En diálogo con COSAS, el arquitecto y urbanista Manuel de Rivero, da detalles sobre el diseño de un convento vertical que trae uno de los edificios más representativos de Lima Colonial, al siglo XXI combinando austeridad, generosidad y apertura hacia la ciudad.

Por: Mery Jiménez

El estudio 51-1 arquitectos ha diseñado un innovador convento vertical para la congregación de Religiosas de María Inmaculada. Este edificio nació del diálogo con las hermanas responsables de la institución, quienes necesitaban un espacio que albergara tanto la vida privada de las religiosas, como las actividades comunitarias que realizan y su labor con personas vulnerables.

El proyecto data del año 2019 y se construyó en un terreno de la Congregación ubicado en Jesús María. «No era chico, pero tampoco era grande, así que no nos quedó otra opción que hacerlo vertical», explicó Manuel de Rivero. Uno de los desafíos, asegura, fue convertir una tipología que tiene siglos de antigüedad, como son los conventos, y traerla al siglo XXI.

Convento vertical Jesús María

El convento vertical de Jesús María se levanta como un nuevo referente arquitectónico limeño, uniendo tradición y modernidad con espacios destinados tanto a la vida religiosa como a la integración comunitaria.

Para lograr esto se tuvieron en cuenta las necesidades de las hermanas. «Había algunas cosas que eran muy privadas y por eso teníamos que protegerlas, pero también tenían una vocación de abrirse a la ciudad, recibir gente, capacitarla y generar que el edificio sea un lugar de encuentro y apoyo a la comunidad y al barrio».

¿El resultado? Un espacio que se divide en un zócalo público de dos niveles, uno intermedio y tres niveles superiores que son las residencias de las jóvenes y religiosas, además de una azotea que cuenta con áreas de esparcimiento, huertos y lavanderías. Un concepto que se ciñe a la idea de los conventos que, en el pasado, solían ser «ciudades dentro de ciudades» y se ubicaban en diferentes espacios de Lima colonial.

Convento vertical Jesús María

Concreto rosado, patios interiores y jardines colgantes definen la estética del proyecto, que busca resistir el tiempo y embellecerse con el paso de los años, en contraste con otras construcciones urbanas.

Arquitectura consciente

Un detalle no menor al momento de conceptualizar el proyecto fueron los recursos disponibles para este. «El edificio tenía que ser pensado para que tenga cierto nivel de austeridad y al mismo tiempo un mantenimiento bajo. Hemos sacado el máximo provecho a todos los materiales sin usar acabados muy caros», menciona el arquitecto.

Convento vertical Jesús María

Concreto rosado que mejora con el paso del tiempo.

Agrega: «La idea era que se mantengan y mejoren con el paso del tiempo, por eso usamos un concreto rosado que le da algo de color a la ciudad. Además, con los años el polvo de Lima se va a ir pegando y le dará un tono cada vez más lindo; va a volver lo malo en bueno, algo que los italianos llaman la pátina del tiempo«. 

Este propósito se mantiene también en la ubicación de las plantas, que cuelgan desde la parte superior del zócalo, el punto de contacto entre lo privado y lo público. «Mientras que muchos edificios se ponen sucios y feos, el tiempo hace que las plantas crezcan y sean cada vez más lindas».

Convento vertical

En una de sus esquinas, el convento ofrece un espejo de agua como gesto hacia la ciudad. El elemento refuerza la idea de generosidad arquitectónica que los proyectistas buscaron transmitir desde el diseño inicial.

Destacan también en la zona de las habitaciones las celosías clásicas que se usaban en los conventos, ubicadas de una manera determinada, que aportan privacidad y dividen esa área del espacio público, y además son seguras para evitar accidentes y garantizar el bienestar de sus habitantes, ya que muchos de ellos pasan por situaciones emocionales vulnerables.

Otro detalle particular del edificio es su espejo de agua exterior y su capilla, ubicada en una de las esquinas, cuya cruz es una ingeniosa rendija en el concreto que deja pasar la luz. «Es impactante porque el color de la luz cambia durante el día, y va cambiando el espacio también».

Convento vertical Jesús María

La capilla ubicada en la esquina del convento destaca por su cruz de luz, una rendija en el concreto que deja pasar la iluminación natural, transformando el espacio a lo largo del día con distintos matices de color.

Generosidad como principio

El proyecto del convento vertical ha tomado alrededor de cuatro años y se ha alineado al deseo de las Religiosas de María Inmaculada: ayudar a quienes más lo necesitan. «Hemos tenido con ellas una relación muy buena, nos han aceptado estos elementos contemporáneos, atrevidos, pero en una obra muy bonita, que hace bien a la ciudad».

Cabe destacar que, según indica el arquitecto y urbanista, no tuvieron referencias de un convento similar, por lo cual este proyecto es una innovación. «Hicimos una investigación interesante aquí en Lima, en el Perú, en América Latina y empezamos a ver si había referentes de casos así donde se han hecho conventos en vertical y no hemos encontrado, entonces ha habido que inventar esta nueva forma de albergar uno».

Convento vertical Jesús María

Las celosías reinterpretan elementos de conventos históricos y permiten privacidad, seguridad y ventilación en las habitaciones de jóvenes y religiosas. Este detalle responde a las necesidades emocionales de quienes habitan en el espacio.

Finalmente, destacó: «Este lugar lo que busca es acoger, invitar a las personas; lamentablemente, Lima se ha convertido en una ciudad que pide a gritos generosidad, porque la mayoría de proyectos han sido muy poco generosos con la ciudad, la han transformado en un lugar hostil, lleno de rejas (…). Hubo una insistencia en dar más de lo que te piden: que los edificios se hagan cargo de hacer ciudad y no solamente resolver su propio problema para adentro».

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