Poco antes de la llegada de la pandemia, Giorgio Colareta trabajó en la remodelación de una casa miraflorina de 1948 para satisfacer al más exigente de sus clientes: él mismo, junto con su familia. El proceso fue tan profundo y personal que el arquitecto sintió que debía tener un nombre propio. Así nació Nepomucena.
Por Jimena Salas Pomarino / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
Parado frente a ella, supo de inmediato que sería la elegida. Clásica, un poco gastada, pero eso sí: con mucho potencial. Ahí, viéndola de frente, el arquitecto Giorgio Colareta la bautizó sin pensarlo; la nombró “Casa Nepomucena”.
Toda la cuadra donde se ubica Nepomucena es más o menos homogénea a nivel arquitectónico, manteniendo el estilo recatado de las casas de los años cuarenta. Algunas remodelaciones vecinas han tenido efectos menos favorecedores, pero para Colareta era importante rescatar algo de la solemnidad de los edificios, para convertirla en algo atemporal.
En este camino, la fachada ha sido replanteada. Ahora exhibe un balcón que reinterpreta el estilo colonial dispuesto sobre materiales de aspecto más moderno, que genera un contraste fresco y armonioso entre texturas. Para adaptarse al contexto de la calle, se ha mantenido la escala de dos pisos, aun cuando se ha construido un tercero con un retranque. La paleta de colores aprovecha tonalidades de baja saturación, que Colareta reconoce como habituales en sus proyectos.
Dentro de la casa, el cambio en la distribución de los ambientes ha sido radical. El antiguo garaje se ha convertido en recibidor, y presenta la nueva escalera de mármol que conecta con el área dedicada al uso de la familia. Unos pasos más allá, la sala original tuvo que ser reducida para ganar metraje y así crear dos estacionamientos exteriores.
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Entonces surgió la pregunta: ¿qué hacer con un salón cuya área ha sido reducida a la mitad? La solución, tan inusual como inteligente, fue transformarla en una amplia y luminosa cocina con vista a la calle, que tiene la osadía de contar con su propia chimenea.
En toda la planta baja, Colareta ha rescatado e, incluso, añadido valor a muchos detalles de la Nepomucena original. Ejemplos de esto son el ornamento con toques románticos de la chimenea; las molduras de todos los ambientes sociales; la bóveda, en ladrillo crudo, que enmarca el actual baño de visitas, y las rejas negras torneadas que han sido reinterpretadas en el diseño de la puerta principal. En el segundo piso, en cambio, el estilo ha pasado por modificaciones más notorias.
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Aquí, el arquitecto optó por desapegarse un poco más de lo clásico, y apostar por crear entornos más cálidos, familiares y cotidianos, sin dejar de lado la belleza natural de la casa.
Adaptación moderna
Como en la mayoría de viviendas de mediados del siglo veinte, el espacio estaba altamente compartimentado. Debido al sistema estructural que se empleaba, solía haber muchas habitaciones pequeñas. Pero, en una reinterpretación actualizada y más funcional, se echaron abajo los muros, reemplazándolos con estructuras de soporte intencionalmente expuestas. El acabado en fierro le da un aire más casual y hogareño, como si se alcanzara a ver a Nepomucena en pijamas.
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Aquí las molduras sobraban, así que desaparecieron, y los pisos instalados tienen un acabado más fresco y relajado. El segundo nivel es el área de convivencia, ahí están las habitaciones de los niños y un estar para compartir en familia.
El tercer piso corresponde al área destinada al confort. Ahí está la habitación principal, con un balcón terraza espacioso, perfecto para sentarse a leer tranquilamente en una tarde fresca. El baño, en la parte posterior, persigue el balance entre lo bello y lo funcional, con la teatina que suma a la iluminación y ventila el espacio. Solo un par de espejos y elementos simples de decoración bastan, porque la luminosidad, el detalle en los azulejos, el piso y los lavatorios configuran, por sí solos, un escenario completo. Como en sus antiguas casas, Colareta ha creado ambientes separados para la ducha y el inodoro, con puertas que se encuentran en el área de lavabos. Finalmente, una tercera puerta interior conduce al walk-in closet amplísimo, alargado y dispuesto perfectamente para que todo invite a la organización.
La terraza es otra reinterpretación de un lenguaje clásico, que se vale de materiales como el fierro oxidado, el ladrillo, la madera y el mármol travertino. Sus líneas son contemporáneas, con una apariencia rústica, de texturas crudas, para armonizar con el amplio jardín exterior.
Nepomucena es clásica, pero no anticuada. Apunta a lo moderno, pero sin renunciar a sus raíces. Tiene un espíritu libre y que invita a compartir en clan, aunque también con suficiente independencia como para satisfacer las necesidades de todos. Tal y como Giorgio Colareta y su familia la soñaron.
Artículo publicado en la revista CASAS #289