Federico Salazar y Verónica Linares bromean cada vez que pueden, como si hicieran un paréntesis frente a la seriedad que asumen por las mañanas, mientras anuncian las noticias del día. La complicidad entre ambos es evidente; no en vano llevan tanto tiempo trabajando juntos y en armonía.
¿Cómo logran la química que demuestran en pantalla? ¿Son amigos fuera del estudio?
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Federico Salazar: No, no… es pura actuación.
Verónica Linares: Nos odiamos. Yo trato de no llamarlo; ya sería mucho.
FS: Solo nos llamamos cuando estamos detrás de una noticia. Imagínate que, a pesar de estar todo el día acá, nos mandáramos WhatsApps y todo (sonríe).
¿Están muy pendientes de las noticias fuera del horario de trabajo?
FS: Yo ni siquiera tengo Twitter, porque tengo que estar pendiente de seis hijos, así que el Twitter ya es un poco toomuch, y además tengo que estar pendiente de Verónica, de que no se caiga, de que no la atropellen…
VL: Yo sí ando más pendiente, pero entiendo a Federico, que tiene cincuenta hijos, así que tiene que atenderlos. En mi caso, tengo uno, y he descuidado algunas de las cosas que hacía, como mi blog. Ya no me alcanza el tiempo, entre todas las redes, las noticias, mi hijo, dormir… porque tenemos que dormir en algún momento del día, y yo, además, trabajo en la noche.
¿Qué hacen después del noticiero? ¿Llegar a la casa y dormir?
FS: A veces no se puede, pero sí después de almuerzo, de todas maneras. Y para las mamás es todavía más pesado.
VL: Sí, pues, las mujeres hacemos todo. Los hombres, de costadito nomás… Y después se hacen los cansados.
FS: Pero ese costadito cuesta, ah. Al noticiero llegamos un ratito antes de las cinco de la mañana, porque comienza a las cinco y quince.
VL: Lo que importa es que a la hora en que comienza el noticiero estemos ahí sentaditos. A veces llego después que Federico, porque me quedo en la cama hasta el último momento.
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¿Siguen encontrando motivación para trabajar en ese horario?
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FS: Uno se acostumbra. Es el trabajo del periodista, y hayque hacerlo en las condiciones que se requieran. Cuando era editor gráfico de revista, mi horario era al revés, toda la noche: hay que hacer lo que te toca. Es parte de haber escogido ser periodista.
¿Todavía sienten nervios antes de comenzar un programa o una entrevista importante?
FS: Yo, sobre todo, estoy nervioso por lo que pueda decir Verónica.
VL: Él siempre, hasta ahora no confía en mí. Tantos años que estamos juntos, desde el 2003.
FS: Bueno, ella se ha casado en el camino.
VL: Pero él también se ha casado, ah. Ha tenido hijos, y yo también…
El amor está intacto, entonces…
VL: Sí, perdura.
FS: Y yo no soy celoso.
Federico, llevas muchos años como conductor, siempre acompañado de personas distintas. ¿Qué hace que te mantengas ahí?
FS: Son circunstancias de la vida. Por ejemplo, con Sol Carreño tuvimos un programa estupendo que, de no haber sido por temas políticos que nada tuvieron que ver con nosotros, hubiera seguido. Cada uno tomó su rumbo y ese rumbo nos fue llevando por distintos caminos. Eso fue un azar.
Verónica, ¿habías trabajado con otra persona tanto tiempo como el que llevas ya con Federico?
VL: No, y Federico tampoco. ¡Soy su pareja televisiva que más va durando! Son casi catorce años. Cuando hay un reemplazo es como sentarte con alguien distinto en el salón: es tu pata, se divierten y todo bien, pero cuando estás con el de toda la vida es otra cosa, la dinámica es distinta.
LA EVOLUCIÓN DE LA TELE
Debe ser reconfortante saber que son voces familiares para tanta gente…
FS: El problema es que eres extraño en tu propia casa… (risas). Hay lugares y hay momentos: me he encontrado con mucha gente que no sabe quién soy; incluso, a veces el de la entrada del canal me pregunta a quién vengo a visitar y me pide mi DNI. Pasa más de lo que ustedes creen. Pero, claro, depende del ámbito en el que te muevas, de los horarios y eso.
VL: A mí me raya lo de la voz. Porque, claro, Federico es más reconocible: caminar con él por la calle, para mí, resulta complicado. En cambio, yo me saco el maquillaje, me pongo zapatillas y paso piola. Pero la voz sí es muy reconocible. A veces estoy hablando en un sitio y alguien me reconoce por mi voz, y tengo que pedirle perdón por mi vozarrón.
FS: Sí, la voz te delata, porque cuando me quito el maquillaje ya nadie me reconoce… (risas).
Por Dan Lerner
Foto de Javier Zea
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