La serie que en los noventa familiarizó por primera vez al público con personajes gay y ayudó, entre otras cosas, a impulsar el matrimonio igualitario en Estados Unidos, regresó a las pantallas de televisión. Will y Grace están iguales. El mundo, sin embargo, es distinto.
Por Manuel Santelices
En una ocasión, hablando sobre el matrimonio igualitario, el ex vicepresidente de Estados Unidos Joe Biden comentó que “Will & Grace”, probablemente, había hecho más para educar al público estadounidense que cualquier otra iniciativa hasta entonces. Esa educación, sin embargo, puede jugar en contra de la serie que acaba de regresar a las pantallas de NBC con gran fanfarria y con trece capítulos que, incluso antes de ser transmitidos, fueron alargados a una segunda temporada.
Las cosas siguen igual, pero nada es lo mismo. Will y Grace, interpretados por Eric McCormack y Debra Messing, continúan solteros después de descubrir que el matrimonio con sus respectivas parejas de hace más de una década no fue nada más que un sueño. Jack, el extravagante, extrovertido y delirante amigo de Will, interpretado por Sean Hayes, todavía tiene ambiciones de convertirse en estrella (“Just Jack!!” es el nombre de su muy amateur show).
Y Karen Walker, encarnada maravillosamente por Megan Mullally, sigue con una copa de martini en su mano, tan políticamente incorrecta, sexualmente voraz, e insufriblemente autorreferente como siempre, viviendo en su palacete de Park Avenue y sirviendo como altoparlante para anunciar las hipocresías de su clase y la nuestra. Karen, por supuesto, es ahora buena amiga del presidente Donald Trump y de su esposa, Melania, y Grace, incluso, considera (por un segundo) ser contratada para redecorar la Casa Blanca de acuerdo al gusto (dorado, dorado, dorado) de los Trump.
Los creadores del show, Max Mutchnick y David Kohan, han tenido que mantener en la nueva temporada el equilibrio entre las idiosincrasias que hicieron a sus personajes tan populares, y su algo incómoda posición en un mundo que ha cambiado rápidamente.
La solución, han señalado en entrevistas de prensa, es que Will y Grace, Karen y Jack hablen con una voz que parezca apropiada para ellos. Después de todo, no son personas que hayan dado jamás mucha importancia al qué dirán.
Otras realidades
La idea del regreso de la serie comenzó con un corto clip publicado en setiembre en YouTube, donde los cuatro personajes comentaban la campaña presidencial de 2016. En el clip, Karen aparece con un signo de Trump pegado en su cartera, dos banderitas estadounidenses en sus manos y anunciando que acababa de pasar un fin de semana en Mar-a-Lago con los Trump, un sitio que le parece “el más hermoso del mundo, con el azul del mar, el verde de los campos de golf, y el café caoba de quienes trabajan ahí”. Grace, horrorizada, le recuerda que Trump ha dicho cosas espantosas sobre los mexicanos, y que la propia mucama (y confidente) de Karen es mexicana. “No es mexicana, es de El Salvador”, aclara Will. “¿Cuál es la diferencia?”, pregunta Grace.
https://www.youtube.com/watch?v=jzae4DKexko
Nadie dice cosas como esas en televisión (salvo, en ocasiones, el presidente de Estados Unidos), y por lo mismo los productores del show esperan que la serie se sienta tan fresca como la primera vez. La competencia en términos de transgresión es mucho mayor que en los noventa, cuando no existían, como ahora, personajes gay hasta en Disney Channel, series como “Transparent”, “Looking” o “Modern Family”, y Bruce Jenner todavía no había hecho su aparición en corsé en la portada de “Vanity Fair” anunciando que de ahora en adelante su nombre es Caitlyn. Puede que la comunidad LGTBI haya avanzado un gran trecho en once años, pero su existencia aún está llena de profundas (y, a veces, muy graciosas) contradicciones.