El 31 de marzo se conmemora el Día de la Visibilidad Trans. En el Perú, al proceso de cambio de sexo, de por sí lleno de desafíos físicos y emocionales, se le suma la falta de reconocimiento por parte del Estado. Juicios al Reniec por el cambio de nombre legal, dificultades para realizar trámites, desventajas laborales: la ausencia de una ley que abre las puertas a la discriminación. A continuación, dos testimonios.

 

“Espero que mi país me reconozca”

Por Javiera Arnillas

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F: Gonzalo Miñano

A finales de diciembre, viajé a Tailandia para realizarme la cirugía de confirmación de sexo; desde entonces permanezco en Barcelona (tengo la nacionalidad española por mi padre), en casa de mi amiga, la activista Tina Recio, mientras me recupero.

Ella me está ayudando con el trámite para que mi documento nacional de identidad español salga con el nombre y el sexo que me corresponde como mujer que soy, como Javiera Alejandra, de sexo femenino. Eso se hace empadronándome en casa de Tina, y luego de eso se abre el proceso administrativo. Me analizan psiquiátricamente y certifican que vivo como mujer desde hace dos años, que tengo un tratamiento hormonal y que se puede proceder con el cambio. Así de sencillo.

En el Perú, en cambio, llevo un juicio de un año solo por el cambio de nombre, tengo que pagar a una abogada… pagar para que se respete mi identidad. No tengo derecho a la identidad. Es lamentable, y espero que, cuando regrese como española a Lima, el Perú, país en el que nací, también me reconozca como peruana.

“Ser trans en el Perú es vivir al margen de la ley”

Por Sebastián Cuartero

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F: Paula Virreira

Cuando se me pidió que escribiera esta columna, sentí mucha emoción, pero también miedo. Después de casi nueve meses viviendo en España, he comenzado a procesar las situaciones que pasé en Lima y lo mucho que me costó seguir con mi vida cotidiana mientras trataba de conseguir un médico competente que supiera realizar el tratamiento de reemplazo hormonal (TRH) sin ponerme en riesgo. También, el hecho de tener que denunciar a distintos organismos del Estado para poder conseguir el cambio de nombre y sexo registral de femenino a masculino, que generaba en mí una ansiedad muy intensa.

Al mudarme a España para poder cambiar mis datos, me topé con la grata sorpresa de que todo era distinto. Si bien hay segmentos de la sociedad que aún no terminan de aceptar la transexualidad como parte del abanico de las identidades de género, las leyes te respaldan y la medicina también. En Lima, pasé por dos médicos: uno que trataba a las personas transexuales como “enfermos” y otro que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo con mi cuerpo, mientras que aquí me atiendo en la seguridad social con una endocrinóloga preparada en el tema y bajo un protocolo que se cumple casi en todas las comunidades autónomas del país.

En cuanto al cambio de nombre y sexo registral, pude librarme de una batalla legal y obtener mi verdadera identidad como hombre en el DNI y la partida de nacimiento con solo acudir al Registro Civil de la ciudad en la que vivo. En tres meses, después de cumplir con toda la documentación médica y psicológica que se me solicitaba, pude tener la rectificación de datos.

Uno de los temas pendientes que quedaban en el Perú era el cambio de datos para poder obtener el diploma de bachiller en la universidad. De acuerdo con muchos abogados, no iba a ser posible, e incluso hice un cambio de estudios a una universidad de Zaragoza, pensando que no me quedaba otro remedio que resignarme a perder casi toda la carrera. Sin embargo, luego de presentar mis papeles y sustentar los cambios que había hecho en España, el área legal pudo otorgarme la rectificación.

Si bien agradezco que se me haya apoyado de esa manera, mi caso no es igual al de muchas personas que se ven obligadas a no poder ejercer su carrera, dado que, al no tener los mismos datos, el título es como si no fuese suyo.

En España nadie me puso impedimentos, no tuve que discutir con un médico para saber si podía o no podía ofrecer la terapia de reemplazo hormonal y tampoco tuve que acudir a ningún improvisado para poder obtenerlo. Sé que, si un día me enfermo por una mala suministración de hormonas, el Estado se encargará de abogar por mí.

Toda la ansiedad, el miedo y la incertidumbre aquí se han ido diluyendo con el tiempo. Sin embargo, aunque esté lejos del Perú, sigo esperando que la situación cambie, porque lo que yo he conseguido no debería basarse en tener suerte. Que la identidad de género se reconozca es un derecho, uno que se le está negando a tantas personas que hasta la fecha viven en una larga espera, siempre al margen de la ley y siempre con miedo.