Con motivo de cumplirse quince días del fallecimiento de Teresa Burga, esta tremenda artista peruana, debido a COVID 19, recordamos el último perfil que le dedicó COSAS, y que devela los rasgos más íntimos de su personalidad y la genialidad del pensamiento detrás de su obra:
La más importante artista peruana contemporánea fue protagonista de una reciente muestra individual en la galería Alexander Gray Associates, de la ciudad de Nueva York, que recibió el reconocimiento unánime de la crítica estadounidense. A los 84 años, Teresa Burga sigue rompiendo esquemas. Exactamente como en sus inicios, más de cinco décadas atrás…
En contraste con lo que uno podría esperar de una obra de este tipo, el autorretrato de la artista está integrado por dibujos, fotografías y registros médicos –no únicamente visuales, sino también sonoros, como los latidos de su corazón recogidos un único día, el 9 de junio de 1972. De ahí su nombre: “Autorretrato.Estructura. Informe, 9.6.1972”. La obra -que no es un cuadro, sino una instalación, y cuyas dimensiones podrían variar de acuerdo a la sala en donde se exponga- se divide en tres partes, aunque en este caso haríamos bien en hablar de áreas: “Informe rostro”, “Informe corazón” e “Informe sangre”, en las que se muestran códigos textuales, gráficos y numéricos sobre estos aspectos particulares de la biología de la artista. Cuando fue expuesta por primera vez, en la galería del Instituto Cultural Peruano Norteamericano, la obra le planteó dificultades a la crítica especializada y los medios de prensa locales.
Uno de ellos, el diario “Correo”, llegó a cuestionar a su creadora, Teresa Burga, con el siguiente titular: “Teresa Burga: ¿Artista o Computadora?”. En aquel momento, la artista declaró: “Esta obra es un testimonio de mi vivencia, de cómo siento el mundo de hoy”. Si bien el comentario parece sencillo, uno puede intuir complejidades y hacerse algunas preguntas. ¿No se supone que un retrato debe expresar el estado interior del retratado? ¿Por qué Burga habla del mundo exterior en lugar de, digamos, su alma o su esencia?
¿Acaso “el mundo de hoy” refiere a la dictadura militar de Juan Velasco Alvarado, cuya clasificación de los ciudadanos en nuevas y duras categorías materiales y biológicas era reflejada por la artista en sus materiales, metodología y procedimientos de representación?¿O se trata, más bien, de una referencia al mundo del arte contemporáneo, cuyo uso de datos provenientes de espacios ajenos al arte tradicional había sido utilizado por Burga para elaborar su obra?
Si este fuera el caso, ¿estaba Burga criticando al llamado “arte moderno” y a sus pretensiones de expresar la subjetividad o el espíritu del artista sobre el lienzo? Para empezar: ¿por qué la artista había prescindido del lienzo? Más de un espectador debe haberse preguntado lo mismo que el redactor de “Correo”: ¿era Teresa Burga una artista? Teresa Burga nació en 1935 en la ciudad de Iquitos. Su padre, oficial de la Marina del Perú, supervisó la construcción de la Base Naval Santa Clotilde del Río Nanay.
En Lima, se matriculó en la UNI para estudiar Ingeniería, aunque luego se trasladaría al programa de Arquitectura. Finalmente, en 1957, decidió abandonar esta carrera y se trasladó a la Universidad Católica para estudiar Artes Visuales. Sobre ello, Burga dice: “Al darme cuenta que mi vocación verdadera en las Artes Plásticas era la pintura, me matriculé en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Católica. Desde mi ingreso fui nombrada delegada del año a la mesa directiva de la Federación de Estudiantes, en el tercer año fui elegida presidente de los estudiantes, y en el cuarto año fui reelegida en el cargo y nombrada secretaria de la mesa directiva de la Federación de Estudiantes”.
En 1960 su padre fue nombrado embajador naval del Perú en Francia y Teresa viajó junto con su familia a París, donde toma cursos de dibujo en la Académie de la Grande Chaumière. En 1962 vuelve al Perú y en 1965 se gradúa de la Universidad Católica. Entre 1965 y 1966, realiza varias muestras individuales, en la Galería Solisol, el Taller 406 y el Instituto Cultural Peruano Norteamericano, y participa en una colectiva en el Museo de Arte de Lima y el Salón Nacional de Artes Plásticas.
En esta época, junto con otros artistas, como Víctor Delfín y Gloria Gómez Sánchez, forma el grupo Arte Nuevo. “En esta época mi pintura ya era de tipo construccionista, con fuerte influencia pop, y con utilización de collages”, señala Burga. En 1966 realiza una muestra individual en la Galería Siglo XX, en Buenos Aires. Dos años después exhibe Prismas, objeto escultórico en el que Burga mina los límites que separan a la pintura, la escultura y la arquitectura, desafiando así las divisiones artísticas tradicionales asumidas por el modernismo y mostrándose en sintonía con artistas contemporáneos, como Frank Stella, Tony Smith y Donald Judd.
En 1968, Burga recibió una Beca Fulbright y viajó a Estados Unidos para estudiar en el Art Institute of Chicago y trabajar al lado de artistas como Christo, Frank Stella y Claes Oldenburg. “En Chicago, nuestros profesores eran los artistas que empezaban a aparecer en los libros de arte. Recuerdo que en mi primera clase no dije una sola palabra y el profesor me dijo: ‘Si no me contradices o dices algo, te echaré del salón’. Sentí que debía contradecirlo así que alcé mi mano y dije: ‘No estoy de acuerdo con nada de lo que acaba de decir’. Parece que di en el clavo porque recibí un gran aplauso de la clase y todos se volvieron mis amigos.
Esta reacción no es común en el Perú, porque si una mujer se levanta para decir algo así todos los hombres de la clase se convierten en sus enemigos y piensan: ¿quién es esta sabelotodo?”. En 1971, tras culminar sus estudios en Chicago, Burga vuelve al Perú, donde gobierna el General Velasco tras un golpe de estado realizado en 1968. En esta época empieza a concebir “Autorretrato. Estructura. Informe, 9.6.1972”. A partir de 1975, Burga empieza a trabajar en el Servicio de Administración Tributaria Nacional y desarrolla su serie Insomnia Drawings, realizada durante noches de insomnio.
La serie de dibujos más reciente de Burga muestra figuras femeninas vestidas de modo tradicional sobre paisajes o planos de colores. A través de los dibujos de mujeres indígenas, en esta serie se debate plásticamente la representación de la identidad de los campesinos, una categoría que, vale la pena anotar, fue una de las bases de la estructuración de la sociedad peruana que llevó a cabo el gobierno de Velasco cuando Burga recién empezaba su trayectoria como artista.
A diferencia de lo que uno esperaría de la representación estatal de las mujeres indígenas, las imágenes de Burga no van acompañadas de categorías acerca del individuo, sino de los días y las horas que le tomó a la artista realizar estas imágenes, sustrayendo la información que le daría a las imágenes el rango de representación objetiva de un plano de la realidad social peruana para mostrarla como una herramienta para construir la realidad de acuerdo a los intereses de quienes la utilicen, una actividad de la que Burga se abstiene al dejar expuesto el proceso antes que el resultado.
Algunas de estas obras fueron parte de la muestra Teresa Burga, que se presentó entre el 5 de setiembre y el 12 de octubre en la Galería Alexander Gray Associates de la ciudad de Nueva York -un “must see”, según la reconocida revista “Artforum”. Merecido reconocimiento para Burga, una pionera del arte conceptual latino americano y probablemente el/la más importante exponente del arte peruano contemporáneo en la actualidad.