Thais nos recibe en el área de gimnasia de la Videna: un amplio y luminoso salón en el que, al lado de las pistas blancas de gimnasia, descansan caballetes, trampolines y taburetes. El espacio empieza a llenarse de niñas conforme avanza la entrevista, niñas que probablemente sueñan con llegar a donde ya llegó Thais, que, con solo diecinueve años, ha recorrido buena parte del mundo. “He estado en Brasil, Colombia, Estados Unidos, Paraguay, Chile… y eso solo en América”, dice la atleta, pequeña y delgada como suelen ser las gimnastas de élite.

Thais es parte del equipo de Jumping Jack, academia en la que entrena desde que se fundó.

Thais es cuidadosa con sus palabras e incluso pedagógica, ya que –dice entre risas– “los medios suelen confundirse un poco con la información que dan. Pero es normal –agrega–, porque esta es una disciplina poco conocida aquí y en todo el mundo”. La disciplina de la que habla es la gimnasia aeróbica, aquella a la que le dedica buena parte de su vida desde los doce años. “Cuando me preguntan cuál es la diferencia entre la aeróbica y la artística, siempre muestro un video, porque es difícil explicar”, responde Thais, y añade que “la gimnasia artística es la de los Juegos Olímpicos, con los cuatro aparatos. La aeróbica no es olímpica, se hace en piso duro y con rutinas muy breves, de un minuto y veinte segundos”.

El estrés a la hora de competir puede ser bastante fuerte dado que en ese minuto y pico hay que condensar a la perfección varias semanas o meses de trabajo. “Todo es demasiado rápido”, dice Thais, y agrega que ni siquiera hay tiempo para ponerse nerviosa. Además de las virtudes técnicas –fuerza, flexibilidad y coordinación–, “es importante siempre estar sonriendo. Si haces bien la rutina pero la competidora está sonriendo y tú no, lo más probable es que pierdas”, precisa la gimnasta.

De medalla en medalla

El último logro de Thais fue la medalla de oro conseguida en el Heathrow Open de Londres, un campeonato abierto a los gimnastas mayores de dieciocho años de todo el mundo. También consiguió, un tiempo antes, la medalla de plata en otro abierto, esta vez en Portugal, y ha participado también en tres mundiales como juvenil, además de Sudamericanos y Panamericanos, cosechando también resultados positivos.

“La gimnasia aeróbica es compleja, tiene muchos elementos de dificultad, y siempre hay que estar sonriendo”, cuenta Thais.

“En Londres conseguí mi primera medalla de oro a nivel internacional, fue muy emocionante”, afirma Thais, quien se encuentra preparándose para el Sudamericano de Gimnasia Aeróbica que se llevará a cabo en Lima a partir de agosto. “La modalidad no es muy conocida aquí, por lo que creo que es una gran oportunidad de darla a conocer, de que la gente compre su entrada y vaya a vernos”, agrega.

De sacrificios y disciplina

“Siempre me preguntan por todo lo que tengo que sacrificar”, explica Thais antes de que le planteemos esa misma pregunta. “Pero la verdad es que no me molesta perderme algunas fiestas o reuniones con mis amigas. Jamás me pongo a pensar en lo que estoy perdiendo, sino en lo que estoy ganando, en todo lo que el deporte me ha permitido aprender. He conocido a gente de todo el mundo y de muchos países, algo que no hubiera logrado de otra manera”, afirma la gimnasta con convicción.

“En mi primer mundial en Bulgaria no me fue muy bien, era chiquita y estaba nerviosa”, comenta Thais.

Thais entrena como mínimo cinco veces por semana, de cinco a nueve de la noche, en la Videna, además de las horas que pasa por la mañana en el gimnasio. Es un ritmo fuerte, como tiene que ser el de una deportista de élite. Además, combina la gimnasia con su carrera de Comunicaciones. “Me gustaría más orientarme al marketing”, dice Thais, y añade que la universidad en la que estudia es muy flexible con sus horarios y sus viajes. Aun así, está claro que su pasión es la gimnasia aeróbica, a la que le ha dedicado más tiempo que a todo lo demás.

Antes de la sesión de fotos, Thais se dirige a los vestuarios y se enfunda la malla con la que ha competido fuera del Perú. Cuando vuelve, podemos observarla en todo su esplendor, estirándose como si fuera de caucho y saltando con tanta gracia como fuerza, una mezcla de delicadeza y potencia difícil de describir. Nos queda claro que las medallas son más que merecidas, y que se vienen muchas más.

Por Dan Lerner  // Fotos de Víctor Idrogo