Reconocido como pensador e influenciador en industrias disruptivas, viaja por el mundo dictando conferencias. COSAS lo entrevistó con ocasión de su ponencia en el VI Congreso de Negocios en la Era Digital, Ned 2017, de Seminarium, sobre las implicancias de la inteligencia artificial en la toma de las decisiones más importantes de nuestra sociedad. ¿Podrán las máquinas decidir el destino humano mejor que nosotros mismos?
Por Javier Masías @omnivorus
Theo Priestley se presenta: “Soy un evangelizador de la tecnología, narrador digital y futurista”, me cuenta. “Me paso el tiempo analizando las tendencias tecnológicas actuales y futuras y asesorando a los proveedores y clientes finales sobre cómo estas afectarán a sus modelos de negocios y clientes”.
-Propone que, en el futuro, los liderazgos van a proceder de la inteligencia artificial.
Es uno de los futuros posibles que veo. La inteligencia artificial puede ser un aporte a aprovechar en un proceso de toma de decisiones. Jack Ma –fundador y presidente ejecutivo de Alibaba Group, líder mundial en negocios, y uno de los hombres más ricos del planeta– dice que espera tener un robot CEO en su directorio para el año 2030. Es un dato interesante porque no está demasiado lejos en el tiempo.
-¿Ve un liderazgo robótico planetario?
Pues debe ser un interesante dilema ético entender quién será más efectivo en una posición de liderazgo, si un humano o un robot.
-Su apuesta está del lado de los robots.
Probablemente puedan tomar decisiones más lógicas.
-¿En todos los casos?
Creo que hay una pregunta ética que debe ser respondida en el caso de la inteligencia artificial. Por ejemplo, ahora mismo hay muchas preguntas sobre los autos autónomos de Tesla, porque la gente quiere saber qué pasaría si el auto está en una situación en la que un accidente es inminente y no hay cómo evitarlo. ¿Decidirá el auto sacrificar a quien va dentro o a alguien más que esté por ahí, a fin de obtener un impacto mínimo? Son interrogantes que para una máquina son blanco y negro, de pocos contra muchos, mientras que para una mente humana requerirían mayor reflexión para evaluar las consecuencias, las implicaciones legales, y sobre la forma de valorar la vida humana. Programar una máquina con ética es una consideración mucho mayor que solo hacer una máquina inteligente.
-Pero usted dice que programar ética es posible.
Sí, quizá en cincuenta años ya tengamos máquinas con capacidad de tomar decisiones de carácter ético. Creo que será una inteligencia radicalmente distinta a la nuestra.
-Más seca, como señala. ¿Qué hay del componente creativo del liderazgo?
En un contexto en que tenemos liderazgos robotizados y CEO robots dirigiendo compañías, es seguro que la inteligencia artificial podrá lograr un desarrollo creativo equivalente o superior al humano, porque se le puede enseñar a hacerlo y programarla en ese sentido como para que pueda aprender por sí misma.
-Encuentro esa idea decididamente perturbadora.
Es importante que la gente tenga claro que estamos entrando a un periodo en nuestra historia potencialmente doloroso para nuestras sociedades, porque el nivel de automatización va a generar inmensas pérdidas de empleos. Nos va a plantear resetear los valores de lo humano y de lo que aportamos a la sociedad. ¿Para qué estamos? ¿Para qué existimos? Los call centers van a desaparecer, y también los contadores, radiólogos…
-Se supone que la IA debe servir a la humanidad. Hablas de ella como una amenaza. ¿Cómo reglamentamos su rol y presencia en la sociedad?
No es aterrador. Nos va a permitir redefinir el rol que jugamos en nuestra sociedad. No se suponía que como especie pasáramos nuestras vidas en una oficina, pero nos hemos adaptado y somos felices así. La tecnología nos va a decir que vayamos a hacer otra cosa, más significativa. La IA es un llamado a despertar, y nos convertirá en una sociedad mucho más práctica. Eso nos permitirá ser más creativos y llegar más lejos. Pero no debemos celebrar la tecnología en sí misma, sino a quienes la hacen posible. Si te fijas en Isaac Newton y en quienes estuvieron antes que él, verás que hacían sus descubrimientos y pensaban sin tecnología, y cuando tuvieron telescopios solo los usaban como herramientas para llegar más lejos. Ahora usamos computadoras y telescopios y nos hemos quedado reducidos a ser quienes aprietan los botones. Nos hemos vuelto ociosos como sociedad.
-Cuando todo lo haga algo más, ¿qué haremos con tanto ocio? Es utópico.
¿Quién se hará cargo de los robots cuando se estropeen?
-¿Otros robots?
Llegaremos a un punto en que tendremos máquinas con un sentido de conciencia tan desarrollado que podrían decidir no hacer aquello para lo que han sido diseñadas.
-Ahora tenemos casos como el de Sophia, la robot que tiene estatus legal de ciudadana en Arabia Saudita.
Pues si bien es un truco de relaciones públicas muy efectivo, sienta un precedente peligroso que ya ha generado todo tipo de discusiones. Tiene rostro femenino y no es tan inteligente como una persona cualquiera. Es casi como decir que un teléfono puede ser ciudadano. Y ahora tenemos un robot con más derechos que las mujeres en Arabia Saudita. Vamos a ver muchas de estas tonterías ocurriendo en los próximos años.
-Hasta que dejen de ser tonterías y empiecen a ser inteligentes “en verdad”.
Sí, y entonces sí que tendremos un problema. En los próximos treinta años, el nivel de sofisticación crecerá de manera exponencial. Tu pregunta sobre la relación que tendremos con esta tecnología es totalmente válida. Pero también cuál es el lugar que tendremos en una sociedad tan automatizada que pueda funcionar sin nosotros. Va a ser un desafío interesante para los países desarrollados, pero también para los que se están desarrollando. Tienen la capacidad de ver el camino que otros han recorrido, y optar, llegado el caso, por uno diferente. Pueden optar, por ejemplo, por no construir un templo a la inteligencia artificial, como ocurre en Silicon Valley.
-¿Y qué hacemos con la globalización? En un punto, los dos caminos se encuentran.
Sí, pero siempre puedes elegir cómo llegar a ese punto. Y creo que esa es la clave.