Las fotos que se tomaron hace algunos años para “Desarraigo”, la muestra bipersonal de Sonia Cunliffe y Silvana Pestana, despiertan la nostalgia por un pasado mejor. En ellas, la Casa Sojo aparece en ruinas, anhelando recuperar el esplendor que alguna vez tuvo. La belleza de su arquitectura, inmersa en el paisaje peruano, es cautivadora.

Por Laura Alzubide / Fotos de Sonia Cunliffe

Casa Sojo

En la antigua hacienda Sojo han confluido, a lo largo de los años, diversas culturas y tradiciones. Como tal, fue fundada en 1896 para sembrar y procesar algodón Pima.
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Pero, en sus cuarenta y cinco mil hectáreas, también contaba con una gran producción frutícola, avícola y ganadera. Tenía jardines y huertos, maestranza agrícola, granja y establo, infraestructura de riego, unidad fabril, conexión ferroviaria, dispensario-enfermería, oficinas administrativas y habitaciones para el personal del servicio. Todo lo necesario para aprovechar, con mucho empuje y tesón, lo que daba la desértica tierra piurana.

Casa Sojo

En el conjunto, destacaba la casa principal. En 1910, Miguel Checa y Checa y su esposa, Victoria Eguiguren Escudero, habían dispuesto que se levantara en lo alto del tablazo de Paita, casi junto a la huaca La Mariposa, para evitar las inundaciones. En el mismo lugar donde existía una estructura piramidal de tres terrazas, que quizá fue la residencia de uno de los curacas que encabezaron la resistencia frente a los españoles.

Casa Sojo

Con casi cuatro mil metros cuadrados distribuidos en dos pisos, la Casa Sojo todavía conserva su aire señorial, y es uno de los pocos ejemplos que quedan de arquitectura palladiana en el Perú. Su diseño fue encargado a Julio Ginocchio Alburquerque, nacido en Sojo y formado en Italia, y para edificarla se utilizaron materiales como la caña de Guayaquil, el adobe y el mármol. En el interior, dos hermosas escaleras convergen en la segunda planta, con un enorme lucernario como remate superior. Un molino de viento la abastecía de agua desde el cerro de la huaca.

Casa Sojo

Con la Reforma Agraria, la hacienda fue expropiada y entregada a una comisión provisional. Veinte años después, se terminó restituyendo a los familiares de los Checa Eguiguren. Sin embargo, la producción agrícola nunca volvió a ser igual. Y la arquitectura de la Casa Sojo, desmantelada, quedó herida de muerte.

Casa Sojo

Patrimonio en peligro

Hoy el edificio está deshabitado y es uno de los atractivos turísticos de la región. Recibe a más de cuatro mil visitantes al año, en su mayoría escolares, universitarios, investigadores y turistas. De su protección se encarga la Asociación Cultural Sojo, una entidad sin fines de lucro encargada de conservarla y ponerla en valor.
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Algunas empresas locales, como Servicios Viviana y Enosa, y otras firmas, como Carter, Siderperu, Yecsa, Dr. Obra y la Asociación Turismo Cuida están contribuyendo a su preservación.
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Pero, a pesar de que fue proclamada Patrimonio Monumental de la Nación en 1974, la Casa Sojo sobrevive a duras penas.

Casa Sojo

“El tiempo que siguió al desamparo previo ha castigado duramente la estructura y sigue haciéndolo, en especial durante los dos últimos duros fenómenos de El Niño en 2018 y 2019. La geometría estructural de la casa ha empezado a ceder, y los esfuerzos para restaurarla no se concretan aún”, nos cuenta Carlos Checa Leigh, bisnieto de Miguel Checa y director ejecutivo de la Asociación Cultural Sojo, quien está haciendo esfuerzos sobrehumanos para que la casa no quede reducida en ruinas. El último fue hace algunas semanas. El inicio de la pandemia coincidió con el tiraje de una colección de seis mil platos decorativos, realizados por seis artistas peruanos, con cuya venta se espera conseguir donaciones para reforzar la estructura.

Casa Sojo

Uno de los mayores tesoros arquitectónicos del Perú pide auxilio a gritos. Esperemos que la ayuda no llegue demasiado tarde.

Artículo publicado en la revista CASAS #281