PARQ, el estudio conformado por Lorena Piana, Roxana Paniagua y Mirella Gonzales Orbegoso, logró una decoración contemporánea que dialoga con la arquitectura moderna de esta casa en Miraflores. Un diálogo tan amable como la amistad que une a las arquitectas con los propietarios.

Por Gloria Montanaro / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart

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Cuando uno trabaja con amigos, construye el vínculo preexistente desde lugares nuevos. En este caso, además de renovarse, la amistad fue la base para lograr un interiorismo en perfecta comunión con los deseos de quienes habitarían el espacio decorado.

Los dueños de esta vivienda miraflorina de setecientos metros cuadrados –una pareja que importa materiales, equipamiento y acabados de diseño para arquitectura– necesitaban contratar un estudio que pudiera incluir sus productos desde la etapa inicial de la obra, ejecutada arquitectónicamente por el estudio Vértice. Ese requisito los hizo pensar en PARQ, un equipo de arquitectas y diseñadoras de interiores amigas de la familia, con quienes la obra fluyó con la misma naturalidad.

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Ingresar al proyecto en la etapa de obra y acabados fue clave para que la elección de profesionales diera buenos resultados: “A nosotras nos gusta incorporar la terminación de la estructura de la casa como piel del diseño interior. En algunos casos, también aumentar texturas a las paredes, a fin de tener menos objetos que distraigan la arquitectura”, dice Lorena Piana, que integra PARQ junto con Roxana Paniagua y Mirella Gonzales Orbegoso. “Recibir este encargo fue muy importante porque nos permitió hacer pequeños cambios para que el diseño interior formara parte del estilo y diseño arquitectónico”, agrega.

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Luego de varias reuniones y propuestas para definir el diseño de todos los ambientes, las arquitectas de PARQ visitaron tiendas en Lima donde encontraron varios de los muebles que buscaban. Sin embargo, al poco tiempo viajaron a Miami y descubrieron una tienda brasileña en el Design District. En busca de rafias para las paredes de dormitorios y baños de visitas, y linos para los muebles, llegaron a una tienda de papelería, un local con un diseño espectacular donde todas las vendedoras eran de Brasil. “Les comentamos que nos encantan las maderas que usan en su país y les consultamos si conocían alguna tienda brasileña de diseño que fuera más pequeña que las conocidas”, cuenta Roxana Paniagua. Así llegaron a One of a Kind, donde compraron toda la decoración de sala, comedor y sillas. “Esta era nuestra tienda. Nos gustó tanto que nos llevaron inmediatamente al almacén en una zona alejada, donde buceamos entre muebles de finas maderas brasileñas”, añade.

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Ya que se haría el esfuerzo de llevar el mobiliario a Lima, las arquitectas siguieron incorporando productos de otras tiendas, como CB2, donde compraron las dos butacas que hoy se ubican debajo de la escalera, la butaca azul giratoria de la sala y las mesitas laterales de casi todos los ambientes. Ellas diseñaron los muebles fijos, tratando de uniformizar todos con madera de color claro en el primer piso y con madera oscura en el segundo. Para lograr que el interiorismo tuviera toques más íntimos, también pidieron a los propietarios de la casa algunos muebles y objetos antiguos o con valor personal. “Buscamos unir muebles de distintas épocas, diseños o estilos, pero que juntos se entiendan bien, se huela a madera y las telas te toquen con cariño”, dice Gonzales Orbegoso.

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Los desafíos

El proyecto y ejecución del interiorismo duró año y medio y abarcó todos los ambientes de la casa, a excepción de la cocina, un espacio que la propietaria quiso diseñar por su cuenta, dada su afición a cocinar. El resto de las áreas sociales fue pensado para reuniones donde cupiera la familia extendida de ambos propietarios. Ese, de hecho, fue uno de los primeros retos del proyecto: “Había que reunir mínimo catorce personas sentadas en la sala, y lo mismo en el comedor. Para la sala, elegimos el sofá más largo que nunca antes habíamos visto, y quedó espectacular”, dice Gonzales Orbegoso. Ese espacio, con una fabulosa doble altura, fue coronado por un mural del artista Mateo Liébana que rompe con la paleta de tonos gris y tierra para dotar de vitalidad y color al interiorismo de la sala.

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El otro gran desafío fue armar una family room en el primer piso, donde los hijos de la pareja pudieran jugar y a la vez sirviera para ver televisión. “Tratar de que se vea como una salita de estar con cuarto de juegos de niños fue todo un reto”, añade Piana.

En el exterior, un jardín de ciento cincuenta metros cuadrados sirve de prolongación del espacio social. Su paisajismo estuvo a cargo del padre de la dueña de casa, amante de los jardines. A su lado, una terraza promete largas reuniones acompañadas por el calor y la sazón de la parrilla. PARQ propuso la distribución, el diseño y los materiales del espacio, innovando en muros y tableros con un porcelánico Coverlam, de formato muy grande pero con un espesor de tres milímetros.

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“Trabajar con amigos es muy divertido. A la vez, hacerlo con personas que en su día a día tienen que tomar decisiones complicadas y que tienen muchas reuniones hizo que nos delegaran y confiaran decisiones importantes a nosotras, haciendo que nuestro trabajo sea totalmente placentero”, confiesa Piana.

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Artículo publicado en la revista CASAS #271