Desde Madrid, nuestro Premio Nobel habla en exclusiva para COSAS sobre su próxima novela, que aborda el mundo del vals criollo. Además, Mario Vargas Llosa opina sobre la explosiva política peruana actual, el error de América Latina al virar a la izquierda y la ausencia de presidentes honestos y capaces.
Por Lucas Cornejo Pásara
Cuéntame, ¿en qué has estado trabajando?
Pues en una novela sobre el vals criollo. Es la primera vez que me meto en esas honduras. He trabajado ya como un año, y más o menos va adquiriendo su personalidad.
¿Cómo así te interesaste por el vals criollo?
Siempre he oído valses, los he bailado [ríe]. Tenía esta idea de escribir una novela sobre el vals. Bueno, no es exactamente sobre el vals, sino sobre un personaje que escribe en las revistas folclóricas y ha llegado a tener una especie de autoridad sobre el vals peruano. Al mismo tiempo, es una persona que vincula el vals a la sociedad peruana, pues piensa que el vals puede cumplir una función de unir a los peruanos.
Estuviste investigando en el norte. ¿Cómo es que llevas a cabo tus investigaciones? ¿Qué es exactamente lo que haces en estos viajes?
Mira, yo había hecho muchas veces de chico esa ruta entre Lima y Piura. Entonces, tenía muchas ganas de volver a ver las olas, los desiertos y la cordillera que baja hasta las playas en esa región. Tenía mucha nostalgia de ese paisaje y veo que no ha cambiado mucho. Permanece allí. Sí hacen la diferencia las dos carreteras en lugar de la carretera única que había antes, que complicaba mucho la existencia de los autos y los caminos. Ahora hay estas dos carreteras con tramos largos. Pero aparte de eso, el mundo que yo recordaba está vivo. Fue como un reconocimiento de este paisaje.
Si bien conocemos varios hechos sobre lo sucedido en esos años, nunca has narrado los hechos ocurridos en tu vida tras dejar Lima. ¿Existen o existirán unas memorias que continúen lo que se cuenta en “El pez en el agua”?
Lima fue para mí una ciudad hostil por las condiciones en que la conocí. Entonces, vivir ahí fue separarme de mis abuelos, de mis tíos, de una familia con la que yo estaba muy identificado. Mudarme con mi padre, con el que tenía una relación difícil, no me hizo sentir en mi ciudad, como sí sucedió en Piura o en Cochabamba. Mi propia condición significaba un aislamiento que no había tenido nunca. Yo había vivido siempre en comunidad.
Además, fue sobre todo una separación de mi familia materna, con la que yo había estado muy unido. Me costó cierto trabajo acostumbrarme a Lima.
Claro, pero te preguntaba por lo posterior. El momento en el que te mudas a Europa no está registrado en ningunas memorias. ¿Tú piensas o has escrito ya sobre esa experiencia en Europa?
Yo vine a Europa con la idea de presentar una tesis en la Complutense de Madrid. Finalmente, sí me doctoré ahí luego de vivir varios años en Europa, en París principalmente. Mi asesor de tesis, que fue un profesor de la Universidad de Salamanca, era muy estricto. Me exigía que las citas que yo hacía en el libro sobre García Márquez fueran muy puntuales, que aparecieran las comas, los puntos y comas, los puntos… Al mismo tiempo, estas reflexiones las teníamos paseando por Madrid.
Él era un gran conocedor de la ciudad. Siempre fue muy grata esta relación. Yo venía de tanto en tanto de París para trabajar con él. Al momento de publicar esta tesis [ríe], el editor reclamó por la cantidad de citas, y tuve que eliminar muchas por razones de la propia edición. La idea era publicar más tarde una versión completa, pero esta nunca se dio. Esa edición depurada de citas ha quedado como la versión canónica sobre la obra de García Márquez.
Muchas veces has resaltado la importancia de dejar el Perú para que un artista o un escritor logre alcanzar sus sueños y aspiraciones. Tú has escrito desde Europa gran parte de tu obra, pero rara vez aparece Europa en ella, salvo en las “Travesuras de la niña mala”. ¿A qué crees que se deba? ¿Nunca te interesó hacer una novela propiamente “europea”?
He escrito novelas situadas en Europa, como la novela sobre Flora Tristán, la novela sobre el Congo y un personaje que trabajó mucho por la independencia de Argelia… O sea que también he escrito sobre Europa, pero yo creo que he trabajado sobre todo con América Latina. Por ejemplo, una novela que me costó un enorme trabajo es aquella sobre Canudos, en Brasil. Trabajé como tres años en ella, y es quizá una de las novelas que más trabajo me costaron escribir. Sin embargo, tengo un recuerdo de lo que fue viajar por Bahía y consultar los archivos brasileños con gran exaltación. Fue como descubrir un mundo. Aunque estaba vinculado a América Latina, era una realidad muy distinta a la del Perú.
¿Qué etapa de tu vida, entre las muchas que has vivido, recuerdas con mayor cariño? ¿Cuál fue la más estimulante o más decisiva para tu carrera?
Quizás entrar a San Marcos. La experiencia en San Marcos fue la de descubrir al Perú. En esa época, digamos, un muchacho que vivía en una familia de clase media casi no tenía conocimiento del resto del Perú. Entonces, para mí San Marcos fue absolutamente decisiva. Fue conocer al Perú, descubrir que era un país enorme, un país gigantesco en el que había distintas razas, distintos tipos humanos… San Marcos en esa época era una universidad muy popular. Yo me sentí descubriendo un mundo, un país que desconocía por completo.
Yo había tenido experiencias de clase media, prácticamente sin contacto con los otros sectores del país. Creo que esos años a mí me permitieron entrar en contacto con el resto del Perú y, de alguna manera, vivir la experiencia de los peruanos distintos a mí. Fue una experiencia muy rica y lo he dicho muchas veces: “Nunca he lamentado mis discusiones con mi familia, que quería que entrara a la Católica, por yo haber entrado a San Marcos”.
Entonces, si volvieses a ese momento, ¿volverías a escoger a San Marcos?
No lo sé ahora, porque actualmente hay muchas universidades en el Perú. Yo no sé cuál sería mi decisión, pero en ese
momento elegir San Marcos creo que fue una buena apuesta. Yo tenía necesidad de vincularme al resto del Perú. Ahí lo pude hacer, pues era una universidad a la que podían acceder prácticamente todos los peruanos. Era la única universidad que existía realmente y que representaba un claustro y una vida de estudiante. Creo que fue una muy buena decisión. Gracias a esos años yo conocí al país. Mi vida enclaustrada en la clase media, en Miraflores, de pronto se ensanchó. Fue muy enriquecedor.
Alguna vez dijiste que un escritor continuaba escribiendo porque siempre estaba buscando superarse y escribir la obra maestra, una tan buena como las que más admira. Habiendo escrito una gran cantidad de obras y varias maestras, ¿qué te motiva a seguir escribiendo?
Bueno, es mi oficio. Yo soy un escritor y constantemente escribo. La verdad, cuando yo descubrí mi vocación, tenía mucha angustia, porque tenía la sensación de que no iba a escribir, de que mi vida iba a estar muy compartimentada en el Perú, el modus vivendi. Sin embargo, afortunadamente he podido vivir de mi trabajo de escritor. Ese trabajo a mí me entusiasma mucho.
Por supuesto, me cuesta mucho trabajo escribir, pero creo que ni siquiera en los momentos en los que he estado muy divido por otras actividades he dejado de escribir. Siempre han sido fundamentalmente la literatura, los cuentos, las novelas y, bueno, los ensayos también, lo que me ha motivado más. Aunque, bueno, he dado clases. En Inglaterra, por ejemplo, en los primeros años, di muchas clases. En España estuve enseñando. Pero, entre todas las actividades, lo principal ha sido siempre escribir.
¿Siempre ha sido escribir ficción o, por ejemplo, has escrito diarios?
No solo ficción, porque he escrito artículos y ensayos. Pero no, no, nunca he llevado diarios. La novela sí ha sido una preocupación muy constante. En ese sentido, descubrir a Flaubert fue absolutamente fundamental. Cuando llegué a París, leí “Madame Bovary” y me trastornó. Creo que el ejemplo de Flaubert fue esencial para mí como escritor. Gracias a él descubrí el tipo de escritor que quería ser.
Además, entré en la literatura moderna, porque yo estoy convencido de que Flaubert es el gran creador de los recursos y métodos más modernos de la literatura. Hombre, hay el “Ulises”, de Joyce, por supuesto, pero yo creo que, hechas las conjeturas, Flaubert fue una influencia mayor que la del “Ulises”, y que aprovecharon más los norteamericanos. Faulkner, por ejemplo, es uno de los grandes aprovechadores de las cosas que inventan los europeos, sin ninguna duda. En el mundo de la cultura, de la literatura, nadie sabe para quién trabaja.
Durante tu juventud sartreana estabas convencido del vínculo entre la literatura y la política. ¿Crees aún que el escritor de hoy en día puede o debe relacionar de alguna manera su obra con alguna agenda política?
No. Hoy día no lo creo. Existen escritores que no tuvieron ninguna inclinación hacia la vida política y escribieron obras importantísimas, como Proust, por ejemplo. No tuvo nunca un interés por la política, y muchos escritores europeos no han tenido este interés y han hecho una obra muy importante. Entonces, no creo que sea necesario. Lo que sí creo es que en América Latina es muy difícil que un escritor esquive la política.
Los problemas son muy serios, los países están, de pronto, a punto de perder su desarrollo, su solidez. Eso significa que, de todas maneras, la literatura y la política están muy vinculadas. El caso de un Borges, por ejemplo, a quien claramente no le interesaba la política, es muy raro. Le interesaba la política como una apuesta mayor, pero en lo concreto no se interesaba. No le importaba el destino de Argentina y eso no le impidió ser un grandísimo escritor.
No pocas veces has reclamado por la incompetencia de Pedro Castillo. Sin embargo, cuando tuvimos un presidente con disposición para hacer bien las cosas y con una preparación vasta, las cosas tampoco resultaron bien…
¿En quién piensas tú?
En Sagasti, pienso…
Bueno, yo nunca he tenido la sensación de que un presidente ha estado a la altura, aunque ha habido algunos como Bustamante y Rivero. Belaunde Terry creo que estuvo más o menos a la altura de tener una cierta visión.
Yo no te lo digo porque crea que Sagasti lo haya logrado, pero creo que era un tipo que tenía una educación muy buena. Ahora tuvimos el caso de un presidente con una educación terrible. ¿Qué tipo de político crees que necesita el Perú para gobernar?
Yo creo que se necesita un político fundamentalmente honrado. Hoy, un país, por más elemental que sea, puede convertirse en un país moderno. Hemos llegado por lo menos a esa situación. Desgraciadamente, en el Perú no ha habido presidentes que hayan sido capaces, presidentes que representen un estado de cosas realmente creativo. No digo que es fácil, pero, con cierto esfuerzo, es posible alcanzar la prosperidad. Acabo de leer un libro sobre el caso de una isla asiática. Es absolutamente extraordinario cómo esta isla se convierte en un territorio inmensamente desarrollado.
Además, sus habitantes, que son de varias razas asiáticas, conviven en la prosperidad a través de una legislación muy estricta que tiende fundamentalmente a aprovechar las posibilidades que la vida moderna da a todos los países. Pienso que ese es un ejemplo que, por desgracia, en América Latina no se sigue. Hay todavía en el continente un viejo estado de cosas en el que se piensa que el socialismo es la solución de los problemas. Eso, clarísimamente, no es la solución. ¿Cuba es un ejemplo que tendríamos como modelo? Es verdaderamente trágico. Los cubanos están peor de lo que estaban cuando se rebelaron contra Batista y cuando siguieron a Fidel Castro. Creo que América Latina está profundamente equivocada y que su esfuerzo por identificarse con la izquierda es un esfuerzo, más bien, inútil.
¿Pero tienes esperanza de que eso cambie?
En lo inmediato, no creo que cambie. Mi impresión es que las cosas van de mal en peor. Pero, bueno, siempre hay la posibilidad… Hoy en día, por primera vez en la historia, creo que un país puede elegir entre ser próspero o fracasar desde el punto de vista económico. Mi esperanza es que América Latina elija tener éxito. Espero que el Perú esté entre ellos.
MVLL sobre el golpe de Castillo
“Quisiera condenar en los términos más enérgicos el intento del presidente Pedro Castillo de dar un golpe de Estado, poniendo de su parte al Ejército. Y a los militares peruanos, felicitarlos por haberse identificado con las leyes y haber rechazado este rol de comparsas que quería infligirles el expresidente. Creo que todo esto puede verse de una manera positiva para el Perú.
La manera como se ha resuelto tan rápidamente este intento de golpe de Estado, para repetir una vez más lo que ocurrió con Fujimori a los dos años de tomar su presidencia, gracias a lo cual tenemos por primera vez una presidenta en la historia del Perú. Creo que a Dina Boluarte lo que hay que pedirle es que firme un gabinete de ancha base en el que todos los peruanos se sientan representados. Creo que este es un momento más bien optimista y feliz para nuestra patria”. (8/12/2022).
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