Es innegable la importancia que Frida Kahlo tiene en la cultura mexicana y el mundo entero: su imagen está en prendas de vestir, objetos decorativos y hasta en souvenirs. Si bien nadie objeta su legado artístico, es difícil considerar a la pintora como un referente del feminismo.
Por María Alejandra López
Adelantada a su tiempo, Frida Kahlo (1907-1957) vivió cada segundo de su vida como si fuese el último. Quizás porque vio la muerte tocar su puerta más de una vez: cuando era niña contrajo poliomielitis y, a los dieciocho años, el autobús en el que viajaba fue arrollado por un tranvía. Frida tuvo que ser sometida a 32 operaciones.
Durante su año de reposo, comenzó a dibujar en un caballete construido a su medida y, a pesar de todas las operaciones a las que fue sometida, nunca se recuperó del todo. Como dijo uno de sus amigos, «vivió muriendo». «Desde el accidente, Frida sufriría dolores graves y generalizados y tuvo que pasar largos periodos con corsés de metal o plástico. Se sometió sin éxito a 32 operaciones, sobre todo de columna y del pie derecho», cuenta El Mundo.
Trazos libres
La artista vivió, como ella misma escribió, «con alas para volar». Frida experimentó su sexualidad sin tabúes y no tuvo problemas en declararse abiertamente bisexual. Su osadía ha sido celebrada por cientos de mujeres alrededor del mundo, que la consideran un referente del feminismo por su libertad. «Basta con recordar que en los años 40 divorciarte, tener relaciones extramaritales, con hombres y mujeres, y volverte a casar no era algo común entre las mujeres», sostiene el Huffington Post.
Otro aspecto que la convirtió en un icono feminista, es que Frida rompió con los cánones de belleza tradicionales. «Encarnó a la dama fuerte, autosuficiente, colorida y con rasgos varoniles. En los autorretratos, la artista quiso representar ambigüedad con rasgos masculinos en su rostro. De ahí, sus prominentes cejas que llegaban a juntarse y su incipiente bigote», resalta Te interesa.
A pesar de la fortaleza de su espíritu y su instinto rebelde, la relación que tuvo con su esposo, el pintor mexicano Diego Rivera, fue un oscuro y largo pasaje en su vida que, hoy en día, no sirve de ejemplo para el feminismo del siglo XXI.
«Diego Rivera-Frida Kahlo son el gran exponente del menoscabo y la dependencia que provoca el amor romántico, porque hasta el pacto que crearon era engañoso. Ella sólo aceptó sus infidelidades para no perderle, no porque creyese en un amor abierto. Kahlo renunció a sus deseos y sus valores para que Diego no se marchase de su lado», puntualiza el diario El Español.
A lo largo de su vida, y como escribió en sus diarios, Frida vivió una relación tormentosa con su esposo.
«No me aterra el dolor y lo sabes, es casi una condición inmanente a mi ser, aunque sí te confieso que sufrí, y sufrí mucho, la vez, todas las veces que me pusiste el cuerno…nó sólo con mi hermana sino con otras tantas mujeres…¿Cómo cayeron en tus enredos? Tú piensas que me encabroné por lo de Cristina pero hoy he de confesarte que no fue por ella, fue por ti y por mi, primero por mi porque nunca he podido entender ¿qué buscabas, qué buscas, qué te dan y qué te dieron ellas que yo no te di? Por que no nos hagamos pendejos Diego, yo todo lo humanamente posible te lo di y lo sabemos, ahora bien, cómo carajos le haces para conquistar a tanta mujer si estás tan feo hijo de la chingada…». (México, 1953).
Si el feminismo como hoy lo conocemos busca empoderar a las mujeres y alejarlas de relaciones misóginas, Frida Kahlo no puede ser un ejemplo para el movimiento. Es más: la misma artista jamás tuvo la intención de ser ese referente. Como explica la periodista cultural Lorena G. Maldonado quizás sea un buen momento «para quedarnos con su talento artístico pero no con su educación emocional; para no aceptar el pack completo».
Eso sí: Frida Kahlo es una mujer digna de admirar desde muchísimas aristas, aunque quizás hoy en día su imagen se está reivindicando desde la posición incorrecta.