veces digo “por favor, que alguien que me libre de esto”. Hay días en que he considerado irme de la televisión, y bien lo podría hacer. Mi marido siempre me dice “amor, por qué no nos dedicamos a viajar más, ya tenemos hijos grandes, deja tu programa, ¿por qué tienes que hacer un programa de lunes a viernes?”. Y yo le digo que me deje pensarlo… Claro, luego pasan dos horas y ya estoy pensando en el programa del día siguiente, entonces… Lo que sí tengo, más bien, es déficit de atención… ¡Además, soy muy volada! Podría dejar mi cartera en el aeropuerto olvidada sin ningún problema…

Programa televisión coronavirus

–Entonces a ti no te convendría fumarte un porro, te olvidarías hasta de tu nombre…

–No, yo creo que no me convendría. Pero alguna vez lo he hecho, en alguna reunión de amigos… Cuando intenté ser marihuanera de más chica, mis amigos se asustaban; me invitaban un cigarrito de esos y me reía mucho y terminaba con la presión baja y me desmayaba, entonces…

–No te caía bien.

–No me cae bien. Alguna vez lo he hecho también de mayor y me he divertido, con un grupo pequeño de amigos más jóvenes que yo, lógicamente…

–¿Las mentes fuertes son las que gobiernan el mundo y no necesariamente las más talentosas?

–No lo sé… Hay gente que gobierna el mundo que parece que tuviera varios tornillos sueltos, ¿no? Imagínate… A Trump no lo veo sano mentalmente –ríe.

–Pero tiene una mente fuerte, es un tipo fuerte…

–Sin duda, pero es una mente que tiene falencias bien grandes, ¿no? Ojalá el mundo estuviera gobernado por personas inteligentes, totalmente con los pies en la tierra y muy conscientes y racionales del poder que tienen en sus manos, y no por seres ególatras, misóginos que lo único que hacen es tener en su lista un check, “ahora me falta ser presidente de mi país”… No les importa las consecuencias de sus actos.

–¿Alguien que comete una infidelidad tiene una mente débil?

–No lo sé… No lo sé… Yo no puedo juzgar a las personas por el hecho de ser infieles o no… Eso depende de la capacidad de compromiso que tú tengas, primero contigo mismo y luego con la otra persona; y si a la otra persona no le molesta, ya es cuestión de dos personas; pero yo soy una persona como cualquier otra, soy como cualquier otro ser humano, falible, totalmente; no sé si en algún momento podría ser infiel, no lo sé, una nunca sabe las circunstancias de la vida…

–Nunca lo hiciste…

–Mientras tenga un compromiso con alguien, no lo voy a hacer ni lo haré, no un compromiso de papel firmado, si no un compromiso…

–¿No lo hiciste ni de más chica?

–Me casé con mi primer enamorado, así que gran experiencia amorosa no he tenido, o sea… Entonces… Eso es algo de lo que hablaré en un libro, algún día –ríe.

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–¿Nunca te dio culpa haber hecho sentir mal a determinado personaje de la farándula que cometió infidelidad?

–A mí me han dado varios muchísima pena; algunas personas daban la impresión de ser familias muy bien conformadas, entonces claro que da pena y dices “wow, ¿y ahora cómo le decimos?”. Ha habido momentos en los que yo personalmente he llamado a algunas personas públicas que cometieron infidelidad, porque tenían hijos, y quería prevenirlos, advertirles…Sí he tenido ese tipo de detalles; hay personas a las que yo respeto y les tengo alguna simpatía. Los chicos no tienen la culpa de que sus papás aparezcan en la televisión a nivel nacional sacándole la vuelta a la madre o al padre, ¿no? Yo no me siento culpable porque la responsabilidad no es mía; la responsabilidad es de aquel que le falta a otra persona. El día que a mí me saquen un ampay, yo no le voy a echar la culpa al mensajero; asumiré mi culpa, y si quiero explicar, explicaré…

–¿Crees que fueron injustas las sentencias que has recibido del Poder Judicial?

–Algunas sí, otras no, pero yo las he aceptado tal cual. A veces, en la impetuosidad de un programa en vivo se te van las palabras de la boca, y debes asumir que se te fue la mano, que se te fue la lengua, así es un programa en vivo… Con la sentencia que nunca estaré de acuerdo es con la sentencia que me envió a la cárcel, sobre todo por el ángulo jurídico, muchos abogados en su momento objetaron esa sentencia, ¿no?

–¿El humor te ayudó a sobrellevar los sentimientos negativos que te pudieron habitar en esas circunstancias?

–El humor siempre me ha ayudado, felizmente, tengo la capacidad de reírme de mí misma, para empezar. Pero cuando te mandan a la cárcel no hay sentido del humor que valga; ese fue un momento negro de mi vida… Demasiado traumático, al punto que me ocasionó un estrés post traumático bastante largo, necesité terapia, bastante terapia para poder sobrellevarlo…

Magaly confiesa que no tiene mucha noción del mundo académico peruano; hace tiempo que está alejada del ámbito intelectual en el que alguna vez se movió bastante. “Hay alguna gente a la que no respeto mucho del mundo…”.

–¿Por qué?

–Lo académico sigue siendo tan elitista y tan alcance de solo unos pocos, eso deprime; y mientras más títulos académicos tenga una persona, a veces, se vuelve mucho más soberbia y comienza a ver al resto por debajo de los hombros. Eso no me gusta, lo académico debería estar al alcance de todos. Deberíamos tener un mejor nivel de educación en el país, el nivel de educación tan básico que tenemos me da pena; y ahora hablo de la educación en general:  todos deberíamos tener acceso a una mejor educación, y así mejoraríamos como país; la gente que dice “tenemos una televisión basura, horrible”; preocupémonos entonces por la educación que le damos a nuestros hijos, a los jóvenes, para tener seres pensantes, racionales, inteligentes, pues así serán más cuestionadores y demandarán otro tipo de televisión, otro tipo de entretenimiento.

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Sus días de estudiante en la Bausate y Meza, así como sus primeros años en la prensa escrita, fueron “épocas gloriosas de intelectualidad y cultura”, según sus propias palabras. Su grupo de amigos estaba conformado por escritores y jóvenes directores de cine; muchos de ellos ahora pertenecen al mundo académico, “pero no diré sus nombres”.

Los viernes se reunían en casa de alguno de ellos para ver películas que no llegaban al circuito comercial limeño, y luego se sentaban a hablar de las mismas durante horas, “con botellas de por medio, claro, me gustaba mucho Akira Kurosawa. Había noches enteras en las que nos pasábamos recitando a Octavio Paz o a César Moro, ¡había amigos que recitaban a Moro en francés! Fueron épocas maravillosas, de crecimiento personal, cada juerga de esas era una clase magistral con los mejores”.

–Hablemos un poco de política. ¿Keiko Fujimori debería ser presidenta del Perú?

–Creo que ya pasó, ¿no? En algún momento, tal vez, ella podría haber sido la primera presidenta del Perú. Pero el fujimorismo ha dividido, ha polarizado más al país, políticamente, así que creo que ya no es un buen momento para ella; el país ya no necesita más polarización ni más división; lo que necesita es un líder que más bien una a los peruanos. Si ella llegara al poder, creo que este país sería más de lo que estamos viendo ahora, y estaríamos más divididos de lo que estamos. Por la paz del Perú, habría que olvidarse un poco de los viejos candidatos y darle pase a los nuevos, pero más preparados.

–¿Cómo ves el panorama electoral para el 2021, con Urresti, Forsyth, Mendoza, Del Solar, Guzmán…? ¿Tienes ya un candidato en mente?

–No tengo ninguno; estoy como el resto del país, siempre estamos escogiendo el menos malo, parchando, es una cosa terrible. Creo que no votaría por ninguno. No sé qué va a pasar con nuestro país, tenemos tan malos gobernantes, gente que solamente va al Congreso porque no tiene otro empleo en la vida, y van para hacer sus grandes lobbies…

–¿Crees que estamos dejando de ser un país racista?

–No, todo lo contrario, el Perú es un país muy discriminador, en todo sentido, eminentemente racista, y ahora discriminamos hasta por Covid… Es tremendo, realmente somos muy discriminadores y seguiremos siendo racistas.

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–“Seguiremos siendo racistas”… Es una frase muy pesimista…

–Si comenzamos a mejorar la educación, muchas de nuestras grandes taras como país van a desaparecer.

–¿Cómo definirías a las clases altas en nuestro país?

–¿Tenemos clases altas después de toda la cuarentena?

–¿No conoces gente de la clase alta peruana?

–No sé si conozco a mucha clase alta en este país; a mis amigos no les pregunto cuánto dinero tienen…

–¿Cuál es tu definición emocional de las clases altas, en todo caso?

–Las clases altas, medias y bajas, discriminan por igual; para el de abajo es “ese pituco de m”; y para el de arriba es “ese cholo de m”, fluctuamos en eso. Ambas clases necesitan de lo mismo: educación.

–¿Te atreverías a lanzar un adjetivo hacia clases altas?

–No.

–No sé, podríamos decir que son gente determinada, amantes del arte…

–Con tu dinero puedes ser amante del arte, puedes ser una bestia que colecciona arte, una bestia que colecciona títulos… Yo a la gente la valoro no por lo que tiene, sino por la calidad de persona que es. Tampoco me gusta generalizar.

–El empresariado ha recibido duras críticas en estos tiempos de pandemia…

–Pero es típico de una crisis como esta; generalmente, siempre se le va a echar la culpa al que más tiene. Pero es cierto que hay empresarios en este país que todo lo ven dinero y no les interesa en absoluto la gente trabajadora, la que realmente es la base de su empresa. Hay también algunos emprendedores que han salido de abajo y han tratado de compartir lo que tienen en estas épocas difíciles. Tampoco vamos a acusar a todo el empresariado, grandes o pequeños, de faltos de empatía. Siempre van a haber inescrupulosos en todos lados pero no podemos tildar a todos de irresponsables, o de querer hacer lo que les da la gana porque tienen dinero. Creo que sobre todo a las grandes empresas les toca una responsabilidad enorme en el desarrollo del país.

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–¿Qué significa ser una buena persona para ti?

–Significa ser decente, autentica, generosa de corazón, que lo haga todo transparentemente, sin hipocresías, sin ponerse caretas de personas generosas y compasivas. Toda persona autentica para mí es buena por más que tenga algunas cosas que no necesariamente linden con lo que uno considera bueno.

–¿Crees que el sexo esta sobre valorado?

–Yo creo que sí. Bastante ¿no? Así como el romance está sobre valorado, nos creemos todas las películas que terminan siempre como las de Julia Roberts y Richard Gere. El romanticismo no dura toda la vida y las ganas de tener sexo apasionado con tu pareja, tampoco. Pero vivimos pendientes de las películas donde el protagonista si no tiene el sexo que quiere con la esposa, va y lo busca en dos o tres personas fuera. Y luego nos volvemos locos por hacer la escena donde el personaje principal tiene sexo con la amante en la cocina, en medio de cuchillos y tenedores… Claro, en la cámara se ve recontra lindo, sexy, ¡pero anda tú a hacerlo! O están estas escenas en la ducha… Caray, cuando mi marido se mete a la ducha le advierto que no me vaya a caer una gota de agua en el pelo que me lo acabo de secar, pero eso no se ve en las películas, y tú sabes lo que nos cuesta a las mujeres secarnos el pelo…

–¿Nunca has cometido audacias en el terreno amatorio, no sé, disfrazándote de alguien, personificando a algún personaje?

–Si me encanta, me encanta, ¿no me has visto en la tele? –ríe–. En la vida privada tengo un montón de disfraces. Cuando viajo, me encanta llevar mi mandilito, el de la faldita a cuadros… Hay que interpretar papeles, pensar que somos otras personas, ponerle sazón a la relación, sobre todo si es larga, sino que aburrido sería; hay que disfrazarnos con las medias esas lindas; a los hombres les encanta las mujeres en tacos altos y estas medias negras de huequitos, se ve sensacional, y si te pones un liguero, mejor aún. Los hombres son muy visuales más que las mujeres; nosotras no somos tan visuales… Hay que aprender esas cositas, y yo, a los 57 años, ya las tendría que haber aprendido…

–Estoy tomando nota, Magaly. Qué bueno terminar la entrevista con un tema que nos gusta mucho a los seres humanos.

–Nos encanta.

–Muchas gracias por todo, estoy contento de haberte conocido, al menos así en videollamada.

–Gracias, gracias de verdad. Me has entretenido la tarde porque ya no sabía qué más cajones iba a vaciar.

 

Fotos: @magalymedinav