Las recientes confesiones del heredero al trono británico reescriben su historia con Diana de Gales. La pareja real más mediática del siglo XX jamás conoció el amor. Ni siquiera al inicio, cuando se vendió al mundo este cuento de hadas sin final feliz.

Al menos eso es lo que afirma Robert Jobson, experto en la Casa Real británica y biógrafo del príncipe Carlos, con quien ha viajado por cada rincón del mundo, y ha sostenido numerosas conversaciones. Según palabras del periodista —que ha trabajado para medios como Daily Express, The Sun y London Evening Standard—, el hijo de la reina Isabel II sintió que su matrimonio con la Princesa del Pueblo era «un llamado del deber» y que «romper el compromiso habría desatado un cataclismo».

La pareja real en febrero de 1981.

La boda de Carlos y Diana fue un acontecimiento mundial que marcó a toda una generación. Pero, después de su fastuoso enlace, dos hijos, revelaciones de infidelidad, problemas con la bulimia y un divorcio que los dañó tanto a ellos como a la monarquía británica, el relato de los príncipes de Gales es el perfecto ejemplo de que dentro de los palacios la vida no es tan feliz como parece. 

El día que se conocieron 

Lady Diana Spencer, hija de los Vizcondes de Althorp y quien nació un primero de julio de 1961, conoció al príncipe cuando apenas era una adolescente. Su familia mantenía una buena relación con los Windsor. En noviembre de 1977, el hijo mayor de la reina y el duque de Edimburgo, visitó la casa de los Spencer acompañado de su perro labrador.

La pareja real en Escocia, en 1981.

Por entonces, el joven de veintinueve años se dejaba cortejar por Sarah, la mayor de las hermanas. Sin embargo, sus miradas estaban centradas en la más pequeña: Diana, de tan solo 16 años, con algunos kilos de más, sin mucho cuidado en su vestimenta y siempre sin maquillaje. Cuando Carlos cumplió 30 años, invitó a su fiesta a Sarah, pero le pidió que fuese acompañado por su hermana menor. Sarah conoció entonces las verdaderas intenciones del (ya no tan) muchacho.

Luego de aquella velada, Diana y Carlos coincidieron en varios eventos sociales. Así fue como los medios se fijaron por primera vez en la tímida profesora de inicial. Pronto comenzaron las especulaciones de una relación, y la Casa Real no tardó en dar la información oficial. El 24 de febrero de 1981, Carlos la presentó como su prometida, entregándole el famoso anillo de zafiro y diamantes que años después el príncipe William daría a su futura esposa, la duquesa de Cambridge, Kate Midletton.

Ceremonia de compromiso del príncipe William y Kate Middleton, en 2010.

La boda soñada

A pesar de la alegría de la gente por la nueva pareja, siempre hubo dudas de su compatibilidad. Para empezar, el príncipe tenía 13 años más que su novia. Más adelante se sabría que el joven heredero había dejado una relación inconclusa con Camilla Parker Bowles, la misma que dañaría más tarde su matrimonio. 

El 29 de julio de 1981, la pareja se dio el sí frente a cientos de personas, y millones más en televisión, en la catedral de San Pablo, en Londres. Más de 600 mil personas siguieron a los novios en su recorrido del Palacio de Buckingham a la catedral.

Con solo 20 años, la joven maestra de educación inicial tenía el porte adecuado para llevar el impresionante vestido de tafeta de seda que robó miradas en todo el globo. El ajuar tenía detalles bordados a mano, más de 10 mil perlas y costó cerca de 9 mil libras esterlinas. 

Diana lucía tranquila en la ceremonia. Solo una vez evidenció nervios: cuando dijo los nombres de Carlos en orden incorrecto. De los votos matrimoniales tradicionales, la pareja decidió que Diana no diría que «obedecería» a Carlos, lo cual llamó la atención en su momento. 

No obstante, por dentro, la joven vivía un infierno. Los celos hacia Camilla la consumían y sus demonios internos la llevaron a la bulimia. «Mi boda fue el peor día de mi vida», confesaría más tarde en el documental Princesa Diana: en primera persona, emitido por National Geographic.

Convivencia familiar

Diana tuvo que integrarse rápidamente a la vida cotidiana de la familia real. Acompañaba a su esposo a los eventos públicos, visitaba hospitales, guarderías y escuelas. Todo lo que una princesa debe hacer. Nada de eso le costaba trabajo, por el contrario, se mostraba satisfecha tratando con la gente. Pronto se convirtió en la royal más querida de los medios y también del pueblo. Y, por supuesto, en todo un ícono de estilo. 

En noviembre de 1985, la princesa Diana acompañando a su esposo en un acto oficial.

Pocos meses después de su matrimonio, el 21 de julio de 1982, llegó al mundo el primogénito de la pareja: el príncipe William. Y en 1985, presentaron al mundo al pequeño Harry. 

En 1987, cuando el mayor de los pequeños empezó a asistir a la escuela, empezarían a correr rumores de que la relación no iba del todo bien. 

Lady Di junto a su primogénito, el príncipe William.

El trágico desenlace 

Pocos meses después, apareció la biografía de Andrew Morton, Diana: su verdadera historia. En ella, amigos y personas cercana a Lady Di, hablaron —con su consentimiento— de la verdad detrás de los rumores. En efecto, la relación estaba sumamente deteriorada. Diana era profundamente infeliz. Batallaba con la bulimia, sus intentos de suicidio y el fantasma de Camilla Parker Bowles, con quien sospechaba que Carlos estaba vinculado sentimentalmente. 

En postales de la época, se evidenció que Carlos y la madre de sus hijos no podían estar uno junto al otro. En diciembre de 1992, la noticia era oficial: los príncipes de Gales se separaban. El trámite de divorcio concluyó el 28 de agosto de 1996.

En 1997, Diana fue captada con Dodi Al Fayed, hijo del millonario empresario egipcio Mohamed Al Fayed. Las imágenes de la pareja tomando el sol en un yate en el Mediterráneo hablaban por sí solas: Lady Di por fin había encontrado el amor. 

El verano feliz de Diana y Dodi Al Fayed.

Después, la pareja se dirigió a París, lugar donde se sellaría su destino. El 30 de agosto del mismo año, luego de cenar en el famoso hotel Ritz, salieron a toda velocidad seguidos por los paparazzi, que a toda costa buscaban una valiosa fotografía de los enamorados.

El vehículo donde viajaban sufrió un aparatoso accidente y perdieron la vida tres de los pasajeros, entre ellos Diana y Dodi. La noticia causó absoluto impacto en todo el mundo. Miles recuerdan el desconsuelo de William y Harry, tras la muerte de su madre. Carlos los seguía, con la mirada perdida.

El príncipe Carlos y sus hijos en el funeral de la princesa Diana, 1997.

Un príncipe a la sombra

La partida de Diana significó un duro golpe a la popularidad del heredero de Isabel II. Desde entonces mantuvo una vida sosegada, aunque no libre de escándalos. En 2005, el propio Robert Jobson destapó la exclusiva: Carlos y Camilla se casaban. 

Según el periodista, Carlos reconoció que su matrimonio con Diana fue un terrible error. «Yo quería desesperadamente parar la boda en 1981, cuando, durante el compromiso, descubrí qué terribles eran las perspectivas». En otra biografía, escrita por Sally Bedell Smith y publicada a mediados del año pasado, se detalla que la noche anterior a su enlace con Lady Di, el príncipe Carlos lloró amargamente al descubrir que todavía estaba enamorado de su exnovia. 

El príncipe Carlos y Camilla Parker Bowles, en el día de su boda.

Aunque ha transcurrido mucho tiempo, el prestigio de Carlos no ha podido recuperarse como quisiera el resto de la familia real. Quizás a eso se deba la cercanía que ahora desea proyectar con iniciativas como la que acaba de emprender con Google Arts & Culture, que te permite conocer al detalle su residencia, o el apoyo brindado a su hijo menor al conocerse su romance con Meghan Markle. Y, por qué no, la representación del amor eterno al lado de su compañera, la duquesa de Cornwall. Una imagen que irónicamente, en los último años, ha empezado a calar en su pueblo.