Los reyes de España asistieron a la apertura de la feria por tercera vez desde su proclamación (ya habían asistido en muchas ocasiones como príncipes de Asturias), acompañados por la presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor; la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes; y el ministro de Educación, Cultura y Deportes, Íñigo Méndez de Vigo. Los acompañaba también el presidente de Argentina, Mauricio Macri, anfitrión de doscientos empresarios argentinos que vinieron a apoyar al país invitado de la feria.
El evento se caracterizó, como siempre, por una importante presencia latinoamericana, que se tradujo en una gran expectación por las muestras de tres importantes colecciones: la de Eduardo Hochschild, la de Eduardo Costantini y la de Agustín e Isabel Coppel.
En esta ocasión, doscientas galerías ocuparon dos pabellones de Ifema, el enorme recinto ferial de la capital española. “Este es el año de la recuperación y la confianza”, comentó el director de ARCO, Carlos Urroz. “El hecho de que se incorporen galerías nuevas y que regresen muchas consolidadas es un buen síntoma, así como que haya cada vez más piezas que superen el medio millón de euros. Quiere decir que hay confianza en que existan coleccionistas interesados en ellas”.
Esta edición fue, quizás, la menos política de los últimos años, con predominio de pintura y escultura más que de piezas controvertidas que buscan el protagonismo en los medios. Algunas excepciones notables fueron los videos del muro de la frontera mexicana del artista Máximo González, o los pasaportes de refugiados convertidos en lingotes de oro de Eugenio Merino.
Este año la obra más cara fue “The Red Base”, de Alexander Calder, expuesta en la galería Mayoral con un precio de 2,5 millones de euros. Le siguieron el lienzo “Constructifavecquatre figures”, expuesto en la galería Guillermo de Osma, pintado por Joaquín Torres-García en 1932 y vendido por 1,8 millones de euros; y “Three Laughing at One”, de la galería de Elvira González, con un precio de 1,5 millones de euros. En Leandro Navarro se encontraba “El triunfo de Nautilus”, un precioso cuadro que pintó Salvador Dalí en 1941 y cuyo precio es de 1,4 millones de euros.
Casi en frente del ya mencionado Dalí, en Guillermo de Osma, se encontraban varias obras de Miró, Picasso, Tàpies y Torres-García, y, un poco más allá, en Marc Domènech, obras de Miró, Gris, Lipchitz, Klee o Masson. Dos piezas imperdibles fueron “Mirror”, de Anish Kapoor, en Hauser & Wirth, y el cuadro “La Maladie de l’Amour”, de Louis Bourgeois.
LA PRESENCIA PERUANA
Rochi del Castillo, directora de Art Lima, fue a visitar la feria y a negociar la posibilidad de que el Perú sea el país invitado en ARCO 2019. Para ello, mantuvo una reunión con Carlos Urroz con resultados, según ella, “muy satisfactorios”. La acompañaban Eri Oyokawa, Ari Gonzales Vigil y Maria Rosa Álvarez Calderón. La directora de Art Lima es la impulsora de la idea, y empezó a conversar al respecto con Carlos Urroz durante el gobierno de Ollanta Humala, cuando la ministra de Cultura era Diana Álvarez Calderón. “Al principio, veíamos la invitación del Perú como algo muy remoto, pero estamos confiados en el gran avance que hemos dado en estos años”, comenta Rochi. En 2013 invitaron a Urroz a la primera edición de Art Lima, y este año han vuelto a invitarlo para que pueda apreciar cómo ha crecido la escena en el Perú.
Al preguntarle sobre su experiencia en ARCO, destaca dos cosas. Por un lado, la gran coordinación entre agentes públicos y privados que se da en Madrid, y que permite una buena organización con resultados espectaculares. Por otro, la gran exposición de Argentina como país invitado. “Las ferias proyectan la imagen del país. En el Perú, todo es privado y no tenemos incentivos. Por desgracia, el Ministerio de Cultura solo está abocado a la defensa del patrimonio; han bajado el presupuesto porque no es una prioridad en estos momentos”.
Por José María López de Letona
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