Marino Morikawa se ha convertido, entre muchas otras cosas, en la primera persona en aplicar la nanotecnología en un hábitat natural. “Lo que hice en El Cascajo fue probar, porque ese es un sistema que normalmente se aplica en plantas de tratamiento, pero yo tenía la confianza de que podía lograrse. Y funcionó, incluso antes de lo previsto. En quince días ya tenía los primeros resultados de descontaminación”, cuenta satisfecho.
Este científico no es ningún ratón de laboratorio. Su padre hizo de su infancia una especie de sesión de trabajo de campo prolongada: lo llevó a recorrer montañas, ríos y lagos de Perú, y le enseñó a apreciar la magia encapsulada en cada gota de agua cristalina. “En ese tiempo, había unos glaciares hermosísimos a aproximadamente 4300 m s.n.m. Cada sorbo de esa agua era exquisito”, añora Marino. “Es un sabor que no he vuelto a probar. Por eso me he vuelto estricto con el tema, una especie de sommelier del agua”.
Ese fue el peculiar método que, inconscientemente, empleó el papá de Marino para canalizar la rebeldía innata de su hijo. “Yo nunca he sido un chancón, no me gustaba para nada estudiar. Era bien rebelde. Incluso me llegué a escapar de casa. A los 17 años era un hippie, un muchacho que no quería saber nada de la vida ni de los estudios. Les saqué canas verdes a mis papás”, recuerda Morikawa. Esa inyección temprana de sensibilidad para lo natural contribuyó enormemente a forjar la personalidad del emprendedor y convirtió a aquel adolescente confundido en un brillante científico, ganador de una beca para estudiar en Japón, y que, hoy en día, ostenta incluso un posdoctorado.
Es por todo eso que, años después de tanto logro profesional, cuando se enteró de que aquel humedal huaralino, lugar entrañable y escenario de aventuras para el científico peruano, se había convertido en un cementerio de chanchos y un basural, en un reservorio de aguas residuales que despedía un olor fétido, no dudó en aplicar todo lo aprendido para intentar rescatarlo.
Así, voló de regreso a Perú y, sin apoyo financiero alguno, en un acto altruista, patriótico y hasta heroico –como lo ha calificado más de uno–, emprendió el proceso de descontaminación del humedal, con materiales artesanales, el apoyo de algunos amigos –y la incredulidad de muchos otros– sumado a la posterior ayuda de miembros de la comunidad. “Utilicé materiales propios del lugar porque no tenía el presupuesto necesario. Si estoy solo en algún sitio que necesito rescatar, obviamente tengo que convertirme en un MacGyver”, explica el científico.
Y después del proceso, al igual que Marino, miles de aves volaron de regreso a El Cascajo, un lugar antes inhóspito. “Estaba endeudado de pies a cabeza, pero ver volver a cada ave valió hasta el último centavo que había invertido”, dice con gratitud.
Después del éxito alcanzado con el humedal, Morikawa siente unas ansias irrefrenables –y saludables– por salvar otros hábitats contaminados del país. “Ahorita estoy como un perro que quiere salir rápido de la casa a pasear”, bromea con entusiasmo. Tiene más de treinta proyectos en el Perú, en costa, sierra y selva, entre los que resaltan la descontaminación de la laguna de la Huacachina y del lago Titicaca.
Y Marino no está solo. Tiene a un equipo, conformado por decenas de profesionales de las más diversas áreas, que integra su empresa NANO+7.
“En la Huacachina, lo que se va a hacer es recuperar no solo la calidad, sino el abastecimiento de agua, ya que es un humedal artificial desde los años ochenta, época en la que dejó de filtrar agua naturalmente. Vamos a hacer la planta de tratamiento de aguas residuales del distrito de Huacachina, y de esa agua tratada, que hoy en día acaba en las dunas, va a nacer el vivero nacional del huarango, planta que tiene propiedades medicinales y sirve como combustible, y servirá también como sendero para los tubulares”, explica.
“Titicaca es más fácil que Huacachina”, dice el biólogo. “Solo falta que se elija al ganador de la licitación de las plantas de tratamiento de aguas residuales para empezar formalmente, pero mientras se realiza ese proceso, nosotros ya estamos limpiando el agua”.
Por Vania Dale Alvarado
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