El creador del recordado restaurante Bonaparte y responsable del relanzamiento de la emblemática La Rosa Náutica es recordado no solo por su habilidad en la cocina, sino también por su enorme calidad humana, sus ocurrencias y su amor por la vida. A propósito de su sentida muerte a cuasa del COVID -19 compartimos una emocionante semblanza escrita por su familia.
Fotos: Archivo familia Blondet
Enrique Blondet fue el creador del emblemático restaurante Bonaparte, de lejos el mejor lugar para comer rico en Lima durante los complicados años noventa. Al entrar, respirabas el ambiente propio de la alta cocina y la energía positiva de Enrique. Los que conocían y frecuentaban dicho local esperaban con ansiedad los días en los que servía su famoso lechón mamón crocante.
El resurgimiento de la Rosa Náutica
Siempre lo aplaudiremos por su osadía al introducir en la mesa peruana el pez espada, la trucha, los sabrosos arroces y, cómo no, su chupe de la Marton. Para cerrar, un clásico era el tocinillo del cielo en salsa de albaricoque, que realmente le hacía honor a su nombre. Blondet también fue artífice del resurgimiento de La Rosa Náutica y su posterior venta. Fueron más de tres décadas dedicadas a su sueño, con la pasión y el arte que lo caracterizaban. Siempre ocurrente y carismático, fue un hombre alegre, noble y generoso.
Nos enteramos por Elena Loebl, desde Florida, cómo fueron sus inicios en el recordado English Pub de Key Biscayne. Allí aprendió a preparar el que sería otro de los platos emblemáticos del Bonaparte: el ‘prime beefau jus’, preparado en un horno especial que con mucho cariño y esfuerzo compró de segunda mano.
Un cocinero autodidacta, de antes del boom
Podría decirse que Enrique fue uno de los últimos cocineros autodidactas que destacaron en el Perú, mucho antes de la proliferación de las grandes escuelas de cocina, aquí en el país y en el resto del mundo. Ya luego se especializó en escuelas de San Sebastián, París y Londres; y formó parte del equipo de PromPerú que viajó llevando la gastronomía peruana y sus productos nativos a países como Tailandia, Brasil y España.
Los que participaron en la Cumbre Iberoamericana de 2001, en Lima, recuerdan que fue un auténtico deleite ser atendidos por Enrique en La Rosa Náutica. Fue tan buen anfitrión que hasta el mismísimo rey Juan Carlos de España le mandó un mensaje de agradecimiento. Mensaje que Enrique guardó orgullosa y celosamente en su teléfono por mucho tiempo.
Su personalidad fuerte, pasional e intensa lo llevó a disfrutar cada minuto de su vida y nos enseñó a hacerlo a quienes tuvimos la suerte de estar ahí para vivirlo y escucharlo. Enrique partió el Jueves Santo, justo a tiempo para preparar un banquete por Sábado de Gloria a todos los que lo precedieron.