El desafío para Augusto Román y José Bauer era atípico: idear una casona de inspiración republicana y distribuciones contemporáneas. Así, crearon un espacio confortable y conectado con la naturaleza que rescata la idea de los miradores de antaño.

Por Gloria Ziegler / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart

Roman Bauer

Las casas y los edificios son como los relatos. Algunos se sostienen con ideas caprichosas y discursos intrincados. Otros hacen de la racionalidad y la belleza sin aspavientos sus mejores pilares. No es una cuestión de etiquetas. “La arquitectura tiene que aprender a ubicarse en su entorno. Eso no siempre significa mimetizarse con él. Puede destacar y ser un objeto muy singular, pero corresponder a temas estéticos o constructivos”, explica José Bauer.
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Esa premisa, poco frecuente aún en Lima, no es algo nuevo para el arquitecto. Con ella ha ideado, junto a su socio, Augusto Román, centros culturales temporarios, construcciones bioclimáticas y proyectos desmontables en distintas regiones del país. Pero esta casona es, quizás, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura que prioriza los diseños sensatos.

Roman Bauer

Desde el principio, el pedido había sido tentador. Los propietarios necesitaban una vivienda familiar con ambientes continuos y contemporáneos que incorporaran dos espacios de trabajo –un taller artístico y un laboratorio de esencias– enmarcados por una fachada de look republicano que se adaptara a la zona monumental en que se encuentra. La ubicación encerraba, además, algunas dificultades técnicas: un terreno angosto, de ocho metros de frente con veinte de largo, y un desnivel pronunciado desde la mitad de la fachada. Pero allí estaban, también, la alameda frontal, el mar y una hilera de tulipanes africanos, antiguos y frondosos, que jugaban con los límites del terreno. “Era un paisaje tan especial que no podíamos perderlo. Lo interesante era jugar con esa relación”, dice Bauer. Y ese, precisamente, fue el eje de la propuesta.

Roman Bauer

Juego de perspectivas

A partir de estas premisas, la dupla de arquitectos ideó dos volumetrías –una de ellas desencajada casi a la mitad del terreno, para mantener la vista de tres niveles desde la calle–, con una comunicación vertical y conexiones persistentes hacia el exterior. ¿El objetivo? Hacer de la casa un mirador constante hacia el paisaje del entorno.

De esta manera, el ingreso está marcado por un patio al ras de la vereda en la parte más alta del terreno, que da paso a un espacio continuo donde conviven la sala, el comedor, la cocina –abierta pero imperceptible desde la entrada– y, finalmente, un patio-jardín que ofrece un remate visual y una segunda conexión entre los diferentes niveles de la casa. “En cuanto ingresas, tienes la sensación de estar en otro nivel, como si fuera una casa sobre un árbol, con vista a las primeras copas de los tulipanes africanos, que ya empiezan a aparecer por las ventanas”, cuenta Bauer.

Roman Bauer

En el segundo nivel, donde se encuentran el dormitorio principal y una habitación secundaria, los límites con el exterior comienzan a desdibujarse gracias a una terraza con vista al mar y una galería techada, que conecta los ambientes y permite, si es necesario, una circulación independiente. “Aquí la casa comienza a exponerse un poco más, pero el límite no lo da la construcción, sino las copas de los árboles, que están enmarcadas por columnas y ofrecen una continuidad con la naturaleza”, explica el arquitecto.

Roman Bauer

La planta superior redobla la apuesta, esta vez con un área de dormitorios secundarios adicionales –rematada por una pequeña terraza abierta– y una gran terraza descubierta, con una altura que sobrepasa a los árboles, ofreciendo una vista panorámica al mar y a las calles perimetrales. “La idea, finalmente, era que los niveles se vayan desvistiendo hacia al exterior”, explica. “Transformar la casa en una especie de refugio entre las copas de los árboles que incorpora el uso de miradores, como se hacía en las casonas del distrito cuando era un balneario tranquilo”.

Roman Bauer

Entre dos tiempos

Aquí, la armonía con el entorno no se restringe a la naturaleza. La propiedad tiene una fachada clásica de inspiración republicana, con ventanas verticales y marcos de carpintería de madera. E incorpora, además, elementos característicos del periodo, como cornisas, teatinas para iluminar los baños y los niveles superiores, pisos interiores de madera y una claraboya como remate de la escalera principal, integrados de una manera contemporánea.
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“No partimos de una idea o una forma preconcebida, sino que fuimos analizando qué cosas funcionaban y cuáles no. Y creo que ha resultado: si uno la ve desde el exterior, es una casa republicana, y adentro los ambientes son contemporáneos. Pero la lógica común es la de un diseño sensato”, concluye Bauer.
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Roman Bauer

Artículo publicado en la revista #CASAS 265