La búsqueda de un lugar más tranquilo y amplio, así como el deseo de seguir experimentando la ciudad, impulsaron al interiorista Ignacio Martínez-Argüello y a su esposo a dejar el departamento que los acogió durante sus primeros dos años en Lima. Antes de la mudanza, el diseñador argentino se tomó un tiempo para registrar los ambientes de su primer hogar sanisidrino.
Por Jimena Sala Pomarino / Fotos de Jaime Gianella
La nueva casa es más silenciosa, el ruido de los autos ya no traspasa las paredes. Fermín, el perro, corretea con libertad.
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Al final, este es un lugar mucho más calmo para trabajar mejor, para vivir las veinticuatro horas en tiempos de nueva normalidad. Tal y como él quería. No obstante, el departamento que deja atesora memorias de su primer encuentro con el Perú. Si bien era un área más acotada, tenía una vista insuperable del Golf de San Isidro. Fue esta misma la que le enseñó a reconocer el gris “panza de burro” de su nueva ciudad.
Mientras recorre sus ambientes, Ignacio Martínez-Argüello cae en cuenta de que su primer refugio limeño fue pensado con un estilo más nocturno. Y es que antes de la vida en pandemia, él y su esposo no llegaban a casa sino hasta entrada la noche. Es por eso que los colores y la distribución se entendían mejor una vez puesto el sol, de la misma manera que la iluminación de algunas habitaciones.
Las paredes hablan
Volver a mirar el departamento es hacer un repaso de su proceso de reconocimiento del país. “Llegué a Perú sin conocer mucho más de lo que uno ve en el colegio. Por eso, quería hacerle una especie de homenaje a través de diversos elementos”, cuenta Ignacio. Siendo consistente con sus propuestas de interiorismo, necesitaba ubicarse en el contexto. Así que investigó y fue integrando sus descubrimientos en su propio hábitat.
El telar shipibo que enmarca el comedor, la escultura metálica de gallinazo que mira a la ventana, los mates burilados sobre el aparador o el ekeko que asoma detrás del sofá son pinceladas de sus vivencias y acercamientos con el Perú. Los combina con arte, con humor, con libertad, porque es así como a él le gusta vivir.
En el dormitorio, optó por un estilo asiático, con la intención de invitar al relajo. Sin embargo, su personalidad díscola juega aquí con lo subliminal, ya que muchas de las obras son más bien “de inspiración oriental”, pero de autoría argentina. Los colores de las paredes de la habitación, por su parte, son neutros: gris y un intenso marrón oscuro que resalta los rojos y dorados de los elementos. Así, además, con las luces titilantes de la noche sanisidrina, se creaba una interesante combinación de cálidos y fríos en distintas proporciones.
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En conjunto, más allá de un estilo, lo que prima en el diseño de Ignacio Martínez-Argüello es la búsqueda de la comodidad. “Que todo sea vivido, con calidez”, en sus propias palabras. Que se encuentre una mesita cerca para colocar la taza o la copa; que exista un apoyo para los pies al momento del descanso… es exactamente eso lo que se respira en el departamento.
La sala, el espacio donde ha compartido con más gente querida, rebasa de detalles para el bienestar. Destacan las mantas distribuidas con espontaneidad, el elegante pedestal de mármol que fungía de apoyo del whisky nocturno de su esposo, y la mesa de centro: un inteligente manifiesto de rebeldía. “En la facultad siempre me enseñaron que la mesa de centro tiene que tener una altura de cuarenta o cuarenta y cinco centímetros. Pero muchas veces los sofás son un poquito más altos. Entonces, si además la distancia es amplia, tienes que agacharte para llegar”, explica Ignacio. Por eso, su mesa luce ligeramente más alta de lo que uno acostumbra ver. Pero la ganancia en términos de funcionalidad y confort es lo único que importa.
En dos años, todo ha ido mutando, el departamento se fue haciendo más cómodo y más ‘vivido’, como dice el diseñador. “Sentí que había llegado al pico de lo que podía hacer en ese espacio, así que ya necesitaba un desafío nuevo”, apunta Ignacio. Sin duda, echará de menos los recuerdos que se generaron ahí, pero la ilusión por lo que viene es un impulso muy fuerte. “No es algo tan tangible, aunque uno no suele extrañar cosas tangibles”, reflexiona.
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Hoy, ya se encuentra en un proceso que disfruta y en el que está muy dispuesto a experimentar. Todo lo que venga, de cualquier forma, será la configuración de un nuevo escenario para sus memorias, en un lugar en el que solo importa que él y los suyos se sientan felices.