De cortar hilos en el taller de su abuela a presentar colecciones en Nueva York, Paola ha tejido una propuesta que une identidad, técnica y sostenibilidad. Lidera Wink Studio y Emma, donde impulsa el uso de deadstock, fibras naturales y procesos experimentales
Por Mery Jiménez Heredia
Si hablamos de identidad y familia, es imposible no pensar en la historia que Paola tiene para contar. Su vínculo con la moda –ese que la ha llevado al New York Fashion Week y a crear dos marcas propias– nace en su niñez, influenciada por casi todo su círculo familiar. “Mónica Romero, mi madre, me tuvo superjoven […] estudiaba Ingeniería Industrial y Diseño de Modas; entonces, desde chica me llevaba a sus fittings”, recuerda entre risas. Su primer trabajo fue cortar hilos en el taller de su abuela materna, Aida Leonor La Madrid, y más tarde participó en el negocio textil de su padre, Félix Rosenberg. “Gracias a él tuve la oportunidad de pasar por todas las áreas que una empresa podía tener”, cuenta.
Nuestra charla trascurre sobre una mesa cuya base es una máquina de coser antigua ensamblada con una ventana, un detalle coherente con la forma en que Paola fue criada. “Desde muy chica aprendí naturalmente el proceso de desarrollar un producto; fue algo orgánico. Si yo quería, por decir, un juego de mesa, me daban la madera y las témperas, y tenía que pintarlo y esperar días a que seque. Con esa base aprendí a crear cosas”.

Paola aprendió de confección y diseño en los talleres de sus abuelas.
Aquellas experiencias, sumadas a su trabajo técnico, le dieron la certeza de que su búsqueda iba más allá de los márgenes de una fábrica. “Tenía claro que no quería quedarme solo en lo operativo. Quería entender por qué y para qué se hacen las cosas”. Y aunque estudió Ingeniería Industrial, fue su herencia familiar la que le enseñó a amar el diseño paso a paso. “Me entretenía desde chica en el área de diseño de Carolina; así aprendí jugando, pero cuando era más grande quería hacer sastres para mí; entonces, como tenía el taller de mi abuela, ahí hacía todo”.
Su fascinación por el color se reflejaba justamente en esos sastres atrevidos –fucsias, anaranjados, rosados–. “Básicamente, tenía un plan que promueva la vida de colores”, dice. Más tarde, desarrolló en su familia un proyecto ligado al agro y a los pigmentos naturales para atender las industrias cosmética, farmacéutica y alimentaria. “Me parecía increíble cómo un mismo insumo podía servir en diversas industrias”. Sin saberlo, haciendo gestión de inventarios en la compañía, se hilaba el origen de Wink Studio.
“Dentro de todo lo que venía haciendo, pensé que realmente me gustaría tener mi propia marca de ropa. En la empresa de mi padre, Consorcio Carolina, mantenemos la identidad de mi abuela, Carolina Guttman de Rosenberg, así que creamos Wink como una marca nueva, innovadora y de diseño sostenible. Revisando el inventario descubrí deadstock, paños y telas de muy alta calidad que no podían usarse en grandes producciones, así que empezamos a limpiar, cortar y recuperar telas. Así nació la primera colección de Wink Studio en 2019”.

Estudió Ingeniería e Innovación Industrial, pero su formación en textiles, agricultura y biotecnología le dio una visión integral.
A pesar de la pandemia, que detuvo por un momento este sueño, Wink se abrió paso en el mundo de la moda con prendas para el día a día y una alta dosis de creatividad. “A mí me fascinaba ir al almacén y ver qué encontrábamos, qué podíamos crear con eso para que estas fibras no sean olvidadas y tengan un nuevo valor. Lo que tratamos de hacer, aunque haya todo un debate acerca de sostenibilidad, es trabajar con lo que hay, no desperdiciar nada y aprovechar todo de la mejor manera”.
Este primer paso fue un éxito rotundo que llevó a Paola a colaborar con artistas nacionales y vender sus prendas en Estados Unidos; además, sentó las bases para Emma.
Esta segunda marca utilizaba fibras naturales y un estilo vanguardista. Se trabajó principalmente durante la pandemia. “Apenas pudimos salir, viajamos a Nueva York y nos presentamos ahí con todo lo que teníamos. Antes hacíamos piezas sueltas, pero creamos nuestra primera colección, Perpetual, inspirada en mujeres fuertes y resilientes. Estuvimos en desfiles del Fashion Week en Nueva York, en Lima, París, Chile y São Paulo”.
Paola asegura que el éxito es fruto del trabajo constante y un buen equipo; además, está sorprendida de lo rápido que ha pasado el tiempo. Sin embargo, hoy, con 33 años, evoca agradecida el amor por la naturaleza y la moda que representa su legado familiar. Asimismo, a nivel personal explica: “Parte de mi crecimiento personal es saber quién soy fuera del trabajo, lo que soy capaz de crear”.

“La clave siempre será actuar con amor”, asegura.
MODA, PAÍS Y PROPÓSITO
Desde su taller, tan lleno de color como cada uno de los proyectos que ha emprendido, Paola sostiene una clara visión sobre la industria y su propósito en ella: “Creo que a veces la gente no entiende que la moda es un reflejo de factores políticos, económicos y sociales para realmente entender qué está pasando a nivel macro en el mundo”.
Agrega: “Hemos trabajado muchos años para establecer las bases sólidas que hoy nos permiten innovar hacia dentro y fuera de la compañía. Hoy en día, nuestra área de R&D ya se encuentra en un proceso de desarrollo para obtener cuero vegetal a partir del cactus y de coloración para fibras naturales que brinda durabilidad y otros atributos para lograr una calidad óptima y unir la industria verde con la industria naranja, creando nuevas oportunidades”.
La diseñadora e ingeniera se refirió también al panorama sobre la moda en el país, asegurando que su valor está no solo en las fibras que se producen, sino también en quienes las transforman en creaciones únicas.
“Yo estoy muy de acuerdo cuando la gente me pregunta sobre las fibras de alpaca, vicuña; no tengo otra cosa que decir más que son maravillosas, mantienen el calor, pesan muy poco, son durables, atemporales y pueden permanecer de generación en generación, pero algo que tal vez no valoramos tanto es la calidad de talento que trabaja esos materiales, el diseño o el proceso. Nuestras fibras merecen el respeto al conocimiento tradicional milenario del trabajo en Perú a través de familias y sus mujeres. Hoy podemos ver marcas que lo están haciendo, y no solo dejan en alto el nombre del Perú, sino que también crean valor social y económico para el beneficio de nuestra gente. Industrialicémonos más porque no nos falta nada para hacerlo”.

Actualmente, investiga cuero vegetal y nuevas técnicas de coloración de fibras naturales para mejorar su durabilidad.
La creadora de Wink Studio, que hoy se ha convertido en un espacio donde se venden marcas de diseñadores locales e internacionales, no ha parado de mirar al futuro, y su siguiente paso es Atelier Rosenberg, un espacio dedicado a la sastrería para varones.
“Mi abuelo, Edmundo Rosenberg, siempre decía que hay que tener un saco, y de hecho, era una de las pocas cosas que tenía dentro de lo que había conseguido para venir acá en un buque como sobreviviente de una guerra con mi abuela, Carolina, y su bebé, mi padre, en brazos”. Más tarde, armó un pequeño taller donde nació la herencia familiar que Paola lleva con orgullo.
“Estoy agradecida por las oportunidades que se presentan, por tomarlas y permitirme ver más allá de lo que vivo día a día. No es necesario tener un montón desde el comienzo para lograr algo; puedes estar pasando un momento superfuerte y la creatividad siempre será un arma de creación […] la clave siempre será actuar con amor”.
Fotógrafo: Mid Meza
Stylist: Liselli Santos
Producción: Adelayda Martínez
Suscríbase aquí a la edición impresa y sea parte de Club COSAS.