Cuando se puso el seudónimo por el que ahora lo conoce todo el mundo, él ni siquiera sabía que se trataba del nombre de un piedra. «Es más, al inicio lo escribía con ‘h’, sólo porque las letras funcionaban bien visualmente», confiesa Jade, que por entonces tenía 14 años y trazaba sus primeros bocetos inspirado en el grafiti. Lo que al inicio era sólo una competencia de estilo y tipografía con los años fue cambiando hasta llevarlo a lo que hace hoy: subirse a andamios para cubrir con su arte paredes altas o muros larguísimos.
-¿Qué influencias has tenido en lo visual?
-Eso ha ido cambiando muchísimo. Como mi primer acercamiento con el arte fue con el grafiti, ahí tenía referencias que ya no tienen nada que ver con mi trabajo actual. Con el pasar de los años esto fue cambiando. A la mitad de mi carrera me incliné por Picasso y ahora estoy más con el realismo, con referentes como Lucian Freud o Francis Bacon.
-¿Crees que tu niñez en Chorrillos influyó en tu aproximación al arte?
-Creo que todo ha influido. En el grafiti los personajes no tenían mucho que ver con mi vida. Pero ahora hago más realismo porque con eso puedo representar la vida. Y puedo representar obviamente mi vida, que tiene que ver mucho con lo popular, con el hecho de que cuando era niño vivía en un pueblo joven. Porque yo he podido ver esa forma de vida de una manera bella. Por ejemplo, si alguien en la cotidianidad ve una casa de madera, con la ropa tendida y un balde afuera quizás no le provoque nada. Pero si la ve en una obra, con una pintura, eso le despierta otras sensaciones.
LA ESCUELA DE LA CALLE
Cuando terminó el colegio, Jonatan Rivera –»ya sólo mi esposa y mi madre me llaman por mi nombre»– se preparó para entrar a la Escuela Nacional de Bellas Artes. Pero luego de un intento fallido desistió. «Y eso en verdad fue lo mejor para mí», me asegura mientras conversamos en una plaza de Barranco. Sin que importe mucho, nos sentamos en una banca un poco mojada por la llovizna de la noche anterior. Él tiene un polo oscuro y un jean en el que ya casi no quedan áreas que no estén cubiertas por pequeñas e incontables manchas de pintura. «En la academia, cuando me preparaba, ni siquiera me dejaban difuminar con el dedo, me decían que estaba mal«. Y al recorrer el trabajo que ha desarrollado a lo largo de los años, a uno no le queda otra cosa que creerle que, de hecho, no entrar a Bellas Artes fue lo mejor para él. Que quizás, de haber ingresado, no se hubiera convertido en el artista que hoy viaja de un festival a otro y que ha llegado a plasmar parte de su talento en un mural inmenso en Abu Dabi, la capital de Emiratos Árabes.
-En tu trabajo sueles incluir animales, como aves y peces. ¿A qué se debe eso?
-Mi trabajo se ha ido encajando y cuajando y formando según he ido creciendo. Tengo un apego con la naturaleza que en un principio iba por el lado estético. Porque pintar aves me componía las piezas de una forma que podía representar tal vez algo de poesía. Además, yo no sé si tengo un tema específico, porque prefiero que el espectador pueda imaginar e interpretar lo que él necesite ver en ese momento. Cada ser humano es un universo diferente. Si yo doy el resultado de lo que significa el muro, los corto, los limito y así el espectador no puede terminar esa conversación entre mi trabajo y la persona que lo mira.
-La obra termina…
-… cuando el espectador le pone el punto final.
TODAS LAS ARTES, EL ARTE
Aunque uno pueda relacionarlo con el arte callejero y los murales, Jade puede satisfacer sus necesidades creativas sin ni siquiera pintar algo. Y se preocupa por dejarlo claro. «A veces tener la idea de lo que voy a pintar me da más satisfacción que el resultado final«. Por eso, mientras hablamos, no deja de observar el árbol que tenemos en frente y la pareja de pajaritos que salta sobre un charco de agua. Siempre está con los ojos y los oídos bien abiertos. Cualquier cosa puede terminar como un dibujo en sus cuadernos o como un trabajo en sus lienzos o como un mural en la pared de una casa de tres pisos. O, por lo menos, cualquier cosa puede ser un detonante.