Con una fortuna estimada en 285 millones de euros, el arquitecto británico ostenta títulos como el Pritzker y el Príncipe de Asturias de las Artes, y vive entre Londres, St. Moritz y la Costa Azul junto a su esposa, la psicóloga y mecenas española Elena Ochoa
Por: Redacción COSAS
Norman Foster, nacido en el suburbio de Crescent Grove en Manchester en 1935, celebra este domingo sus 90 años como uno de los nombres más influyentes en la arquitectura contemporánea. Hijo de una camarera y de un pequeño comerciante, trabajó en una heladería para financiarse los estudios y fue el primero de su barrio en acceder a la universidad. Tras obtener una beca en Yale, fundó en 1965 el estudio Team 4, antecedente de Foster and Partners, firma global con más de mil empleados y sedes en Londres, Nueva York, Hong Kong, Abu Dhabi y Madrid.

Según el portal The Richest, su patrimonio alcanza los 240 millones de libras (más de 285 millones de euros), cifra que lo convierte en el arquitecto más rico del planeta.
Su nombre figura en proyectos icónicos como el Reichstag de Berlín, el Ayuntamiento de Londres, los aeropuertos de Hong Kong y Amman, la Hearts Tower en Nueva York, la Century Tower de Tokio, y, en España, el metro de Bilbao, la Torre Cepsa y el Palacio de Congresos de Valencia. Reconocido con el Pritzker y el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, fue ennoblecido por Isabel II con el título de Lord Foster of Thames Bank.
Un vínculo inesperado
La trayectoria de Elena Ochoa, su actual esposa, dista mucho del mundo de los planos. Nacida en 1958 en Pobra de Trives, hija de un farmacéutico gallego, estudió psicología y fue docente de psicopatología en la Universidad Complutense. Su salto a la notoriedad llegó en 1990, cuando Chicho Ibáñez Serrador la seleccionó para presentar Hablemos de sexo, espacio pionero sobre sexualidad en la televisión española.
«Recuerdo entrar en un salón lleno de gente vestida de negro y verle a él, al fondo, con un traje de pana beige», relató sobre su primer encuentro con Foster en una cena en Toledo, en 1994. Dos años más tarde, la pareja contrajo matrimonio en una ermita a las afueras de Londres, acompañada solo por seis allegados.

La Torre de Oficinas Hearst es la primera obra de Sir Norman Foster en Nueva York.
Desde entonces, Ochoa ha forjado una sólida carrera en el mundo del arte. Fundadora en 1996 de la editorial Ivorypress, su labor se ha expandido al comisariado internacional, la enseñanza y la gestión de colecciones. Ostenta la vicepresidencia de la Fundación Foster y la presidencia del consejo de las Serpentine Galleries de Londres, además de formar parte del consejo del MoMA.
La influencia de Ochoa fue clave para que en 2017 Foster trasladara la sede de su fundación a Madrid, concretamente al palacio del duque de Plasencia, adquirido por 9,2 millones de euros en 2013. Allí se conservan el archivo personal y la biblioteca del arquitecto, además de funcionar como centro de debate sobre urbanismo y diseño. En su inauguración figuraron figuras como Bianca Jagger, la princesa Marie-Chantal de Grecia o el marqués de Griñón.

Elena y Normal visitan con frecuencia la capital española, donde también se dejan ver en restaurantes como Numa Pompilio junto a miembros de la aristocracia europea.
Residencias, arte y herederos
El matrimonio alterna su residencia entre un ático londinense con vistas al Támesis, una mansión en St. Moritz —diseñada por el propio Foster en el edificio Chesa Futura— y una masía en la Provenza del siglo XVII, recientemente puesta en venta. También vivieron un tiempo en el castillo suizo de Vincy, en Vaud.

30 St Mary Axe es un rascacielos neofuturista. Con 180 metros de altura y 40 plantas, es el cuarto edificio más alto de la City y el noveno más alto del Gran Londres y de Reino Unido.
En su ático londinense, decorado con piezas de Warhol, Zurbarán y Bacon, se cultiva también el legado de sus hijos Paola (nacida en 1998) y Eduardo (2001). Ella estudió arte y arquitectura en Harvard y trabaja en el estudio londinense Groupwork; él cursó Bienes Raíces y Planificación Urbana en el University College London y compite como esquiador. Ambos son patronos de la Fundación Foster.
A sus 90, Norman Foster continúa esquiando y pedaleando. Mantiene la actividad profesional y social, como prueban sus visitas a restaurantes como Kulm Country o Da Vittorio, en compañía de amistades como Rolf Sachs o la princesa Mafalda de Hesse. Un arquitecto que no solo redefinió los skylines del mundo, sino también su propia biografía, desde la precariedad a una vida que, sin ostentación, ha marcado la historia del diseño.
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