Entrevista exclusiva con Brian Skerry, mítico fotógrafo de National Geographic, a propósito del estreno de la impresionante serie documental “Secretos de las ballenas”
Por Raúl Cachay
Hoy se conmemora el Día de la Tierra, una fecha que, más que una celebración, debería invitarnos a reflexionar sobre las múltiples formas en las que nuestra especie está arruinando el planeta. Pero también es una gran oportunidad para reencontrarnos con la belleza de aquellos rincones, cada vez más escasos, en los que la mano del hombre aún no ha desplegado su capacidad destructora.
El fotógrafo y explorador Brian Skerry, colaborador de National Geographic desde 1998, es considerado por los entendidos como uno de los mejores del mundo -si no el mejor de todos- cuando se trata de capturar imágenes de la vida silvestre marina y subacuática en todo su esplendor. Skerry es el principal responsable de “Secretos de las ballenas”, una espectacular serie documental producida por James Cameron que se estrena hoy en Disney+ y que revela detalles francamente alucinantes -y hasta hoy desconocidos- del comportamiento y la vida ‘en sociedad’ de algunas de las criaturas más enigmáticas que surcan las aguas de nuestros océanos.
Radiografía del mundo marino
Rodada a lo largo de tres años y en unas 24 locaciones repartidas por todo el orbe, en “Secretos de las ballenas” Skerry y sus cámaras se concentraron en cinco especies -orcas, ballenas jorobadas, belugas, narvales y cachalotes- para desentrañar misterios y revelar complejidades ciertamente insospechadas en estos animales. Como lo explica el propio Skerry, con quien sostuvimos días atrás una muy interesante conversación vía zoom, “en términos generales, creo que uno de los grandes hallazgos de esta investigación fue comprobar que las ballenas se parecen a nosotros mucho más de lo que pensábamos. Tienen personalidades e incluso tienen una cultura. Dependiendo de su ubicación geográfica, una misma especie puede comportarse de una manera completamente distinta.
Las orcas, por ejemplo, que tienen hábitos alimenticios muy distintos en Nueva Zelandia, Noruega y en Argentina. Y eso forma parte de su cultura, como en el caso de nosotros, los humanos: en Boston nos gusta un tipo de comida y en el Perú, otro. Además, las ballenas celebran su identidad, tienen personalidades, les ponen nombres a sus bebés, tienen idiomas distintos, compiten entre ellas, juegan, guardan luto por sus muertos… Para nosotros, en cierto sentido, ha sido un recordatorio de lo que solíamos ser. Después de más de un año de pandemia, con tanto dolor y sufrimiento, creo que estamos revalorizando la importancia que tienen las familias y la vida en comunidad. Vimos eso en las ballenas. Estudiar a estos animales bajo este nuevo prisma, el de la cultura y la comunidad, creo que va a representar un cambio radical con respecto a la forma en que nos relacionamos con ellos”.
¿Cuáles fueron los principales desafíos que se presentaron durante el rodaje de “Secretos de las ballenas”?
Cuando trabajamos en el océano, los desafíos y dificultades suelen ser mucho mayores que cuando lo hacemos en la tierra. Para empezar, debemos enfrentarnos siempre con condiciones climáticas imprevistas: vientos, tormentas… Puedes estar durante más de un mes en una locación, esperando que las condiciones sean favorables. Por otro lado, la visibilidad bajo el agua tiene que ser razonablemente buena. A diferencia de los fotógrafos ‘terrestres’, nosotros no podemos usar una cámara con un lente de 600 mm y esperar sentados en una carpa hasta que aparezca el animal que queremos captar.
Nosotros debemos meternos al agua, esperar que esta tenga una claridad mínima y acercarnos a uno o dos metros del animal, todo eso mientras contenemos la respiración, porque rara vez utilizamos equipo de buceo. Además, los animales deben estar haciendo cosas interesantes. Aunque el proceso de rodaje de la serie duró más de tres años, lo que suena a un montón, al final solo tuvimos una cantidad limitada de material fílmico. Eso ocurre siempre en el agua: puedes tener las mejores intenciones, pero nunca sabes realmente lo que vas a encontrar.
Por lo que entiendo, fue una aventura larga y tortuosa…
Para que te hagas una idea, en 2019, que fue el año en que completamos de filmar este proyecto, mi recorrido empezó en Dominica, luego viajé a Sri Lanka, más adelante a las Islas Azores, estuve en el Ártico canadiense por seis semanas y, finalmente, pasé por Nueva Zelanda, las islas Cook en el Pacífico sur y las Malvinas. Todo eso en menos de un año, siempre viajando con 20 o 30 piezas de equipo y con un tiempo muy limitado para encontrar las mejores condiciones climáticas posibles en cada uno de estos lugares. Nunca sabes qué es lo que va a pasar, incluso puede darse el caso que las ballenas no lleguen a la locación en la época prevista, o puede desatarse un huracán. Es muy estresante, la verdad. Puedes tener el mejor equipo técnico y a los mejores colaboradores posibles, pero jamás tendrás el control absoluto de la situación.
¿Cómo podemos contribuir, como personas comunes y corrientes, a revertir la crisis climática y evitar la destrucción definitiva de tantos ecosistemas?
Algo que he aprendido en todos estos años de experiencia en la naturaleza es que todo está interconectado. Aunque nosotros vivamos en tierra firme, si ves a la Tierra desde el espacio te darás cuenta que, en realidad, el nuestro es un planeta oceánico. Los océanos forman el 98% de lugares donde la vida puede desarrollarse. Más del 50% del oxígeno que respiramos es generado por los océanos. Debemos explorar, pero sobre todo proteger nuestros océanos. Cada decisión que tomamos como ciudadanos, día a día, puede marcar una diferencia. Cada año lanzamos millones de toneladas de plástico al mar. No debemos hacer eso. Podemos evitar el uso excesivo de plástico, podemos ir a la tienda y pedirle al encargado que hable con sus proveedores y les exija que utilicen menos plástico en sus productos, podemos escoger no consumir ciertos alimentos que son perjudiciales para el medio ambiente… Y, al momento de votar, debemos escoger a políticos que respalden la conservación del medio ambiente y la investigación científica.
Estamos en un momento en la historia en el que, quizás por primera vez, entendemos no solo los problemas, sino también las posibles soluciones para esta crisis. Ahora tenemos la alternativa de sentarnos a esperar a que todo se vaya al diablo o de hacer algo realmente efectivo para empezar a encontrar una salida. Cada individuo, en su propia comunidad, puede tomar decisiones que a la larga traerán beneficios al planeta, los océanos y a nosotros mismos. Este es el momento de hacerlo. Necesitamos sentir ese compromiso y ese sentido de urgencia. Cuando yo empecé a bucear, hace más de 40 años, nunca vi un pedazo de plástico bajo el agua. Hoy está en todas partes.
¿Cree, entonces, que hay una luz al final del túnel para la Tierra?
Sí, pero prefiero tener un optimismo cauto. Tenemos que luchar por el planeta. Aún no es demasiado tarde. Ha desaparecido el 90% de los peces grandes en los océanos, pero aún queda un 10% que debemos preservar. Hemos perdido la mitad de los arrecifes de coral, pero todavía tenemos ese otro 50%. Sabemos qué es lo que se tiene que hacer. Pero tenemos que hacerlo ya.
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