“Cuando uno viene de fuera, nota cosas que pasan desapercibidas para la gente que las vive a diario”,
explica Daniel Alarcón, reconocido escritor y profesor de la Universidad de Columbia. Alarcón es el primer peruano en ganar la beca McArthur. Con ese galardón, pasó por el Hay Festival 2022 de Arequipa, donde habló con COSAS sobre Radio Ambulante y la distancia que ahora lo separa de la ficción.
Por Lucas Cornejo Pásara Foto Hay Festival
Daniel Alarcón nació en Lima en 1977 y se crió en Estados Unidos desde los 3 años. Escribe principalmente en inglés, aunque también lo hace en español. Es profesor de la Universidad de Columbia, y ha sido catalogado como uno de los mejores escritores de su tiempo por diversos medios. Como cronista y periodista, ha colaborado y colabora con medios como “The New Yorker”, “Harper’s Bazaar” o la BBC de Londres. Su libro de cuentos “Guerra a la luz de las velas” fue finalista del Premio PEN/Hemingway 2006, y su novela “Radio Ciudad Perdida” ganó en 2008 el premio PEN USA a la mejor novela.
En 2009, obtuvo el premio Internacional Haus der Kulturen der Welt, y en 2010, “The New Yorker” lo eligió uno de los veinte mejores escritores menores de cuarenta años. En 2017, obtuvo la beca Guggenheim, y el año pasado fue el primer peruano en obtener la beca McArthur ‘Genius’. Su proyecto de podcasts, Radio Ambulante, forma parte de NPR, la radio pública de Estados Unidos, y está asociada a BBC Mundo. A través de este medio, Alarcón y su equipo cuentan historias de toda América Latina.
Escribes sobre conflictos de las sociedades latinoamericanas –especialmente peruanas–, sin embargo, desde muy chico viviste en Estados Unidos. ¿Desde dónde trabajas tus historias? ¿Qué distancia guardas con ellas?
Bueno, primero, hace tiempo que no escribo ficción…
Pero la no ficción también cumple…
Sí, pero en no ficción se investiga como en cualquier cosa. Y no escribo exclusivamente sobre el Perú. Últimamente, he escrito sobre Chile, Ecuador, Puerto Rico, Estados Unidos. En todos los casos es lo mismo: investigar. Mis novelas, que tienen que ver con temas de la violencia acá en el Perú o temas políticos peruanos, tienen también mucha investigación.
Yo lo decía más porque –con o sin investigación– las cosas que llaman la atención de uno son distintas si se viven en la cotidianidad o si se conocen desde cierta distancia…
Sin duda, se viven diferente. A veces, cuando uno viene de fuera, nota cosas que pasan desapercibidas o son normalizadas para la gente que las vive a diario. En ese sentido, ser outsider me ha beneficiado.
Bueno, y me dices que ya no estás escribiendo ficción. ¿A qué se debe?
Diferente intereses: Radio Ambulante, el periodismo… En general, he ido por ese lado en los últimos diez años. A veces siento que me encantaría escribir una novela o un cuento, pero, bueno. Primero, no es tan simple. El tiempo que requiere… hay pocas horas en el día y disfruto mucho del trabajo que hago en Radio Ambulante y de lo que hago con mis crónicas. Me gustan un montón y no siento que estoy perdiéndome de la experiencia de escribir ficción, porque tengo una vida profesional con gente de primera, muy curiosa, intelectualmente rigurosa. Estoy aprendiendo constantemente del periodismo de ellos y me siento muy afortunado.
Y en general, tus cuentos y novelas, ¿son más basados en investigación que en experiencias personales? Lo digo pensando en que suelen haber ciertas historias que uno siente que tiene que escribir por algo que vivió, y hay otras que son más una curiosidad investigativa.
Para mí no es lo uno o lo otro. Ojo, estoy hablando de libros que escribí hace más de diez años. Ya no es lo que yo
hago. Dejando eso claro, por ejemplo, en “De noche andamos en círculos”, la ruta que hace el protagonista es una ruta que yo hice a una edad muy parecida a la de Nelson, el protagonista. La relación que él tiene con los miembros de un grupo de teatro llamado Diciembre es muy similar a la relación que yo tuve con un grupo de teatro muy parecido que se llama Setiembre en la vida real. Eso no significa que no tiene una parte de investigación. Yo nunca he estado en la cárcel con los reos, pero pasé cinco años yendo a los penales del Perú para conocer esa realidad, y esa es una fuente de inspiración para crear la ficción. No es tanto como que yo entré a la cárcel para investigar para poder escribir una novela. Lo que pasó fue que estaba escribiendo una novela y estaba haciendo investigaciones periodísticas o por simple curiosidad. De pronto, cosas que escuchas o preguntas que haces prenden la mecha de la creatividad, y uno va siguiendo esas curiosidades que llevan a más preguntas y luego a historias y personajes y ficción.
¿Te interesaría contar historias no latinoamericanas?
Como periodista, sí.
No te pareces mucho a muchos escritores latinoamericanos. Yo sé que no deben tener una relación, pero ¿qué escritores crees que te influenciaron en tu forma de narrar?
Es una pregunta superdifícil. Hay muchos escritores latinoamericanos y no latinoamericanos de mi generación y de anteriores que admiro muchísimo. Les tengo un respeto infinito, y uno los lee, los lee y los lee, y espera, añora, que exista algún aprendizaje en tu propia prosa. Quisieras que se vea la influencia de X o Y escritor, pero, de pronto, nadie lo ve. Leíste todo eso y no dejó huella notable, pero tú sabes que sí sirvió. Puede tratarse de que tú lees a un autor cuyo estilo te gusta tanto que dices: “Tengo que hacer otra cosa”, porque él ya perfeccionó esto. Piensas: “Cómo yo voy a intentar hacer esto, sería un atrevimiento”. Esa también es una influencia. Si no escribo como algún escritor, no significa que no lo admiro.
¿Quiénes fueron, entonces?
Puf, pasaríamos horas… Te puedo decir escritores de mi generación que admiro. Quizás Alejandro Zambra es uno de los que más admiro, o Yuri Herrera. Aprendí mucho de Julio Villanueva Chang, quien fue mi editor y amigo en “Etiqueta Negra”. Su manera de aproximarse a las historias y a las crónicas me enseñó mucho. Gabi Wiener, mi amiga, con la que he trabajado también, Samantha Schweblin. Yo no escribo como Samantha, pero es muy buena…
¿Y clásicos no?
Clásicos también. Justo en el almuerzo hablábamos de las primeras novelas de Vargas Llosa, que son una educación
literaria para cualquier escritor. También todo el Boom, aunque, ojo, no he leído tampoco todo el Boom, pero a muchos de esos autores…
¿Y no latinoamericanos?
Desde Faulkner, Toni Morrison, Doris Lessing, Margaret Atwood, Joy Williams, Kapuściński, Tobias Wolff, Carson McCullers… podríamos nunca acabar.
¿Tienes algún método de escritura? ¿Algún orden por el que empiezas a tirar del hilo?
Con mis crónicas, cada noche le escribo un email a mi editora. Solamente son mil o dos mil palabras de “Mira, esto
es lo que hice hoy”. Lo trato de escribir rápido y sin muchas pretensiones poéticas. Algo superescupido. Me parece que hacer eso es muy importante. En el momento en que pierdes la frescura de lo que viste en ese día, ya te estás alejando de algo, de la realidad, de no solo lo que viste, sino cómo te sentiste al verlo. Esos “memos” que mando a mi editora han sido fundamentales. Luego me sirven como base. Al escribir una crónica, ya tengo diez mil palabras de notas.
Pero corriges bastante, porque yo sí noto que hay una especial dedicación a las figuras retóricas en lo que escribes…
Sí, pues, es que me gusta escribir y leer cosas bonitas.
Cuando estudiaste Antropología ¿fue siempre pensando en escribir?
No, pensé en estudiar Antropología para salir del paso. Para el major, necesitaba declarar lo que quería al segundo año. Había hecho un popurrí de clases de todo tipo, y casi sin querer tenía gran parte de la carrera de Antropología hecha. Con eso podía terminar temprano. Incluso, me tomé un semestre para ir a Ghana a estudiar.
¿Pero siempre estudiaste pensando en escribir?
Siempre quería escribir, pero no estudié Antropología para escribir. Más bien, estudié eso para tener más tiempo para escribir.
Por último, sé que eres el primer peruano en ganar la beca McArthur, ¿la estás usando para dedicarte únicamente a Radio Ambulante? ¿Sigues enseñando en Columbia o qué más haces?
Sigo enseñando en Columbia. Estoy haciendo otro proyecto de audio en inglés y estoy en “The New Yorker”. Lo importante sería tener más tiempo. El reto es transformar ese dinero, que es muy generoso, en más horas del día. Hasta ahora no lo he logrado por completo.
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