Ana Vega Soyer trabajó el interiorismo de un departamento en el malecón de Barranco a partir de una obra de arte del cliente. Con creatividad e ingenio, trazó una propuesta funcional compatible con hijos pequeños. Un hogar donde destacan las piezas que alimentan las pasiones de los propietarios.

Por Gonzalo Galarza Cerf / Fotos de Iván Salinero

Ana Vega Soyer Barranco

Mientras le mostraban el regalo que habían recibido en su matrimonio, Ana Vega Soyer empezó a imaginar los interiores del departamento en su mente. Desde que fueron padres, la prioridad en los gastos familiares hizo que esta joven pareja prescindiera de una colección de arte. Primero habían tenido mellizos; luego, un hijo más. Ahora habían adquirido este flat de doscientos setenta metros ubicado en Barranco. Sus dimensiones inquietaban a la diseñadora peruana: ¿cómo vestir la sala y el comedor sin contar con mayores piezas de arte ni objetos importantes? El díptico de Patica Jenkins Gibson le dio la respuesta.

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Trabajar con jóvenes, revela Vega Soyer, la llevó a tomar decisiones más arriesgadas: “Con creatividad y poco presupuesto, empecé a intervenir las paredes para integrar todo y que se viera cool”, cuenta. El cuadro de Jenkins marcó la pauta a seguir: acabados, muebles, objetos y piezas de diseño iban a dialogar con él a través de sus colores. Tonos en azul, celeste y turquesa, con pinceladas doradas, son los que iluminan este departamento que mira el mar desde el malecón Pazos.

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“La idea era generar en una pared texturas y diseñar muebles de una manera funcional, que se adaptaran a sus necesidades, e integrar la otra pared como una gran obra de arte”, explica la interiorista. Su propuesta para la sala, comedor, terraza, sala de estar y dormitorio principal era la misma: que sea un espacio vivible, estético, elegante y útil. “Si analizas cada material, notarás que es superresistente a los niños. Cero estrés de que se ensucie o se maltrate”, revela.

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Integrado y de alto tránsito

Eso fue lo que le pidió ella, la madre, que fueran espacios funcionales y vivibles. El padre, en cambio, le solicitó un bar inspirado en su pasión: los autos de carrera. Los azules predominan en este ambiente a través de la pintura, el papel y las telas elegidas para el mueble, la barra y las butacas. El espejo empotrado trae a la vista la imagen del cuadro de Jenkins y la lámpara italiana de Nemo colocados en el comedor. La estructura de madera, con repisas de fierro oxidadas, revela el carácter del bar, donde destacan las piezas del dueño vinculadas a los autos, como un casco y guantes.

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A su lado, el librero de madera continúa la línea de la estructura del bar, con un televisor camuflado tras dos puertas corredizas. Un mueble simple y lineal que termina de vestir esta pared. “Los jóvenes piden hoy un televisor en la sala para que lo usen cuando quieran y no tengan que llevar a sus invitados a una sala de estar. Y tener al lado el bar, todo integrado”, explica Vega Soyer.

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Pensando en el alto tránsito de los hijos, y sobre todo de invitados a reuniones en casa, la diseñadora eligió una alfombra tejida en lana reversible para la sala y una persa en tonos grises para el comedor. Además de trabajar el respaldar de las butacas de la sala con pitas, para que destaque ese detalle cuando se trasladen a la terraza. Los sofás tapizados con telas de Romantex también apuntan a su doble función: “Es una tela que arma bien cuando se tapiza y es muy encubridora cuando los niños la manchan”.

Ana Vega Soyer Barranco

Destacan en este espacio obras como el cuadro del pintor argentino Martín Riwnyj y piezas como la lámpara Balloons, de Brokis, de vidrio soplado. Mientras, en el comedor resalta la mesa Manta, de Rimadesio, con ese tablero ovalado de vidrio gris y estructura de aluminio: “Es de guerra, no le pasa nada”, afirma Vega Soyer. Esa es la idea en este departamento: que sea transitable, se viva sin preocupaciones y cuente con espacios para guardar, como el mueble enchapado con espejos.

Ana Vega Soyer Barranco

Texturas y comodidad

Si en el área social se intervino con pintura siguiendo la línea del cuadro de Jenkins, en el área privada se hizo a través de papeles y vinil plastificado. En el dormitorio principal, además del walk-in closet, se diseñó otro armario bajo un acabado similar al lino y con tiradores cuadrados de madera. La misma que se usó para enchapar las puertas de las mesas de luz. El gris predomina en las piezas y acabados, salvo por una butaca cerca del ventanal que enciende esa vista que descansa contemplando el mar. 

Artículo publicado en la revista CASAS #179