Empezó a pensar en la felicidad cuando estudiaba Ciencias de la Computación en Harvard. Tenía buenas notas, buenas relaciones sociales y jugaba squash, pero no era feliz. Se cambió a Filosofía y Psicología, y se enfocó en la felicidad. Trabajó como profesor para compartir lo aprendido y su curso se convirtió en el más popular. Ahora viaja por el mundo contando cómo ser feliz. Lo llaman ‘el gurú de la felicidad’.
Por Débora Dongo-Soria S.
Aunque muchos no lo recuerden, la felicidad es uno de los compromisos del lema nacional peruano: “Firme y feliz por la unión”. Pero el Perú ocupa el puesto 65 de 156 en el Índice Mundial de la Felicidad 2018, por debajo de México (24), Chile (25), Brasil (28), Argentina (29) y Colombia (37). Finlandia es el país más feliz del mundo.
En tiempos de crispación, ha sido muy oportuna la visita a Lima del psicólogo y filósofo israelí Tal Ben-Shahar, para dictar la conferencia La ciencia de tu felicidad, organizada por Inversiones SURA y AFP Integra. En Harvard, Ben-Shahar fue profesor de Psicología Positiva, el estudio científico del funcionamiento humano óptimo, es decir, la ciencia de la felicidad. Fue el curso más popular de la universidad, con más de mil cuatrocientos alumnos. Los chicos aseguraban que la clase había mejorado sus vidas. Y la prensa se interesó tanto en el profesor que este se ganó el apelativo de ‘gurú de la felicidad’.
Ben-Shahar compartió con COSAS las fórmulas para tener una vida más feliz en el largo plazo. No se trata de dinero, belleza o éxito. Son cosas de sentido común, pero no tan fáciles de poner en práctica. Por ejemplo, las relaciones interpersonales reales –ya sean románticas, amicales o familiares– (no las virtuales) son lo más importante para una vida feliz. Otra clave es expresar gratitud y no dar nada por hecho.
Las personas agradecidas son más sanas, optimistas y exitosas. También hay que hacer ejercicio (tres veces por semana es suficiente), tomarnos descansos y permitirnos ser humanos, es decir, reconocer que no somos perfectos y que está bien molestarnos, llorar, frustrarnos y sentir envidia de vez en cuando. Solo los psicópatas y los muertos no sienten nunca dolor o sufrimiento.
No tenemos que hacer todo esto para ser felices, no es un “todo o nada”. Pero si nos enfocamos en al menos un área, aumentaremos nuestros niveles de felicidad, asegura Tal Ben-Shahar. “No soy el hombre más feliz del mundo. Pero me siento más feliz que hace veinticinco años, y espero ser más feliz en la próxima década. Una vida feliz no se trata de ser feliz todo el tiempo”.
—¿Qué es la felicidad?
—Es un continuum. Se enfoca en el bienestar espiritual, físico, intelectual, interpersonal y emocional del individuo. A nivel espiritual, se trata de encontrarle un sentido a lo que hacemos. En el plano físico, hablamos de tener una vida saludable. En el bienestar intelectual, nos referimos a aprender y alimentar nuestra curiosidad. En cuanto a las relaciones interpersonales, se trata de pasar tiempo con las personas que queremos, y en el plano de las emociones, buscamos cultivar placer.
—¿Por qué es tan difícil poner en práctica la ciencia de la felicidad?
—Saber lo que es bueno no es suficiente para hacerlo. La religión lo sabe, por eso enfatiza los rituales y las repeticiones. No basta con aprenderse la Biblia, hay que ir al templo, rezar… Al margen de si uno es religioso o no, es bueno recordarse las cosas importantes y repetirlas.
—¿A todos les funciona la ciencia de la felicidad?
—El modelo en sí es universal, pero hay algunas cosas que varían según la cultura o cada persona. Algunas regiones son más individualistas que otras. Ahí quizá tiene más sentido enfocarse en el éxito personal para encontrar un sentido. Además, a algunas personas les funciona mejor hacer más horas de deporte que a otras, o encuentran más bienestar intelectual en ciertos libros.
—¿Quiénes suelen ser más felices?
—Los meditadores profesionales, quienes pasan horas cultivando la compasión, el amor y la gratitud. No tenemos que volvernos monjes para tener una vida feliz, pero algunos pequeños cambios en nuestra vida pueden hacer una gran diferencia.
—¿Cuánto influye el contexto?
—Es muy difícil ser feliz siendo pobre, en una zona de guerra, en países comunistas o donde no hay libertades. Pero sí es posible tener momentos de felicidad en medio de las dificultades. Uno de mis primeros recuerdos es la guerra de Yom Kippur. Recuerdo el miedo cada vez que corríamos al refugio, pero también recuerdo los juegos.
—¿Cuánto peso tiene la genética en nuestra felicidad?
—En promedio, un 50%. El 10% de nuestra felicidad depende de circunstancias externas y el 40% se basa en nuestras propias decisiones.
—¿Qué nos revela esto sobre la felicidad en el futuro?
—Quizá en diez años tendremos máquinas de la felicidad, como el ‘orgasmatrón’ de la película “Sleeper”, de Woody Allen. Te sientes triste, entras a una especie de ‘feliztrón’ y sales sintiéndote tan genial como quieras. Se está trabajando en ese tipo de tecnología, que sería una alternativa a las pastillas. No creo que sea algo bueno. Perderíamos nuestra condición de seres humanos, de crecer en medio de las dificultades. Espero que la tierra no se convierta en el mundo feliz de Aldous Huxley.