Tres veces se transformó el principal programa de alimentación del Estado Peruano, siempre envuelto en periódicas polémicas. Hoy después de 33 años, ha llegado a su aparente fin.

Por: José Ignacio Beteta

El jueves pasado más de 50 escolares en Piura se intoxicaron después de ingerir alimentos distribuidos por el programa estatal de distribución de alimentos Wasi Mikuna. Hace tres meses este programa se llamaba Qali Warma. Le cambiaron de nombre —maniobra cosmética recurrente en la burocracia estatal peruana— justamente por su falta de seguridad y estándares de calidad. En diciembre de 2024, el ministro de Desarrollo e Inclusión Social apareció en cámaras diciendo que contratarían 1,500 fiscalizadores y reformarían la iniciativa profundamente.

El jueves 3 de abril se reportó una intoxicación colectiva en Piura, después de que se registraran incidentes similares en Amazonas y Áncash en los días previos.

Y es que el año pasado Qali Warma ya había intoxicado decenas de niños. Hace casi exactamente un año, un 25 de marzo, 23 niños del colegio Gamaliel Churata en Puno, regresaron a sus hogares con fiebre, vómitos y fuertes dolores estomacales después de consumir arroz chaufa con conservas de pollo “Don Simón”, fabricadas por Peruvian Aliment Company SAC, una empresa vinculada a la polémica empresa FRIGOINCA, cuyos dueños serían acusados posteriormente de ser parte de una amplia red de corrupción que aún es investigada y que llegaría a los más altos niveles del Ejecutivo.

Si retrocedemos algo más en la historia, Qali Warma nació en 2012 para reemplazar al Programa Nacional de Asistencia Alimentaria (PRONAA), creado por Alberto Fujimori en 1992.

Mientras el PRONAA atendía a 3.9 millones de niños entre 3 y 12 años, a 600 mil niños de 6 meses a 3 años de edad y a 300 mil madres gestantes, Qali Warma en 2024 solo atendió a menos de 760 mil estudiantes. Sin embargo, el PRONAA tampoco se salva. Su existencia también fue opacada por intoxicaciones, corrupción e ineficiencias.

¿Cuál es el problema de fondo entonces? Una noticia antes de continuar: el MIDIS anunció la cancelación definitiva de este programa, se llame como se llame. No le cambiarán de nombre (espero). No lo reemplazarán (espero). Simplemente lo echarán a la basura, como la comida descompuesta que distribuía.

«Necesitamos del Estado. Sí. No podemos desaparecerlo. Pero necesitamos destruirlo para volverlo a construir».

Pero el problema continúa, porque existen muchas familias que necesitan de este subsidio indirecto. ¿Qué haremos? La situación no es fácil. Hablamos de miles de hogares vulnerables que contaban con el apoyo del Estado para alimentar a sus hijos. Estoy seguro de que mientras lees esto, sientes la misma indignación, pena, impotencia y rabia que yo. Los niños que recibían este apoyo no la pasarán bien…

Escribiendo no podremos ayudarlos como deberíamos, pero sí podemos rescatar algunas lecciones y pensar en el futuro. La primera: el Estado se llena de planillas, incrementa sus presupuestos, contrata más consultorías, pero siempre, repito, siempre, corrompe lo que toca, destruye lo que tiene cerca. Y esto tiene que cambiar.

La segunda. A nuestra pueblo no le faltaría comida si no fuese pobre, y quizás sería menos pobre, si el Estado le diera servicios de salud y educación de calidad, buen transporte público, agua, luz, buena infraestructura de servicios; y, sobretodo, si lo dejara emprender, prosperar y generar riqueza sin coimas, extorsiones, sicarios, fiscalizadores corruptos y burócratas insensibles.

Finalmente, la lección más importante es esta: necesitamos del Estado. Sí. No podemos desaparecerlo. Pero necesitamos destruirlo para volverlo a contruir. Necesitamos despedir miles de burócratas, eliminar cientos de programas, oficinas, secretarías, direcciones, subdirecciones y micro “chacras” que se instalan en él, financiadas con nuestro dinero, con el dinero de los más pobres.

Lamentablemente esta última conclusión, que mas parece un deseo o una súplica, se ve reflejada de forma indirecta en las durísimas palabras de la madre de uno de los niños intoxicados en Piura: “todos esos alimentos se los deben dar a los congresistas y a Dina Boluarte, a ver si se mueren de una vez…”. No podemos desear algo así, pero tampoco podemos permitir que este Estado siga sobreviviendo como si nada pasara.

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