En una casa diseñada por el estudio Llosa Cortegana, Luz María Buse apuntó a buscar un equilibrio unificador. A tender un diálogo entre los ambientes interiores y exteriores y a desdibujar las distancias. Lo logró a través de la elección de las texturas, las obras de arte y una gama cromática que aporta tanta sobriedad como calidez.

Por Gonzalo Galarza Cerf / Fotos Juan Solano

La historia del nacimiento de esta casa tiene una escena final: en ella aparecen el cliente, los arquitectos y la interiorista. El vino que se ha descorchado es para celebrar el resultado de tres años dedicados a pensar, dibujar, diseñar, construir y ambientar. A habitarla mentalmente sin que estuviera lista para vivirla. Por eso, cuando el proyecto estuvo concluido, los protagonistas de esta casa se sentaron a contemplarla y brindaron por el resultado. “Las casas, como las personas, muchas veces requieren un conocimiento lento”, dice la interiorista Luz María Buse.

Luz María Buse Llosa Cortegana

Al final, en ese tránsito de elecciones y, a su vez, de cuestionamientos, sobresalieron la intuición, el aprendizaje, las valoraciones y los gustos. “Se fue decantando un estilo”, afirma Buse. La propuesta apunta a desdibujar las distancias entre los ambientes interiores y exteriores. A las texturas y colores cálidos acordes con la gama cromática de las obras de arte. A tonos que dialogan en armonía con el jardín diseñado por la paisajista Titi Laurie.

La racional y depurada línea de los arquitectos Patricia Llosa y Rodolfo Cortegana hizo que Buse buscara el equilibrio para unir los espacios. “El diseño interior no debe crear barullo, debe permitir que los espacios se definan por sí mismos”, apunta.

Luz María Buse Llosa Cortegana

Identidad reconocida

La chimenea de acero corten, intervenida en diálogo con la carpintería, marcó el ritmo y dio ciertas pautas para la sala. “La narrativa lineal propuesta por la chimenea propició el encuentro de piezas que tuvieran una especie de subtrama, algo que las comunica y les da una identidad reconocida fácilmente”, explica Buse.

La interiorista se refiere al tríptico de Valeria Ghezzi y a las cerámicas de Alice Wagner inspiradas en la cultura Mochica. Dos artistas que, en mayor o menor medida, parten de esa raíz prehispánica. Obras que, junto al cuadro de Michelle Magot, resaltan junto a una colección de toros de Pucará. Al lado, un manto Paracas termina por evidenciar el tono que impregna este ambiente: un rojo que remite al ande y a la costa sur del Perú.

Luz María Buse Llosa Cortegana

Los sofás, las butacas giratorias y el banco de cuerpo trenzado resaltan por su sencillez y sofisticación, y permiten que brille la protagonista de este espacio: una alfombra persa del tono predominante. “Si la alfombra persa es una joya y no tiene el tamaño, la coloco desfasada, a mitad de la otra alfombra, para recibir una parte de los muebles. Es una exquisitez, me gusta hacerlo así”, revela Buse.

Junto al sofá y de cara al jardín, resalta una escultura de metal de Magot. La artista visitó la obra y recogió algunos vestigios, como llama Buse a los trozos de madera y placas de metal hallados en el terreno con los que trabajó la pieza. “En su factura, aparentemente simple, está su belleza”, dice la interiorista.

Luz María Buse Llosa Cortegana

Sencillez y confort

El volumen revestido en madera por parte de los arquitectos, donde ubicaron la cava y el baño de visitas, se impone por sus dimensiones y delimita la sala del comedor. Para este espacio, Buse eligió una mesa de madera y butacas de medallón pintadas en negro mate con cuero. El tapizado en las sillas de cabecera rompe con el tono monocromático, en diálogo con las obras de Victor Vasarely y de Luisi Llosa. La alfombra de sisal, con diseño de espina de pez, es de Consorcio Persa.

Ya en la terraza, la pieza de fierro con algarrobo de Maricruz Arribas revela el carácter de ese espacio. “Es bien chill, con un sofá blanco, telas outdoor de buena calidad y de fácil mantenimiento, con mucho tejido de mimbre especial para exterior”, ilustra la interiorista.

Luz María Buse Llosa Cortegana

Construir recuerdos

La sala de estar apunta a su objetivo con un gran sofá seccional para reunir a la familia. El mueble de madera agrupa y resalta fotografías familiares y piezas de arte que, conforme pase el tiempo, irán apropiándose del espacio.
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“Se trata de que la televisión no sea un tótem, que los recuerdos familiares vayan creciendo”, explica Buse.
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Realizó ese módulo con puertas de esterilla, para brindar un sonido óptimo y manejar los controles de audio y video.
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“Fue un descubrimiento genial. Normalmente esos artefactos son incómodos”, dice la interiorista, cuyo equipo dio vida a la mayoría de las piezas de la casa.

Luz María Buse Llosa Cortegana

Para disfrutar el día y alargar las noches, se colocó una mesa de madera que, al ser invertida, muestra un revestimiento de paño verde destinado al juego. Como ocurre en el sótano, espacio independiente destinado a reunir a los amigos, aquí el tiempo puede pasar sin ser percibido. Donde interesa más habitar que simplemente estar.

Artículo publicado en la revista CASAS #284