“Tomar pisco me lleva a sitios completamente distintos, no solo cuando viajo, sino cuando lo tomo”, explica. “Brotan dentro de mí inquietudes, pasiones, música, poesía… salen cosas maravillosas”. Con la mirada firme y con una copa de pisco de uva negra criolla en la mano, Johnny Schuler motiva con esta frase que pronuncia con pasión. Y la pasión de su vida es esta bebida de bandera nacional que se ha encargado de poner en valor, no solo en el Perú, sino también en el mundo. El reciente ganador del Guinness World Records por ser la persona con la mayor colección de piscos recibe a COSAS y brinda para celebrar la peruanidad.
Por Walter Chunga Fotos José Rojas
Johnny recibe con los brazos abiertos a los que visitan su hogar en la Granja Azul, en Santa Clara, lugar donde se prepara el mítico pollo a la brasa que su padre, el suizo Roger Schuler, creó para los amantes del pollo allá por el año 1949. Siempre con una sonrisa cálida y, por supuesto, con un infaltable pisco, Schuler recibe a las visitas que tienen la suerte de entrar a su casa de más de setenta años de existencia, que guarda celosamente una serie de colecciones que son muy apreciadas desde el punto de vista histórico.
Al empezar el recorrido por la residencia, una de las primeras colecciones que Schuler muestra con entusiasmo son los tres mil libros, todos de cocina, que tiene en su hermosa biblioteca. La cocina es su otra gran pasión. Luego de dejar atrás este ambiente, se aprecia un pasadizo con una serie de mapas colgados en la pared que datan del siglo XVI, y que son la evidencia de que la ciudad de Pisco ya era registrada en la cartografía de aquellos años. Esto sirve como prueba histórica frente al argumento chileno. Siguiendo el final del pasillo, se abre una puerta al ambiente dominado por la cerámica puneña de los Toritos de Pucará. Más de setecientas esculturas de diferentes tamaños. Lucen imponentes.
Finalmente, el plato de fondo son las 2022 botellas de pisco de la colección más importante del mundo. Botellas reunidas desde los años 20 del siglo pasado, llenas de historia, de diferentes tamaños, formas y colores. Schuler las muestra con orgullo, como debe ser, a todos los presentes asombrados de la colección que reposa en su bodega.
Con su respectiva copa de pisco, Johnny Schuler cuenta cómo es que empezó este romance que se convirtió en pasión a finales de los años ochenta, cuando estaba cerca de cumplir cuarenta abriles. A finales de esa década, un amigo lo llamó para que le organizara una cata de pisco en Arequipa, a lo que Johnny en un primer momento se negaba, porque no le gustaba el pisco. Sin embargo, fue tanta la insistencia que tuvo que ir.
En el certamen pasaron una serie de rondas. No recuerda si fue la sexta o séptima, cuando se encontró con una copa de pisco que al llevársela a la nariz le hizo decir “¡Dios mío!”. Era una “Torre de la Gala Italia”. “Extraordinaria”, recuerda hoy. “Creo que esa fue la copa que me cambió la vida. Me abrió un derrotero nuevo. Yo miraba la copa, la olía y decía: ‘No puedo creer que el Perú tenga algo tan extraordinariamente bello. ¡Pero qué estructura, qué carácter, qué aroma, qué suavidad!’. ‘¿Cuánto tiene?’, dije. ‘43 grados de alcohol’, me respondieron; y yo decía: ‘No puede ser, esto debería ser quemante, debería ser agresivo, pero es un terciopelo’”, explica Johnny. Desde ese momento, la curiosidad por saber y aprender más sobre el pisco se convirtió en una prioridad para Schuler. Una pasión que lo llevaría a convertirse en el principal embajador peruano del pisco a nivel internacional, y que sembró en él la semilla para convertirse en el principal coleccionista de botellas de pisco del mundo. Ya ubicado en el asiento principal de la sala de su casa, Johnny responde a las preguntas de esta entrevista.
Describiste cómo empezó tu pasión por el pisco en esta cata en Arequipa. ¿Cómo nació la idea de perseguir y lograr un récord Guinness?
Yo creo que muchos de nosotros, desde muchachos, consultamos el “Libro Guinness de los Récords”. Sin embargo, en ningún momento comencé la colección pensando en un récord, para nada. Yo quería tener y poder ofrecer a mis amigos algo que probar. “Quieres una negra criolla de Caravelí, ven te la abro, vamos a probar y la vamos a catar con una negra criolla de Vítor. Vamos a cotejarlas, vamos a compararlas”, les comentaba a mis invitados y mis amigos. De repente, un día no sé quién me dijo: “Oye, pero aquí tienes el récord mundial”. Hace unos cinco o seis años me presenté. Me dijeron que si tenía más de mil botellas… creo que contaba con novecientas. Ahí es donde me picó el bicho. Me demoré pero no estaba apurado. No iba a comprar para llegar. Me iban regalando, iba a visitar una bodega, venía un amigo o me iba por Ica y una productora me decía: “Johnny, toma, para tu colección”.
¿Recuerdas a alguien en especial que te ayudó en esa iniciativa de promover el pisco?
Tengo que reconocer que al comienzo fue Alejandro “Jan” Miró Quesada Garland quien me ayudó. Él venía a almorzar a la granja. Un día lo traigo y le digo: “Mira, Jan”, y le muestro. “¿Cómo te apoyo?”, me dijo. Le respondí: “No me apoyes a mí, tienes que apoyar al pisco. La gente ha dejado de tomar pisco porque está adulterado”. Él me propuso ir a bodegas, hablar con periodistas, y empecé a sacar mi programa “Por las Rutas del Pisco” en televisión. Debo reconocer que fue un movimiento que se armó alrededor del pisco que llevó esta ola hasta donde está hoy
¿Cómo recibiste la noticia de que habías logrado el récord Guiness? ¿Qué hiciste?
Estaba en mi casa con mi esposa. Cuándo recibí el mensaje, le digo a mi señora: “Me voy a servir una copa de pisco”. “¿Por qué, si son las 9 de la noche?, me comentó. Yo le dije: “Porque acabo de inscribirme en el libro Guinness de los récords con la colección más grande del mundo”. Mi hija me llama y me dice: “Papá, qué bacán para nosotros”. Pero no solo para Johnny Schuler. Yo creo que es importante que el Perú tenga, sobre todo en su patrimonio cultural, que es el pisco, un récord mundial. Establecido, documentado e imbatible. En eso estoy y voy a seguir creciendo. Hoy día había una botella más en el carro. Esto continúa, pero, como te digo, al final los piscos y los mapas deberían formar parte de un museo; yo pienso que es del Perú, no es mío, y ahí tiene que terminar.
¿Cuál es su mayor pasión?
Evidentemente, el pisco. Como pasión, como tributo, como homenaje, como amor, como entrega, como devolución al país. El pisco es mi primera pasión. Yo creo que eso es. Es una de esas cosas fortuitas que me han llevado a sitios donde no tenía idea de que iba a llegar. A conocer a gente como Edith Postigo en Arequipa, Carmen Robatty en Ica y Juanita Martínez de González. El mundo del pisco es muy femenino, porque las grandes productoras son mujeres. Carmen Robatty es extraordinaria. Descubrir y meterme de lleno en el pisco me ha dado muchos beneficios, como conocer a muchísima gente maravillosa.
¿Cómo vamos en relación con nuestros competidores directos en volumen de exportación?
A nivel de exportación, los tenemos ganados. Exportamos más en volumen, más en calidad y más en precio por botella, que es lo más importante. Sin embargo, ellos están mejor organizados. Están armando una estructura a través de su cancillería en convenios internacionales mucho más importantes. Nosotros nos hemos quedado. Si no nos “desahuevamos”, perdón por la expresión, vamos a tener problemas. Yo creo que es momento de sentarnos todos a definir una ruta. Ponernos de acuerdo y decir: “Esto es lo que tenemos que hacer, vamos a hacerlo todos juntos”.
¿Cómo quisieras que recuerden a Johnny Schuler de aquí a unos cincuenta años? ¿Cómo quisieras que el pisco estuviera posicionado?
Yo creo que no habrá muchos que recuerden a Johnny Schuler. Pienso que lo importante es el legado que uno deja. He tratado de sembrar el amor por un producto. Mi legado es haber abierto el surco y echado las semillas para que otros florezcan y cosechen. Mi pasión es un amor incondicional por el Perú. Por sus olores, sabores, aromas, comida y música. Esa es mi pasión. El pisco me ha hecho feliz en los últimos treinta y cinco años de mi vida. Me ha hecho sentirme más peruano que nunca. Mi legado está ahí. Yo dejo las botellas, los mapas, los libros. Lo que dejo es la pasión. Tenemos que aprender a amar a nuestro país. El Perú es espectacular. No debemos estar como estamos. Perú es un país extraordinario, no se merece lo que tenemos. Hay que luchar por él y por el pisco.
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