Isabel II suele pasar sus vacaciones de verano en Balmoral, la legendaria finca escocesa. Pero sus invitados deben pasar por varias pruebas para regresar.
Por Sergio Herrera
Hace unas semanas, Isabel II llegó a Balmoral para disfrutar de sus clásicas vacaciones de verano. Es una finca idílica, rodeada de un paisaje de ensueño con montañas, bosques y lagos. Allí, libre de sus asuntos de Estado, la reina suele recibir a su familia y a otros huéspedes ilustres. Quien recibe una invitación siente emociones encontradas. Por un lado, el honor de ser invitado. Y por el otro, la tensión por superar una serie de pruebas relacionadas a la rutina de su majestad. Quien no las supera, jamás vuelve a poner un pie en Balmoral.
Uno de los invitados que falló en este cometido fue Margaret Thatcher. La «Dama de Hierro» se presentó vestida de gala a las seis de la tarde. Un detalle que disgustó a la reina. Es un episodio que recrea la cuarta temporada de la aclamada serie The Crown. Sucede que Isabel II no acepta muchas formalidades en Balmoral. Pues la casa de campo es el único lugar donde su majestad se relaja de verdad. Al ritmo de barbacoas, excursiones por el campo, paseos a caballo y otras actividades alejadas de los protocolos.
¿Qué hace tan difícil a la prueba?
No solo es cuidar el código de vestimenta, sino que visitar Balmoral supone seguir una serie de reglas no escritas. Para empezar, el visitante debe cambiarse de ropa cinco veces al día. Y si uno quiere participar de las jornadas de cacería, debe respetar su turno. No tiene nada que ver con la jerarquía real, sino con la experiencia de cada miembro como cazadores. Luego de cenar, parecería que la tensión se disipa un poco. Pero llega la hora de los juegos de mesa, una vieja tradición de los royals británicos. Hay que dirigirse al salón, donde abundan las sillas. El visitante debe elegir muy bien donde sentarse, pues podría toparse por accidente con el sillón favorito de la reina. No es algo muy fácil de identificar, pues todas las sillas parecen viejas. Como la opinión personal puede jugar una mala pasada, es mejor preguntar a algún empleado de la casa real.
¿Quiénes sí aprobaron el test?
El test de Balmoral no es un invento de la reina Isabel II para retar a sus invitados. En realidad, es una tradición que remonta por lo menos al siglo pasado. De hecho, el duque de Edimburgo tuvo que superarlo para ser aceptado por la familia real. El biógrafo real, Michael Patterson, asegura que Felipe lo superó con brillantez por una simple razón. «Le encantaban todas las actividades al aire libre». Lady Di también tuvo un debut exitoso en la finca escocesa. No obstante, el biógrafo Andrew Morton cuenta que no pasó mucho para que la princesa se sienta «infeliz y aburrida» en Balmoral.
En contraste, Kate Middletona adora Balmoral. Visitó por primera vez el castillo en el 2009. Dos años después se casaría con el príncipe William. Pero por aquel entonces, Middleton brilló en la pesca de truchas y salmones en los arroyos de la finca. Esta destreza fue clave para ganarse la aprobación del príncipe Felipe de Edimburgo. Parece que la reina también quedó impresionada. Al punto que le permitió a Kate tomar fotos en la finca, algo que suele estar totalmente prohibido. Es lo que supone aprobar el test de Balmoral.
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