En Madrid, las arquitectas Mariana Leguía y Maya Ballén se enfrentaron al reto de concebir el pabellón peruano de ARCO, y crearon una trama geométrica de formas rectangulares como si fuera un tejido textil donde ubicar las obras de arte.

Por Laura Alzubide / Fotos de Guillermo Gutiérrez

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A finales de febrero, la Gran Vía de Madrid amaneció con un gran afiche que envolvía uno de los edificios. Mostraba la fotografía, en blanco y negro, del rostro de una indígena amazónica con dos peces sobre los ojos. El autor era Javier Silva Meinel, y anunciaba la participación del Perú como país invitado en ARCO, la feria de arte contemporáneo más importante de España. La edición, según los organizadores, fue la más exitosa de la última década, con una cifra récord de visitantes. Una de las razones de este éxito fue el programa que presentó nuestro país, donde la arquitectura jugó un papel importante.

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El pabellón peruano, diseñado por Mariana Leguía y Maya Ballén, ocupó un lugar protagónico en el recinto de Ifema. Constaba de un área rectangular de seiscientos metros cuadrados donde se acomodaban los espacios de un total de quince galerías y veintitrés artistas. “Trabajamos con dos consignas”, explican las arquitectas. “Por un lado, la espacialidad tenía que intentar ser museográfica, más parecida al espacio de una exposición, aunque distanciada de la configuración modular y repetitiva de la feria. Y, por el otro, debía mantener el orden de la feria, donde todos los artistas y galerías reciben la misma área y está muy claro dónde empieza y termina el territorio de cada quien”.

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Así, desarrollaron el proyecto a través de una geometría regular e iterativa que permitió acomodar a todos los artistas y galerías con claridad, pero que al girar la cuadrícula con respecto a la modulación de la feria permitía percibir el espacio de una manera muy diferente. Crearon seis espacios triangulares perimétricos, con los muros abiertos a la circulación, lo cual produjo una mayor distancia entre el espectador y la obra, para que los ambientes se percibieran más grandes y generosos.

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El pabellón de ARCO reunió a artistas de distintas generaciones y disciplinas, desde Teresa Burga (1935) hasta Javier Bravo de Rueda (1989). La muestra presentada en este espacio, que contó con la curaduría de Sharon Lerner, incidió en la materialidad de los objetos. Tuvieron un papel protagónico la cerámica y el tejido, que se exhibieron en la trama diseñada por Mariana Leguía y Maya Ballén desde todas sus aristas. Para demostrar, una vez más, que la arquitectura es la mejor aliada del arte. 

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Artículo publicado en la revista CASAS #267