«Era definitiva», «nueva realidad», «momento histórico» – ahí es donde se encuentra ahora mismo Europa. Al menos, eso es lo que dicen los políticos y comentaristas europeos, desde que el presidente ruso Vladimir Putin comenzó su invasión de Ucrania.
Por Rodrigo Schang
El 24 de febrero, el presidente Putin conmocionó al continente. Su asalto a Ucrania ha devuelto la muerte y la destrucción a gran escala a Europa, incluidos los rumores de una posible guerra nuclear.
Su objetivo: no sólo dominar Ucrania, sino hacer retroceder el dominio occidental militar e idealmente político, en términos de democracia liberal, de la antigua esfera de influencia soviética.
La acción que los aliados occidentales tomen juntos ahora afectará fundamentalmente al sentido de sí mismos y a la seguridad de los europeos en los próximos años.
La OTAN se revitaliza
La alianza militar transatlántica, una vez desestimada por el presidente francés Emmanuel Macron como «muerte cerebral», está demostrando simultáneamente que Putin se equivocó al ver a Occidente como débil y desunido. Al tiempo que proporciona apoyo militar, defensa y disuasión al flanco oriental de la OTAN que se siente tan expuesto al fervor expansionista del Kremlin.
Nueva faceta de la Unión Europea
Esto, hasta ahora, también está demostrando ser un momento decisivo para la Unión Europea. El bloque había hablado durante mucho tiempo de desempeñar un papel más importante en el escenario mundial, y no solo en términos de economía y comercio. Hasta ahora, esa era una ambición fallida.
Pero la crisis entre Rusia y Ucrania ha convertido inesperadamente a la UE en un actor geopolítico creíble. La velocidad con la que Bruselas coordinó las sanciones contra Rusia, tanto dentro de la UE como con aliados internacionales, fue impresionante. Al igual que la unidad de determinación entre los Estados miembros y las medidas de la UE que desafían a la burocracia para promulgar mecanismos nunca antes utilizados para ayudar a los refugiados ucranianos y a su ejército.
El despertar alemán dentro de la UE
Alemania, uno de los mayores actores de la UE, también sorprendió al mundo al despedirse repentinamente de las sensibilidades de la Segunda Guerra Mundial y anunciar enormes inversiones en sus fuerzas armadas, la Bundeswehr.
Durante años, Alemania ha dependido a sabiendas de los Estados Unidos para la seguridad y de Rusia para la energía y el comercio. No es el único país de la UE en esa posición. Pero como la nación más rica y poderosa del bloque, Berlín es el ejemplo más destacado.
Y esto ha debilitado la mano de Occidente cuando se trata de sanciones contra Rusia.
Los países de la UE pagan a Moscú hasta 800 millones de euros (674 millones de libras esterlinas; 884 millones de dólares) por energía todos los días, lo que equivale a un estimado del 40% de los ingresos del Kremlin. Este dinero se destina a financiar la guerra contra Ucrania, que Occidente está luchando ostensiblemente.
Las prioridades han cambiado en toda Europa. La gente antes solía centrarse en la riqueza económica. Ahora se trata de defender los valores y la forma de vida.
Todos los países de la UE están de acuerdo en que, al menos, tiene sentido poner en común recursos y conocimientos técnicos: cibernéticos, militares, de equipos e inteligencia. Sin embargo, ninguna nación quiere ir primero.
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