Adolfo Chuiman Vargas es el penúltimo de nueve hermanos. Nació un 18 de octubre, día central de las celebraciones en torno al Señor de los Milagros, y su madre, Celinda Vargas, siempre repetía que el parto de su hijo Adolfo fue el más feliz que tuvo, el más hermoso. “Parece que desde la barriguita yo ya le estaba haciendo chistes”, dice Adolfo. ¿Cuántos años tiene ahora? “Ahhh, tengo tinueve”, dice, mirando hacia arriba, despistando, aguantándose la risa.

“Paul Newman, con esa piedra que se manejaba, decía que todos podemos tener talento como actor, pero que si no tenemos un poquito de suerte, no pasa nada”.

Sus hermanos le tenían un poco de celos porque, en alguna celebración familiar, cuando llegaba a la casa alegre, caminando a paso ligero, casi levitando, flaquísimo, pintón, Celinda decía: “Ya llegó el príncipe”. Y Adolfo bromeaba con sus hermanos, sonriendo de lado, “abran paso, vasallos”.

Adolfo sí que era palomilla. Una vez hubo una broncaza en su barrio, por el jirón Caravelí de Breña, y cuando llegó la policía, todos los chicos se dispersaron y Adolfo terminó escondido en un gallinero de una casa vecina, “¡y comencé a hacer como gallina, pua, pua, pua, puaaaa; éramos bravos!”. Adolfo sí que era palomilla. Y tenía ángel y carisma. En el colegio Nuestra Señora de los Desamparados, se metió a los curas, a los profesores y hasta al director al bolsillo. ¡Incluso se sacaba algunos veintes! “Lo que pasa es que me gustaban las letras”, advierte Adolfo. “Agarraba un libro, de literatura, historia o geografía, y me lo aprendía en un día… Pero en matemáticas… Puta, en matemáticas era uno más uno, ¡empate!”.

“Lo más difícil de trabajar en ‘Al fondo hay sitio’ fue hacerme el peinado para atrás de Peter. Odio ese peinado”.

Fue por los libros que Adolfo se interesó por el teatro; le atraía contar historias sobre el escenario. Cuando ingresó a la Universidad Inca Garcilaso de la Vega para estudiar Sociología –“sonaba bonito ‘Sociología’, además quería darle el gusto a mi madre”–, formó un grupo teatral. No terminó la carrera. A los veintidós años ya estaba estudiando en el Teatro de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Luego estudió en el Instituto Nacional Superior de Arte Dramático. “La carrera teatral es la que más adoro. ¡Fueron como doce años en los que trabajé como actor dramático! No quería hacer televisión, ¡para mí la televisión era foooo! Participé en obras de Brecht, Pirandello, Bernard Shaw, García Lorca; y en papeles protagónicos. Hacía tres obras al año. También tuve una compañía de títeres, ‘Los Polifacéticos’, y estuve como en ciento veinte radionovelas”.

Pero la televisión llegó a la vida de Adolfo de manera natural y, casi sin darse cuenta, ya estaba adentro. Lo primero que hizo fue un fragmento de la obra de teatro Bodas de sangre, con Elvira Travesí, Gloria María Ureta y Liz Ureta. Así, participó en el ciclo de teatro universal para la televisión, y las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma, donde hizo alrededor de treinta y siete programas.

“El golpe más duro en mi vida fue cuando mi mamá falleció. El mundo se me vino abajo. Mi madre fue lo más grande”.

Su nombre empezó a sonar más gracias a su participación en Risas y Salsa, en Panamericana Televisión, donde interpretó a ‘Papá’, un joven pícaro y embaucador. La fama llegó. En 1987 tuvo su propio programa, basado en ese sketch de Risas y Salsa, se tituló ¿Quién soy yo? Papá. ¿Qué siguió? Otro programa cómico: El enchufe; otra vez Risas y Salsa; una telenovela: La noche, dirigida por Lucho Llosa; café teatro; una banda de salsa donde cantó una versión de “Yo no me llamo Javier”, la famosa canción del grupo de rock Los Toreros Muertos; El Doctor Jeringa; Taxista rara; la exitosa serie Mil oficios, y en 2009 empezó las grabaciones de la histórica serie Al fondo hay sitio, donde interpretó al mayordomo Peter.

¿Por qué histórica? Por los altos niveles de rating conseguidos en sus casi ocho años de existencia, y porque sirvió de espejo para millones de familias peruanas que supieron reconocer ahí sus defectos y virtudes, bajo la relampagueante luz que otorga la ficción. La serie tuvo también mucho éxito en países como Ecuador, Bolivia y Paraguay, pero en diciembre del año pasado llegó a su fin. Hoy, Adolfo se prepara para empezar a grabar una serie de televisión que protagonizará en marzo –“se va a llamar ‘De vuelta al barrio’ o algo así”–, en América Televisión, y tiene tres proyectos que producirá: dos series y una película sobre su vida.

Por Gabriel Gargurevich Pazos
Fotos de Josip Curich

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