A propósito del fallo judicial que ordena a la Reniec reconocer el matrimonio entre Óscar Ugarteche y Fidel Aroche, celebrado en México, recogemos esta entrevista a los cónyuges, publicada originalmente en octubre de 2013.

 

En un estante en el que Óscar Ugarteche coloca sus libros, existe una pequeña fotografía en la que luce el pelo más negro. Lo acompaña el mexicano Fidel Aroche, quien se ve aún más joven de lo que es hoy. La imagen se capturó de día. La luz natural ilumina sus rostros. Están almorzando. Parece una terraza. Sonríen mirando a la cámara. Están felices. Se observan dos copas de vino blanco, pero podrían ser de champagne. Probablemente fue tomada el día en el que Fidel le propuso matrimonio a Óscar con un contundente “nos casamos”, que más parecía una orden que una proposición.

Fidel (izquierda) es tutor de maestría y doctorado de Economía en la UNAM; Óscar (derecha) es, junto a Hernando de Soto, uno de los filósofos de la economía más respetados del Perú en el exterior.

Aquel día, hace cuatro años, en un pequeño restaurante francés, se tomaron de las manos para pedirse el uno al otro. Acababan de estar en la boda de unos amigos. Óscar se sentía sumamente conmovido: sabía que eso era lo mismo que tenía que hacer. Ninguno era un adolescente, pero estaban nerviosos. Más allá del amor que existía entre ambos, del compromiso que significaba dar ese gran paso, de “en la adversidad, la riqueza o la pobreza”, del “hasta que la muerte los separe”, para Óscar representaba el final de un largo camino que empezó en 1982, como fundador del MHOL. En ese entonces inició una lucha en nombre de la comunidad homosexual del Perú, que buscaba los mismos derechos ante la ley que el resto de ciudadanos, en una década en la que la policía perseguía con pena de cárcel a los homosexuales.

Cuando por fin escuchamos al juez que nos casó decir ‘los declaro iguales ante la ley’, supimos que, por fin, el Estado reconocía que tenemos los mismos derechos. Eso para mí, después de más de treinta años de lucha, fue muy impactante”, comenta Óscar, desde la terraza del departamento de ambos, en una zona residencial del D.F., cercada por enormes pinos con más de cincuenta años, cerca de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde los dos se desempeñan como investigadores y catedráticos. Al casarse, Óscar conquistó dos objetivos. En el plano personal, la satisfacción de formalizar un compromiso con el economista del que se enamoró hace veintiséis años; en el plano político, lo suyo fue el triunfo de una persona en nombre de una comunidad frente a la Constitución de un Estado. Óscar y Fidel se casaron en octubre de 2010 en una ceremonia bastante íntima, en este mismo departamento, acompañados de amigos y colegas, en la que participó la familia de Fidel, pero no la de Óscar. “Cuando te casas pasan dos cosas: o te dejan de hablar los que apenas te dirigían la palabra, o los que no te miraban bien te hablan ahora porque eres una persona formal. A nosotros nos pasó ambas cosas”, advierte. Ese día Óscar lloró, pero Fidel se encargó de secar sus lágrimas con una servilleta.

“En realidad, yo nunca creí que iba a ver la ley de igualdad, la ley del matrimonio”, dice Óscar.

Los esposos Ugarteche Aroche, o Aroche Ugarteche, cumplirán este 30 de octubre tres años de casados [esta nota fue publicada en octubre de 2013], pero aún no han definido quién es el esposo. “Es algo que depende del papeleo según el país al que llegamos”, bromea Óscar. Si ingresan al Perú, Óscar es el esposo. Si entran a México, Fidel es el marido. En esta aventura, lo más extraño que les ha pasado fue en el consulado de Perú en México, el día que Óscar solicitó inscribir su matrimonio en su DNI. “La cara del funcionario era para morirse”. De regreso al Perú, en Reniec, Óscar tampoco logró registrar su matrimonio en su documento de identificación, pese a que el matrimonio se llevó a cabo en el D.F. de México, donde el Parlamento aprobó la unión civil entre personas del mismo sexo en 2007. “Yo creía que los registros públicos registraban hechos consumados, como nació, murió, se casó, se divorció… Pero descubrimos que en el Perú, el funcionario opina, y si no le gusta lo que ve no inscribe. Eso se llama apartheid”, explica Óscar, recordando aquella vez, en un hotel de Trujillo, en que los ubicaron en el ala más desocupada del edificio, como para que no se cruzaran con otros turistas.

La próxima conquista 

Óscar Ugarteche se convirtió, en los años ochenta, en uno de los primeros personajes públicos en salir del clóset. Desde entonces, encabezó la lucha por los derechos de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales. Fue profesor de la PUCP. Escribió decenas de libros sobre economía, vinculados con la deuda externa de América Latina y el impacto de la globalización, así como algunas novelas. Es también, junto a Hernando de Soto, uno de los filósofos de la economía más respetados del Perú en el exterior. Pero, pese a todos sus logros académicos, tuvo que dejar el país en 2005 porque no podía seguir trabajando. En aquel entonces, no entendía cómo en el Perú –un país que desde el año 2001 empezó a abrir su mercado, a negociar Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos, China y la Unión Europea, un país que además de ser un Estado laico posee una Constitución que garantiza la libertad de hacer empresa, la libertad de mercado, donde se protege el derecho del consumidor para elegir libremente– no se había logrado que se dicte una reforma legislativa para castigar los crímenes contra la comunidad homosexual con el mismo rigor con el que se sancionan la discriminación por raza o los crímenes religiosos, tal como sucede en aquellos países del Primer Mundo a los que el Perú trata de imitar.

“Casarse no solamente legaliza la relación, sino que también la legitima. Le duela a quien le duela”.

Podemos tomar Coca-Cola, compramos pantalones en Zara, ir de shopping por Larcomar pero, a la hora de elegir con qué persona me caso, papá Estado me prohíbe hacerlo con una persona de mi mismo género. ¿De qué liberalismo estamos hablando? Las reformas económicas de Fujimori no llegaron a ser liberales… Se trató de uno de los procesos más salvajes de neoconservadurismo que se tengan registrados en el mundo. Ni en Chile se privatizó a tal punto las empresas estatales. Los economistas liberales dicen presente si se trata de garantizar los derechos de los socios de la Confiep, pero a la hora de hablar de derechos ciudadanos se esconden. Y los liberales gays peruanos son una cosa espantosa, se mueren de vergüenza. ¿Liberalismo económico? El Congreso, este año, mandó al archivo el proyecto de ley para incluir a la comunidad gay en la lista de crímenes de odio. El peso de la Iglesia en este tema es tan fuerte, que los congresistas aún viven en la época de la inquisición, porque creen que el cardenal Cipriani los va a excomulgar. El papel de Cipriani, en este tema, realmente, es nefasto”, afirma Ugarteche, recordando un discurso del arzobispo de Lima, en el que afirmó que los homosexuales no forman parte del plan de Dios. Pero no es el único prelado que pontifica así. Monseñor Luis Bambarén solicitó en una entrevista que no se le llamara gay a un homosexual, sino maricón. Más aún, hasta hace pocos años, en las altas esferas de la curia romana, sumos pontífices como Juan Pablo II o Benedicto XVI culpaban a la comunidad gay de todos los males del mundo. “Hasta que llegó Francisco”, dice Óscar, “que predica en una forma diferente”.

“Cuando te casas pasan dos cosas: o te dejan de hablar los que apenas te dirigían la palabra, o los que no te miraban bien te hablan”, asegura Óscar Ugarteche.

Efectivamente, el Papa Francisco expresó semanas atrás que la Iglesia no debe obsesionarse solo en cuestiones referentes al aborto, el matrimonio homosexual o el uso de los anticonceptivos. “Tenemos, por tanto, que encontrar un nuevo equilibrio, porque de otra manera el edificio moral de la Iglesia corre peligro de caer como un castillo de naipes, de perder la frescura y el perfume del Evangelio”, afirmó el Papa Francisco en una entrevista. “Eso significa que no volverá a ocurrir lo que pasó antes: que un arzobispo llame a los congresistas para que no se apruebe una ley que promueve la unión civil. Ojo, no queremos matrimonios religiosos, queremos los mismos derechos que el resto. ¿Por qué vamos a firmar contratos para heredarnos, acaso no somos iguales ante la ley, no pagamos nuestros impuestos o no nos obligan a votar como al resto?”, dice Óscar. “Esto no significa que habrá uniones civiles masivas”.

Por ejemplo, en el D.F. de México, desde que se aprobó la ley, se casan entre cincuenta y sesenta parejas cada año. Un número bastante pequeño en comparación con países de la Unión Europea. Lo mismo pasa en Argentina, Uruguay y Brasil. “Casarse no solamente legaliza la relación, sino que también la legitima. Le duela a quien le duela. Y cuando te pregunten ‘¿soltero o casado?’, contestas ‘casado’, porque lo decidiste. Vivíamos en unión libre, pero ¿por qué no casarnos si nos da la gana? El derecho debe estar establecido, más allá de si lo usas o no”.

Hoy, Óscar comparte su vida con Fidel; y además, ambos viven con un sobrino adolescente al que crían como a un hijo. Desde México, Óscar se ocupa de su madre. Está atento a las noticias sobre la ley que promueve el congresista Carlos Bruce, que deberá ser debatida en marzo de 2014 por el Pleno del Congreso. Su próxima conquista: lograr que en su DNI figure casado, como la ley –más allá de Dios– manda.

Por Luis Felipe Gamarra
Fotos de Felipe Luna

Publicado originalmente en COSAS 529