Algunas de las estrellas del equipo que disputó la final contra Croacia el domingo eran recién unos bebés, o incluso sólo proyectos de sus padres, cuando el equipo liderado por Zinedine Zidane levantó por primera vez la Copa del Mundo en París, en 1998.
1998. Mientras en el Perú todavía nos deleitábamos con los programas de Laura Bozzo, en Estados Unidos gobernaba un tal Bill Clinton, y en el Reino Unido seguían lamentando la muerte de la Princesa Diana, Francia organizaba por primera vez en su historia una Copa del Mundo de fútbol. Y la organizaba con la velada responsabilidad de ganarla, no sólo por su condición de local, sino porque tenía un equipo deslumbrante.
El 12 de julio de ese año, el Stade de France recibía a los dos grandes favoritos del Mundial. Tras un despliegue casi poético de fútbol practicado por la selección francesa, los locales golearon a los campeones reinantes e hicieron historia. 20 años después, una selección de Francia variopinta, llena de jóvenes, de hijos de inmigrantes con orígenes distintos, se encuentra una vez más en una final del mundo. Lo que nos lleva a preguntarnos qué hacían los jugadores actuales cuando muchos de sus ídolos levantaron por primera vez el trofeo más importante del deporte rey.
Realidades diferentes
Francia es el equipo con el segundo menor promedio de edad en Rusia: 25.5 años. En caso de ganar el Mundial, sería la selección más joven en hacerlo desde el Brasil del 70. La figura que ha ocupado las portadas de los periódicos franceses e internacionales es Kylian Mbappé, y se trata, curiosamente, del único integrante de los 23 que conforman el plantel dirigido por Didier Deschamps que no había nacido cuando su país goleó a Brasil en 1998. Mbappé, de padre camerunés y madre argelina, nació en diciembre de ese año, y Thierry Henry, uno de los jugadores que levantó la copa en el 98, se convertiría en su gran ídolo.
Algunas de las otras figuras de Francia recién daban sus primeros pasos en un campo de fútbol. Es el caso de Antoine Griezmann, que en el 98 tenía 7 años y jugaba para el equipo de Macon, la ciudad en la que nació. El portero Hugo Lloris, uno de los más experimentados del plantel, tenía 11 años y ya jugaba en las divisiones inferiores del OGC Niza, en la actualidad uno de los equipos más importantes del fútbol francés. Lucas Hernández, una de las gratas sorpresas francesas, tenía sólo 2 años y vivía en España, mientras que Pavard, otra de las sorpresas, también empezaba a corretear detrás de un balón a los 2 años.
El caso de N’Golo Kanté es el que más llama la atención. Mientras su actual técnico, Didier Deschamps, festejaba junto a sus compañeros aquel 12 de julio en el Stade de France, un pequeño Kanté ayudaba a su padre a recoger basura en las calles de París. A sus 7 años, N’Golo acompañaba a su padre en la faena vespertina y luego se dirigían a una planta de reciclaje. Cuatro años después, su padre fallecería, lo cual complicaría aun más la ya difícil vida de la familia Kanté.
Sus inicios en el fútbol tampoco fueron fáciles: su baja estatura (1.68m) no le ayudaba, ya que los reclutadores de futbolistas sostenían que su físico no era el de un jugador con proyección internacional. Lo cual lo llevó a seguir un curso de contabilidad después del bachillerato, por si el fútbol le seguía dando la espalda. Felizmente para él (y para la selección francesa), el Caen se fijó en él, y desde entonces su carrera no ha hecho más que ascender: hoy Kanté es uno de los mediocampistas más cotizados del mercado y se ha convertido en campeón del mundo. Quién lo hubiera dicho.