Destaca en el campus sin imponerse. Es el que más congrega sin saturarse. Su programa es extenso, pero sus accesos, fluidos. Mucha iluminación y ventilación, aunque con una estrategia sostenible y bioclimática. Estas son, apenas, algunas definiciones del complejo académico de Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUPC), proyecto ganador del concurso privado convocado por la institución que fue inaugurado hace algunas semanas.

Por Laura Gonzales Sánchez / Fotos de Juan Solano

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Un número cabalístico. Trece fueron los dibujos que antecedieron al resultado final, firmados por Enrique Santillana, Tandem Arquitectura (Cynthia Seinfeld, Jorge Draxl, Juan Carlos Burga) y Jonathan Warthon, ganadores de la convocatoria del concurso, quienes, además de ceñirse a las bases –un edificio de uso mixto que contara con una biblioteca y un espacio para oficinas administrativas–, tuvieron claro que debían invitar a subir, a recorrerlo, a disfrutar de su espacialidad. No en vano, el proyecto fue titulado Espacio Libre.

“Es un edificio que ha ido cambiando con el tiempo en programa, espacio, acabados, ajustándose a nuevos requerimientos. Un edificio vivo en toda su etapa de crecimiento. Bastante rico en espacialidad, al que tratamos de no quitarle, por ningún motivo, esa riqueza, aun cuando hemos tenido que utilizar materiales austeros”, dice Cynthia Seinfeld. Lo que hace al edificio es la arquitectura que prevalece y que no se minimiza o reduce por el presupuesto.

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El área total de este pabellón es de 11.500 metros, y está asentado en la huella de la antigua biblioteca de Sociales, que fue demolida para dar paso al emplazamiento del edificio, que es en L. En cuanto al programa, en el volumen horizontal, los cinco primeros niveles corresponden a la biblioteca –que al reunir todas las colecciones de Sociales, que se encontraban dispersas, llega a contar con más de cien mil títulos–, las salas de lectura, las salas de reuniones, tribunas, laboratorios de investigación, una gran sala de usos múltiples y servicios higiénicos. La terraza del jardín elevado, en el cuarto piso, es el punto de encuentro entre profesores y estudiantes. A esta se llega a través de escaleras y pasillos suspendidos. Aquí también encontramos una cafetería.

En el volumen vertical encontramos las oficinas administrativas que, entre las individuales y compartidas, suman 120 distribuidas en los pisos cinco, seis, siete, ocho y nueve.

La sostenibilidad

Se ha aplicado la tecnología antisísmica, un sistema que permite que, en caso de sismo, el edificio se mueva armoniosamente –a manera de mecedora–, siguiendo las ondas expansivas, y no haya ruptura ni fisura porque el movimiento va a darse de forma leve, sin corte, gracias una ranura de cuarenta centímetros en todo el perímetro.

El edificio no usa aire acondicionado salvo en espacios cerrados. La ventilación que llega a los ambientes es natural. Ha habido un trabajo de búsqueda de la ventilación cruzada, de proteger el edificio contra el sol directo, para cuidarlo de la temperatura, utilizando parasoles.

“El edificio sigue los principios de espacialidad, transparencia y luz natural, y tiene un complemento de luz artificial. Su transparencia radica en que se orienta bien porque tiene las dos fachadas abiertas hacia el sur y hacia el norte, y es cerrado al este y al oeste, lo que nos permite tener aberturas generosas”, explica el arquitecto Enrique Santillana.

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La materialidad

Si bien es cierto se ha pensado en que la materialidad debe conversar con los edificios célebres del campus, el lenguaje que se plantea tiene una cierta independencia en cuanto a la resolución del tratamiento entre el interior y el exterior. Es innegable que todos los edificios existentes guardan ciertos ritmos tanto horizontales como verticales, pero bajo su propio enfoque.

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Se ha empleado el concreto expuesto o caravista, y se ha usado una especie de tablones de encofrado. Otra materialidad importante, además de la superficie vidriada, son los paneles de fierro-cemento, que armonizan con el color del concreto. El acento cromático lo pone el rojo, conseguido con pintura látex. La madera de shihuahuaco certificada está presente en las graderías interiores, donde los estudiantes pueden desarrollar sus tareas y estudiar y –¿por qué no?– descansar. Los pisos son de madera estructurada mientras que las oficinas, por una cuestión acústica, son alfombradas.

En definitiva, una arquitectura generosa, con muchos metros cuadrados en espacios públicos techados y no techados, con jardines elevados, circulaciones y deambulaciones arquitectónicas. Un edificio para toda la comunidad educativa, donde se reciben clases, se estudia, se sociabiliza, se investiga. Un edificio que, cuando se mira por fuera, emociona; y cuando se ingresa, deslumbra. 

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Artículo publicado en la revista CASAS #257