Las actividades navideñas en la ciudad palestina de Belén se inician en noviembre, puesto que el último sábado del mes tiene lugar la festividad de Santa Catalina, en la que se iluminan cuatro velas en la Gruta de la Natividad y, de forma simbólica, se desplazan a los cuatro puntos cardinales. “Con esta celebración resaltamos que María es, en cierto modo, la madre que se prepara para el nacimiento. Es una preparación remota. Ese es el significado de este ritual”, explica el fraile franciscano Artemio Vítores, recién nombrado superior de Belén.
NAVIDAD CATÓLICA, ORTODOXA Y ARMENIA
El primer sábado de diciembre, los festejos navideños arrancan con el tradicional encendido de la iluminación de un árbol de grandes dimensiones, profusamente decorado con bolas y guirnaldas de colores, junto a la Basílica de la Natividad. Esta ceremonia oficial marca el inicio de la festividad en Belén, a la que acuden unas diez mil personas.
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Aunque, en realidad, la Navidad se celebra en tres ocasiones en esta ciudad, según los distintos ritos ortodoxo, latino y armenio –cada uno de los cuales sigue su propio calendario–, las grandes fechas a las que se suma toda la comunidad cristiana y autoridades de la región son, como ocurre en la tradición occidental, el 24 y el 25 de diciembre. “En Belén también celebramos la Navidad católica el 25 de diciembre, la ortodoxa, el 7 enero, y la armenia, el 18. Tenemos tres navidades, por lo que no hablamos del ‘día de Navidad’, sino de la ‘temporada de Navidad’”. Esto crea un hermoso mosaico de gente, al que se suman los musulmanes, que se une a nuestra alegría en esta festividad”, señala el teniente alcalde de la ciudad, Isam Juha.
EL DÍA CENTRAL
El 24 de diciembre, el patriarca latino Fuad Twal, máximo representante de la Iglesia Católica en Tierra Santa, realiza una procesión entre su sede de Jerusalén y Belén, dando la señal de inicio de los actos litúrgicos de la Navidad.
Aglomerados en torno a la Plaza del Pesebre, aledaña a la Basílica de la Natividad, así como en las callejuelas vecinas, visitantes y lugareños reciben a la autoridad católica entre vítores y cánticos navideños, mientras bandas locales de boyscouts y filas de monaguillos, vestidos con sus mejores galas, abren paso a la comitiva en medio del repiqueteo de tambores.
El patriarca suele llegar a la plaza a primera hora del mediodía, encabezando un convoy de vehículos que parte de mañana desde la ciudadela amurallada de Jerusalén y que tiene que sortear obstáculos físicos hasta llegar a la cuna del cristianismo. Desde la sede del Patriarcado Latino, sale escoltado por la policía israelí, siguiendo un estricto protocolo que se repite cada año, y atraviesa el muro de hormigón que separa ambas ciudades, donde el prelado recibe las felicitaciones navideñas preceptivas por parte de las autoridades israelíes en un monasterio cercano. Después, ya en Belén, cruza a la altura de la tumba de la matriarca bíblica Raquel y se dirige hacia el monte, lugar donde se alza la Natividad, escoltado por la policía palestina y miembros ilustres de la ciudad, entre los que se encuentra la alcaldesa Vera Babún.
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PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD
Belén recibió un impulso sin paliativos cuando, en 2012, la iglesia de la Natividad –considerada la más antigua de Tierra Santa– y su casco histórico se convirtieron en el primer lugar de Palestina declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Además, desde setiembre de 2013, la basílica es objeto de restauraciones impulsadas por la Autoridad Nacional Palestina (ANP) para recuperar el brillo original del santuario que data del año 327, época en que el emperador Constantino y su madre, Santa Helena, ordenaron su construcción sobre el lugar donde la tradición marca el nacimiento de Jesús.
Para acceder al templo, una de las iglesias más antiguas del estilo bizantino, el patriarca, así como cualquier visitante, debe agacharse y bajar la cabeza, no solo para atravesar una puerta de pequeñas dimensiones, sino en señal de respeto.
Por la noche, los líderes religiosos locales celebran una cena de Nochebuena en la que se invita a las autoridades municipales de Belén, aunque los restaurantes cercanos a la iglesia y los hogares cristianos albergan a familias enteras, muchas de ellas mixtas o seguidoras de ritos orientales, que festejan en torno a una mesa la principal cena de la festividad.
En paralelo, la Plaza del Pesebre, que se ubica a pocos metros de donde se venera el lugar de nacimiento de Jesús, alberga conciertos de villancicos a los que asisten padres e hijos, además de jóvenes que buscan contagiarse del espíritu navideño.
LA MISA DEL GALLO Y OTRAS CELEBRACIONES
El patriarca oficia la Misa del Gallo, a la que asisten autoridades como el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abás. Esta tradición fue iniciada por su antecesor, Yasser Arafat, y se ha convertido en el mayor evento difundido a todo el mundo desde territorio palestino.
Al concluir la ceremonia, y según el ritual, una imagen del Niño Jesús es cargada en procesión hasta el pesebre. Tras la Epifanía, retorna a su altar original de la Virgen en la iglesia adyacente de Santa Catalina, bajo custodia franciscana.
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El 25 de diciembre se celebra una misa navideña, pero de carácter menos solemne; mientras que el 28 se rememora con otro acto litúrgico el Día de los Inocentes. “Lo que tiene de característico esta ciudad es que aquí se puede ver y tocar el lugar donde todo aconteció”, expresa Vítores, veterano franciscano que lleva 46 años en Tierra Santa.
En Navidad, las callejuelas del casco antiguo de la ciudad albergan un mercadillo, donde los tradicionales pesebres hechos con madera de olivo, así como otros ornamentos sencillos, simplemente barnizados y pulidos, son los protagonistas de la fiesta en Belén.
Muchos turistas y peregrinos aprovechan para visitar la Gruta de la Leche, donde, según la tradición cristiana, a la Virgen María se le derramó leche mientras amamantaba al niño Jesús antes de su huida a Egipto, lo que supuestamente habría tornado la cueva de un color blanquecino.
Tanto cristianas como musulmanas acuden a esta peculiar gruta, que tiene en su interior una pequeña capilla, para pedir que los futuros retoños nazcan sanos, así como para fomentar la fertilidad.
“Lo más importante de la Navidad en Belén es que solo aquí podemos decir que ha nacido el Señor”, concluye Vítores.