¿Qué hacen tres casitas con techo a dos aguas frente al océano? Los recuerdos de una infancia frente al mar, unidos a una interpretación urbana del Sur Chico, tomaron forma en el más reciente proyecto de Camila Ruiz y Gary Pierce, de Hausstudio. La pareja de arquitectos se aventuró a proponer un conjunto de townhouses para su propia familia en la línea de playa de Punta Hermosa.

Por Tatiana Palla / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart

Hausstudio

El encargo no podía ser más personal y significativo. El lote que enfrenta la magnífica ola de El Paso, en pleno Malecón Norte, protagoniza los veranos de la familia Pierce hace casi siete décadas, y ahora un arquitecto de la familia tenía como misión intervenir el espacio. “El terreno era de mis abuelos, que lo consiguieron en los años cincuenta. Primero estuvo la casa de ellos. Luego se construyeron dos casas, pero el espacio quedó chico. Esta es la tercera construcción que hacemos en este terreno”, explica Gary Pierce. Se trata, además, de la primera obra que los esposos Pierce y Ruiz han diseñado para uso propio desde su taller Hausstudio.

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El proyecto debía albergar a los catorce integrantes de la familia, entre los padres, los tres hermanos y los hijos de cada uno de estos. “Decidimos que debía ser exclusivamente para la familia. Cada quien debía tener su propio espacio, pero también teníamos como misión crear áreas comunes para que toda la familia se pudiera juntar”, explica Pierce. En la primera planta se proyectó el departamento de los padres, que además se conecta –mediante una mampara– a una amplia terraza techada que alberga comedor, parrilla y juegos de mesa para toda la familia. “Es el único lugar de la casa que mira tanto al mar como al patio interior. Hacia un lado, puedes ver a tus hermanos corriendo las olas. Al otro, ves a los hijos jugando en el patio. Es un espacio privilegiado”, explica Pierce. Debido a que el primer piso está elevado respecto a la línea del malecón, incluso desde esta planta se disfruta de una inmersión visual completa en el mar.

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Desde su génesis, la casa de playa Pierce albergó un amplio patio que debía mantenerse en este nuevo proyecto. “La idea es que la nueva generación también pueda crecer jugando aquí como lo hicimos nosotros”, explica el arquitecto. Parte de los escalones que llevan al departamento de los padres y al área familiar, se aprovecharon para generar graderías y así poder acompañar a los chicos en sus juegos, como si se tratara de un pequeño estadio familiar.

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Integración urbana

Hubo más de una razón para aventurarse con el formato townhouse en la playa. La primera misión fue proponer un concepto urbano para Punta Hermosa. “La playa está cada vez más integrada a la ciudad y cada año hay más familias que deciden mudarse definitivamente a los balnearios”, explica Camila Ruiz. El formato townhouse ayudaba, además, a disimular el flat paterno del primer piso. “Gracias al diseño volumétrico, desde el malecón parece que las casitas de dos pisos fueran en realidad de tres. Así rompimos con el típico edificio multifamiliar cuadrado”, continúa la arquitecta.

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La última razón tiene un valor sentimental. La inspiración nació de los dibujos de sus propios hijos. La calidez que evoca una casita tipo townhouse es “el típico concepto de casa que dibuja un niño: un cuadrado, una puertita, un techo a dos aguas. Hemos rescatado esa idea, pero con líneas modernas”, explica la arquitecta. Desde el patio interior, ahora los niños pueden apreciar casitas que parecen pintadas a mano por ellos mismos.

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Las tres townhouses se proyectaron de forma idéntica, aunque una de ellas está espejada para darle más movimiento a la fachada externa. La escalera que lleva al segundo piso es la protagonista de cada departamento. Pensada de forma escultórica, se planteó con base de terrazo y una celosía de madera que hace las veces de baranda y dialoga con el segundo piso, completamente enchapado en madera. En el primer piso, la escalera es también la base de una estufa pensada para la temporada de invierno. El ducto expuesto sube hasta el segundo piso, donde la escalera se convierte nuevamente en eje para crear un tablero de trabajo y separar ambientes. Una claraboya corona la escalera y se encarga de iluminar todo el espacio.

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Ya en el segundo piso, la amplitud que genera el techo a dos aguas juega a la perfección con el carácter libre e infinito del mar. En la habitación principal, el concreto de la fachada ingresa como parte de los acabados del balcón cerrado, para así generar una mejor conexión con el exterior. Los ventanales herméticos, encargados a Ventanas y Estilos, se proyectaron de piso a techo para aprovechar al máximo la vista al mar, y preservar al dúplex del desgaste por la sal y la humedad. El balcón cerrado funciona como mirador privilegiado a la ola de El Paso, favorita entre los surfers de la familia. Una casa hecha a la medida de una gran tradición con el mar.

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Artículo publicado en la revista CASAS #254