Reynaldo Luza fue uno de los artistas peruanos más versátiles y cosmopolitas del siglo XX, cuya obra estuvo olvidada durante muchos años. Hasta que en el 2015, el Grupo Editorial COSAS, gracias al patrocinio de BCP Banca Privada y BCP Enalta, editó “Reynaldo Luza. Memorias e ilustraciones”, el primero de una trilogía de libros que ha puesto en valor su legado.

El segundo tomo, “Reynaldo Luza. Fotografía inédita”, recogió sus mejores obras en ese campo, muchas desconocidas hasta entonces (entre las que destaca su magnífica serie de Puruchuco), y fue publicado en el 2016.

El año pasado, vio la luz “Reynaldo Luza. Pintura y diseño”, que cierra el círculo de los ámbitos creativos explorados por el artista. Este libro ha sido nominado a la categoría “Mejor Edición Especial” de los Premios Luces 2017 del diario El Comercio, que cada año reconocen lo mejor del talento peruano.

Se puede votar ingresando a este link: VOTAR.

Sus memorias

“Una y otra vez debo decir que estas no son ‘memorias’ de mi persona: son la sencilla relación de algunas significativas remembranzas de nombres célebres y de hechos relevantes que realmente han sucedido y que no quiero que se olviden en la vida tumultuosa de hoy, llena de placeres pero también de problemas y de angustias. ¿Quién no ha querido dejar una huella?”.

Eso escribió Reynaldo Luza en los textos que construía bajo la supervisión de su viejo amigo Luis Alberto Sánchez. Aquellos que fueron archivados a su muerte, y que cuarenta años después fueron recuperados por su querido sobrino y heredero de su acervo, Carlos García Montero.

“Sin duda, Reynaldo Luza fue un pionero que supo asimilar lo mejor de las vanguardias y configurar una estética propia y original. Lo curioso de sus memorias es que habla muy poco acerca de él, como si temiera caer en la inmodestia”, opinó el escritor Guillermo Niño de Guzmán en una columna, con motivo de la publicación de las memorias en 2015. Pero Luza asegura que pensaba en los personajes que poblaron el mundo de la costura y el arte durante los años veinte y treinta parisinos, cuando se sentó a escribir. Es en memoria de ese “movimiento continuo de inspiración y belleza íntimamente ligado con personajes famosos que brillaron por su exquisito gusto y talento”, de aquellos compañeros, amigos y conocidos, es que decide escribir sobre lo que vio y experimentó.

En ropa de tenis, el artista Reynaldo Luza descansa en una terraza de su casa en Formentera.

Sobre Nueva York, Luza confesó que era “una tentación irresistible”. La vida en París de los años veinte y treinta, durante la llamada Folle Époque, fue para Luza “una etapa feliz comparada en cierto modo con la anterior de la Belle Époque, porque transcurrieron sin los problemas que ya habían comenzado antes de la Primera Guerra Mundial, y que se acrecentaron después de esta”. Fue el auge de la moda en la ciudad del refinamiento, del arte y los eventos sociales, donde Luza asistía a “las colecciones de moda, primero de día y más tarde, cuando comenzaron las presentaciones de noche, en ubicaciones preferenciales”. La ciudad donde pudo visitar “los magníficos y grandes locales de la alta costura donde aún se sentía el perfume de los tiempos de la Belle Époque”.

En sus memorias, Luza evoca su regreso de París, Londres y Nueva York después de veinticinco años, cuando ya vivía en Lima. “Toda esa época que recordaba con tanto amor, prácticamente se había ido para siempre y muchos de los famosos amos de la costura se movían como sombras en el olvido”, lamenta en sus escritos.

Ilustración para aviso publicitario, uno de sus primeros trabajos, hacia 1919.

Legado fotográfico y pictórico

Quien conoce la obra de Reynaldo Luza suele relacionarla con la moda y el glamour. Y en efecto, este artista limeño, nacido en Barrios Altos en 1893, tuvo una vida de sofisticación inimaginable. Desde “Vogue” hasta “Harper’s Bazaar”, pasando por las élites de París, Londres y Nueva York, todos se rindieron ante su talento como ilustrador y dibujante.

Fue un maestro del retrato de estudio. Desde sus niñas en Ibiza hasta sus paisajes y geometrías, su fotografía demuestra lo que Gustavo Buntinx llama “un sentido casi espiritual de la elegancia”.

Pero Luza es más que lienzo, óleos o acuarelas. “Una vez, alabándolo, le dije: ‘Tío, ¡qué gran pintor eres!’”, recuerda Carlos García Montero, el sobrino nieto del artista que en los últimos años se ha dedicado a revitalizar su legado. “Él me respondió: ‘No, Carlitos, yo no soy un pintor, soy un artista”. En su opinión, un pintor que a los 60 años presentaba lo mismo que hacía a los 20, no desarrollaba nada; en cambio, un verdadero artista prueba diferentes aspectos dentro de las artes, va mutando, cambiando. Y eso fue exactamente lo que hizo Reynaldo Luza.

Luza fue uno de los primeros pintores en capturar la belleza de los paisajes desérticos de la costa peruana.

Los paisajes costeros también constituyen uno de los pilares en la obra fotográfica de Luza.

Más allá de la ilustración de moda, hizo caricaturas, retratos, decoración y hasta pintura, pero siempre con una cámara Rolleiflex a la mano. Sin una intención determinada, inició un asombroso trabajo de documentación fotográfica que fue descubierto recién tres décadas después de su muerte, ocurrida en 1978, y que ahora está disponible en “Luza. Fotografía inédita”, y “Luza. Pintura y diseño”.