Antes de acabar el año, la marchista huancaína, campeona panamericana en Santiago 2023, ha decidido construir un pequeño estante dentro de su casa para organizar las más de cien medallas que ha ganado a lo largo de su vida. ¿Cuál es el balance que hace ahora que acaba de cumplir 30 años? ¿Por qué no pudo repetir el doble oro en el Mundial de Atletismo 2022? ¿El retiro es una opción tras París 2024? ¿Cuáles son sus sueños pendientes? La Navidad es un momento para reflexionar.
Por Kike La Hoz Fotos Jefryn Sedano
Las medallas no dejan de aparecer en la sala de Kimberly García. No solo son la de oro que acaba de ganar en los Juegos Panamericanos de Santiago 2023, o la de plata que se colgó en agosto, tras 35 kilómetros durante el Mundial de Atletismo en Budapest. Son, sobre todo, medallas antiguas. Olvidadas. Varias herrumbradas. Algunas marchitas. Otras teñidas de nostalgia. Cada vez que aparece una, rescatada de algún cajón convertido en arcón accidental, libera una anécdota en la boca de Kimberly, o en las de José Antonio García y Gabriela León, sus padres. Una anécdota por cada medalla. Una historia que resucita desde el pasado e interrumpe la tarea pactada: construir el pequeño santuario de los logros alcanzados por Kimi desde que, a los cinco años, decidió ser marchista.
Después de dos décadas y media de torneos escolares, competencias oficiales y certámenes a nivel regional y mundial, Kimberly García se ha propuesto ordenar ese cúmulo de medallas, trofeos y diplomas que ha ido coleccionando casi sin darse cuenta en varios rincones de su casa. Cumplidos los treinta años, merecen reunirse todos en un solo lugar. Antes de celebrar las fiestas de fin de año, así lo ha decidido. Un estante, mandado a hacer a la medida, será el nuevo refugio de sus medallas. Incluidas las dos históricas preseas de oro que ganó en el Mundial de Atletismo 2022, pero también la medalla de plata ganada este año en Budapest en la prueba de 35 kilómetros. El mejor recordatorio de que no siempre se puede ganar, pero jamás se deja de aprender.
En Huancayo, mientras la entrevistamos, no puede evitar recordar aquellos días de mediados de agosto en Budapest, Hungría. Bicampeona mundial un año antes en las pruebas de 20 y 35 kilómetros, llegaba como la favorita. La mejor atleta peruana de todos los tiempos –como empezaron a llamarla– no podía fallar. El oro la esperaba al cruzar la meta. Pero, una vez que atravesó el kilómetro 7, comenzó a sentir que algo no andaba bien. Un súbito cansancio se apoderó de ella. Miraba de reojo al resto de competidoras. Ni una sola mueca de fatiga. No podía ser posible. ¿Cómo ella sí podía estar tan cansada? “¿Por qué me estoy sintiendo así?”, se preguntó a sí misma sin dejar de coordinar cadera izquierda, pie derecho, cadera derecha, pie izquierdo, sin despegarse jamás de la pista, como cualquier marchista de su nivel lo sabe.
Trató de ocultar su desesperación en un rictus de disimulo. Pero fue en vano. La angustia iba más a prisa que ella. Todo el trabajo mental de los meses previos no sirvieron para espantar ese batallón de pensamientos negativos que la alcanzaron de golpe. “Me desconecté totalmente de lo que tenía que haber hecho”, recuerda. “Ya no sabía ni lo que hacía”. Recién en el kilómetro 18 pudo reaccionar. “¿Qué me está pasando?”, pensó. Sus piernas recobraron parte de su energía habitual, el aire húngaro le dio chance de un segundo respiro, y pudo entonces superar a dos competidoras. Al cruzar la meta, sin embargo, el cuarto lugar solo tenía un nombre para ella: fracaso. Sin récord, sin oro y sin podio, Kimberly solo podía estar enojada con una persona: consigo misma. A solas, luego de la competencia, lloró furiosa. Lloró como no sucedía desde su abandono en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Pero esta vez las lágrimas eran de rabia. La autocrítica no cesaría horas después. “¿Cómo he podido malograr la competencia?”, se recriminaba mientras su entrenador, el ecuatoriano Andrés Chocho, la observaba con actitud zen. “Si vas a llorar, llora. Saca todo lo que tienes ahí dentro. Pero ya mañana tenemos que voltear la página, porque debemos enfrentar la prueba de 35 kilómetros”, fue lo único que le dijo. Cuatro días después, las lágrimas y la rabia ya no estaban, pero un sentimiento de inseguridad la acompañó durante los 35 kilómetros. Es cierto, quedó segunda y sonrió con la medalla de plata colgada de su cuello, pero sabía que no había estado cómoda en ningún momento. “Sentí ese temor de volver a fallar”. “Es que lo mío”, comenta Kimberly, “no era solo repetir lo hecho antes, sino lograr un récord mundial. Mientras una va logrando sus metas, se sigue poniendo otros objetivos más grandes. Y ese era mi caso. No era solo repetir, sino terminar con un récord en Budapest. Estaba demasiado presionada con eso, conmigo misma. No por la gente, porque obviamente todas las personas me apoyan bastante y les agradezco un montón, sino que era conmigo misma. Pero, como siempre digo: las cosas pasan por algo. Y en ese momento pensé que todo esto me iba a hacer mucho más fuerte. Ahora estoy trabajando mentalmente también para poder llegar bien a lo que quiero: mi sueño, que son los Juegos Olímpicos”.
Para ella, el 2022 fue un éxito. A principios de año, logró una medalla de bronce por equipos en el campeonato mundial. Luego ganó dos medallas de oro en el Campeonato Mundial de Atletismo. También ganó el Tour Mundial de Marcha Atlética, y acabó ubicada en el número uno del ranking mundial. Luego de ese 2022 espectacular y grandioso, nos dijo que “obviamente, este año quería volver a repetir lo hecho, inclusive mejorarlo. Algunas cosas no se dieron, pero este año yo lo tomo más como un aprendizaje para llegar en mejores condiciones al año que viene.
La medalla de plata en los 35 kilómetros y el cuarto lugar en los 20 kilómetros en Budapest me han enseñado muchas cosas. Eso es lo que rescato. Finalizo el año con dos medallas: una de oro en los 20 kilómetros en Santiago, que es algo que tanto esperaba desde Lima 2019 [nota: obtuvo la presea de plata], y una medalla de plata en la nueva prueba de postas mixtas. Igual sigo ubicada en el ranking como la número uno, y logré ganar nuevamente el Tour Mundial de Marcha Atlética. Entonces, no ha sido un año tampoco malo, sí me ha enseñado muchas cosas”.
Reflexionando sobre qué puede mejorar con miras a París 2024, nos cuenta que “de repente la concentración, los nervios. Algo que pensé que ya había logrado dejar atrás, pero a veces, cuando una se quiere superar –al menos yo quiero siempre seguir mejorando–, termina presionándose más. No bajar nunca [el ritmo]. Eso es lo que me sucedió. Me ganaron los nervios, el temor de no volver a repetir lo que hice un año antes”.
Su carrera se tambaleó cuando, en plena competencia en Tokio 2020, abandonó la competición y por un momento estuvo a punto de dejarlo todo de lado. Hoy recuerda que felizmente no lo hizo. “Fue un golpe muy duro. La verdad es que me chocó bastante. Pero nuevamente estuvo ahí mi familia dándome ese apoyo. Diciéndome que no había sido por mi culpa nada más. Había sido también la pandemia. ‘No puedes tirar la toalla sin haberlo dado todo’, me dijeron. Yo decía: ‘No, ya no quiero seguir, yo quiero estudiar para estarmás tranquila’, pero no. Felizmente, no lo dejé. Y el deporte me dio otra oportunidad. Quise volver a intentarlo, y las cosas fueron muy distintas”.
“Si no me siento bien o algo, al primero al que recurro es a mi padre. No sé… Mi papá me tranquiliza bastante. Me da muy buenos consejos. Desde siempre. Valoro todo lo que él me dice. Todo, todo. Su palabra es muy importante para mí. Cada charla que tenemos, cada frase que me dice, cada conversación que compartimos, siempre acaba así: ‘Ya sabes, Kimmy, matar o morir’. Todo o nada. Cada vez que marcho, a veces recuerdo la frase y me da hasta risa. Me hace pensar en él y, obviamente, en toda mi familia. Y continúo la marcha”. “Hoy con mis treinta años, he ido logrando cosas que me había propuesto desde muy pequeña. He avanzado como deportista profesional, he logrado las cosas que tanto quería, y sí, me siento satisfecha con lo que vengo consiguiendo. Lo que más quiero son los Juegos Olímpicos. Lograr una medalla. Esa es la meta más próxima. El récord mundial puede esperar, pero los Juegos Olímpicos no; ya están bastante cerca. Y, además, solo ocurren cada cuatro años”.
A principio de año, logró el récord mundial en 35 kilómetros, pero luego se lo arrebataron. Le preguntamos qué tan posible es que logre bajar la marca nuevamente. Nos explicó que el récord de 35 obviamente está mucho más cerca y es más fácil de lograr [nota del editor: 2:37:44, que es su marca, contra 2:37:15, que es lo que quiere alcanzar]. Romper el récord de 20k [nota del editor: 01:26.40 frente a 1:23:49], en cambio, está mucho más difícil, pero no es imposible. “Hablando con el entrenador, creemos que se puede lograr en un buen clima y en una buena ruta”, nos respondió. Kimberly hace poco salió en defensa de los derechos de las deportistas que optan por la maternidad. En su caso, le preguntamos qué tan cerca está de ser madre.“Por ahora, la verdad es que no, no quiero tener hijos. Obviamente, sí me gustaría formar una familia. Pero de aquí a siete años, de repente. Todavía quiero estar en el deporte. El año que viene son los Juegos Olímpicos. Y todavía hay muchas posibilidades de que, si todo sale bien el año que viene, si gano esa medalla que tanto anhelo, de repente me gustaría tener otra. Entonces, voy a seguir entrenando para Los Ángeles 2028”.
A la pregunta de si será una opción su retiro después de París 2024, nos respondió que “eso no está decidido. Uno no sabe qué pueda pasar. Yo ahorita estoy muy enfocada en lo que vendrá en agosto, en los Juegos. Y luego de ahí ya me pondría a pensar también qué es lo que quiero hacer, cómo me siento, cómo termino. Qué tan motivada voy a estar para otros cuatro años. No quiero seguir por cumplir. Quiero seguir poniéndome objetivos mucho más grandes. Entonces, cada año, tengo que evaluarlo y pensarlo bien. Pero, obviamente, lo hemos hablado con mi entrenador y con mi familia. Yo todavía puedo lograr buenos resultados en Los Ángeles 2028, porque voy a tener 34 años. Y las pruebas de fondo, como la marcha atlética o la maratón, son longevas. A más edad, más experiencia. De alguna manera vas madurando. Pero no puedo decir ahorita si lo voy a dejar o no, porque es un tema que todavía lo quiero ver después de París”.
Ad portas de las fiestas que se vienen, nos cuenta que se quedarán con su familia en Huancayo, porque tiene que entrenar “y tengo que cumplir una etapa aquí en altura. Ellos entienden bastante bien. Se quedarán por mí. Obviamente, pasaré las fiestas con ellos, pero no me quedaré hasta muy tarde. El año pasado sí pude descansar, pero este día 25 y el 1 de enero serán muy distintos, por la temporada que se ha alargado. Ya lo he conversado también con el entrenador. El 25 y el 1 igual se va a entrenar. No podemos perder entrenamiento. Recuperar esos dos días sería mover otra vez todo de nuevo. Y la verdad es que ya falta tan poco para los Juegos Olímpicos que no quiero perder nada”.
Por cierto, ¿cuál es el regalo que te trajo Papá Noel que más recuerdas?
Una bicicleta. Con mi hermano solíamos escribirle. Cuando éramos niños, creíamos en eso.
¿Y qué le pedirías ahora si pudieras volver a creer?
La verdad es que a mí lo único que me importa es que haya salud para toda mi familia… Bueno, eso y ser campeona olímpica. Solo pido eso. Nada más.
Kimi ríe como una niña que acaba de hacer una travesura. Aún no termina de construir el pequeño santuario que pronto estará repleto de medallas. Quizá lo haga antes de fin de año.
“Todavía no hemos sacado todas. Estamos en eso. Lo que falta es tiempo”, dice.
Ahora que ha comenzado a revisar de vuelta cada una de ellas, se ha dado cuenta de que pesan entre 50 y 300 gramos. La gravedad no se equivoca: las victorias pesan. En total, las más de cien preseas que conserva podrían llegar a equivaler la mitad de sus 53 kilos. Una vida calculada en medallas. Aunque la más importante aún está por llegar. Si todo sale bien, la verdadera Navidad de Kimberly se celebrará el 1 de agosto de 2024 en París.
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